"Este flaco conmigo no va a jugar un partido”, dijo Pedro Troglio allá por el año 2012/13 al cuerpo técnico de Gimnasia de La Plata, cuando Ignacio “Nacho” Fernández retornó al Lobo, después de un breve paso a préstamo por Temperley. Aquel flaquito, al que, según sus propias palabras, acusaban de “vago” y de no correr porque “solo quería jugar con la pelota”, terminó convirtiéndose en un jugador determinante y en uno de los predilectos de Troglio. Su pausa, su desequilibrio con la pelota y los pases precisos para crear situaciones de gol, dejaron en claro su capacidad como futbolista.

Marcelo Gallardo observó esas cualidades y lo sedujo para que se vaya a jugar a River. A Nacho no le costó demasiado la decisión y en 2016, después de estar cinco años en el Lobo, concretó su pase al club de Núñez. El sueño de aquel pibe que empezó a embarrarse las zapatillas en los potreros de Dudignac –un pueblo de menos de 4 mil habitantes, perteneciente al partido 9 de Julio– se hacía realidad y la camiseta que en algún momento lucieron dos jugadores fundamentales en su formación, Pablo Aimar y Ariel Ortega, pasaba a convertirse en parte de su historia.

Los hinchas de River quedaron boquiabiertos al verlo jugar y rápidamente su presencia en el Monumental fue rito de aplausos y ovación. En esa primera etapa en el Millonario, que duró hasta principios de 2021, jugó 186 partidos, hizo 31 goles y dio 27 asistencias. En lo que respecta a títulos, consiguió 7 en total: cuatro a nivel local (las Copas Argentinas 2016, 2017 y 2019 y la Supercopa 2018) y tres en el plano internacional (las Recopas 2016 y 2019 y la Copa Libertadores 2018, en la recordada final de Madrid frente a Boca).

Su nivel no tardó en trascender el ámbito doméstico y despertó interés en el fútbol de Brasil. Pese al lamento de hinchas y compañeros, en 2021 emigró a Atlético Mineiro y en poco tiempo se ganó el cariño de los de Belo Horizonte. “Están nachozados o algo así”, fue el término que utilizó para describir aquel presente, en una entrevista para la televisión argentina. En el equipo Galo jugó 109 partidos y su participación fue trascendental para obtener algunos trofeos. Consiguió ser campeón del Brasileirao y ayudó a cortar una racha negativa de 50 años de sequía sin ganar el torneo local. Luego vinieron la Copa de Brasil, la Supercopa de Brasil y el bicampeonato del torneo estadual, en el que cabe destacar: el blanquinegro es el máximo ganador.

Nacho Fernández durante la práctica de este jueves en el River Camp /  Télam

Pero el ciclo con Mineiro duró dos años y a fines de 2022 concretó su vuelta a River. Esta vez sin Gallardo como entrenador –quien al igual que Troglio, fue clave en su carrera, como reconoció en el podcast “Una Quilmes con Sorin”– y ahora con la figura de Martín Demichelis como nueva apuesta, pero con ese ADN que pretenden los dirigentes como requisito para estar en el banco de suplentes: “que sea alguien del club”. “Extrañaba el día a día en la Argentina. Compartir cosas con mi familia y mis amigos. Es cierto que lo pasé muy bien y resultó una experiencia muy linda actuar en Brasil, pero acá, en mi casa, me siento realmente cómodo”, fueron las palabras de Fernández ni bien pisó las instalaciones de Núñez.

Con el número 10 en la espalda, oficializó su segunda etapa en el Millonario y el último sábado, en la primera fecha de la Liga Profesional, fue titular ante Central Córdoba de Santiago del Estero. El debut fue con un gol de su autoría, a partir de un remate de zurda, que terminó de justificar los elogios de Diego Maradona en 2019, y abrió el marcador del partido. “Tiene una gamuza en el pie", fueron las palabras del Diez para referirse a su calidad, mientras era entrenador de Gimnasia de La Plata.

Nacho está de nuevo en el fútbol argentino y su buen trato de pelota, sumado a las asistencias para generar situaciones de peligro en área rival, son las que entusiasman con un buen espectáculo, revalorizan la estética del juego y sin querer, adhieren a eso que cantaba Gustavo Cerati en su canción Deja Vu: “La poesía es la única verdad/ Sacar belleza de este caos es virtud”.