Luego del esquema de deterioro social y económico que nos legó el macrismo y tras la imprevisible pandemia por la Covid-19, en el año 2021 Argentina comenzó una recuperación de los principales indicadores económicos relativos al mercado de trabajo. De acuerdo con los datos del segundo trimestre de 2021 y 2022 (últimos disponibles) que provee la Encuesta Permanente de Hogares del Indec, la ocupación experimentó un crecimiento del 8,3 por ciento interanual, expresado en 967.075 nuevas ocupaciones asociadas al cuentapropismo (24,2 por ciento del total) y al empleo asalariado (75,8 por ciento). No casualmente, la contrapartida de esa situación es la tasa de desempleo más baja desde 2015 (6,9 por ciento de la Población Económicamente Activa), lo que expresa una intensa recuperación de la ocupación. Si bien se trata de excelentes noticias, nos dice poco sobre la calidad del empleo en Argentina. Para poder dar cuenta de ello debemos analizar con más detalle cómo se compone este crecimiento de la ocupación.

En primer lugar, la dinamización del componente asalariado estuvo dada por el empleo no registrado. De hecho, entre 2021 y 2022 existió una leve destrucción de empleo formal asalariado (cayó -0,3 por ciento) y un importante crecimiento del empleo precario (31,6 por ciento). Esa situación es proporcionada por empleadores y empleadoras que a la hora de contratar nueva mano de obra lo hacen ajenos a las regulaciones dadas por el derecho laboral argentino. Pero no solo la recuperación del empleo no fue de la mano de la formalización, sino que la tasa de no registro en la Seguridad Social pasó del 31,5 por ciento en 2021 a 37,8 por ciento en 2022. Por lo tanto, quienes explican la recuperación del empleo asalariado son trabajadoras y trabajadores que ven negados sus derechos laborales.

En segundo lugar, la categoría ocupacional de trabajo por cuenta propia creció un 4,1 por ciento. Cuando pensamos en ese tipo de actividades debemos tener presente que solo el 9 por ciento tiene calificaciones profesionales. El restante 91 por ciento son ocupaciones asociadas a oficios, actividades operativas, técnicas o de baja calificación. Se trata de tareas con bajo requerimiento tecnológico que muchas veces se desarrollan dentro del sector informal con estrategias de autoempleo como changas, trabajos eventuales y callejeros.

Entre las consecuencias de las inserciones laborales precarias podemos mencionar, por una parte, que las y los trabajadores informales y quienes trabajan por cuenta propia deben conformarse con un ingreso exclusivamente asociado al salario (o ingreso directo) sin contar con el amparo que otorgan los aportes jubilatorios, la cobertura de salud, la protección ante riesgos de trabajo, ni tampoco gozar de vacaciones o aguinaldo. Por otro lado, la segmentación laboral trae aparejados ingresos insuficientes y una brecha salarial exorbitante: de acuerdo a los datos que arroja la EPH, las y los trabajadores en relación de dependencia precarizados ganan casi 6 veces menos (el 57,1 por ciento) que sus pares amparados bajo la ley. No es tan distinta la situación de las y los trabajadores por cuenta propia, que perciben ingresos un 47,4 por ciento más bajos que quienes se encuentran en relación de dependencia registrada.

Si bien esto es una brutal consecuencia en sí misma, el problema de fondo radica en la fragmentación del colectivo trabajador y en la pérdida de lazos sociales. La brecha de ingresos opera como primer estratificador social, conformando distintos sujetos trabajadores, cuya heterogeneidad hacia el interior de la clase social representa una gran conquista del capitalismo pos-fordista. Con sus vaivenes y mejoras de corta duración, Argentina asiste desde hace casi tres décadas a un proceso de precarización de las relaciones laborales que ya se consolidó como nueva forma de inserción laboral aquí y en el mundo. El empleo precario volvió a explicar el crecimiento de la ocupación asalariada en Argentina en los últimos dos años, situación que no se vivenciaba con esta crudeza desde el año 2008, año en el que comenzó un periodo de formalización del empleo asalariado y destrucción de empleo precario sin perdida de puestos de trabajo que se interrumpió con el macrismo.

* Socióloga de UBA y Magister en Sociología Económica por la UNSAM