El año que comienza va a tener como principal punto de ocupación y preocupación la lucha contra la inflación dado el impacto de la persistencia de altas tasas de crecimiento de los precios sobre la actividad económica, la recaudación y las finanzas. Esto agrava alguno de los rasgos estructurales que impiden el desarrollo de la economía argentina, entendido este concepto, no solo por la continuidad de altas tasas de crecimiento económico y/o el aumento de la productividad sistémica sino, fundamentalmente, por la mejora de las condiciones de vida de la población.

Es importante realizar un diagnóstico sobre las causas estructurales de la persistencia de altas tasas de inflación. Lo que explica este fenómeno es una puja distributiva en el marco de una disputa hegemónica inconclusa entre los sectores dominantes que no tienen un proyecto que trascienda sus intereses sectoriales y un bloque conformado por la representación institucional de los sectores populares que, por su parte, tiene, parcialmente, un trazo de proyecto político de representación de la voluntad general que no se completa, precisamente por carecer del poder económico suficiente para poder, valga la redundancia, constituirse en cabeza de la regulación estatal. 

Los aumentos desordenados e inusitados de precios son un reflejo de la presión de los sectores dominantes por ganar espacio en la puja por la determinación de los flujos económicos y por impedir el disciplinamiento estatal que implicaría la presencia de cualquier proyecto de hegemonía estatal. Esto es un rasgo estructural presente más allá de circunstancias particulares en los últimos 50 años.

La persistencia de altas tasas de inflación tiene como efectos principales el acortamiento de los plazos de la toma de decisiones con su consecuente impacto negativo en la inversión, el empleo y el crecimiento económico, postergado en el corto plazo por un aumento del gasto corriente en bienes y servicios. 

Quiénes integran el bloque dominante

Su contracara, es el aumento de la demanda de dinero para preservación de valor, que, en el esquema bimonetario, se expresa como un aumento del requerimiento de dólares, profundizando de hecho el esquema de dominancia ya que estos llegan a la economía esencialmente por la acción de dos componentes centrales del bloque dominante: el capital agrario comercial y el financiero, lo que refuerza el comportamiento proinflacionario del bloque en su conjunto en la disputa hegemónica citada. Más allá que la posesión de dólares no preserva nada, dado el carácter eminentemente político de las variaciones de la divisa en el contexto económico interno.

En un contexto de alta inflación persistente, los estados nacionales pierden recursos debido a la disminución del costo financiero real de la postergación del pago de obligaciones impositivas y previsionales. En un esquema de percepción regresiva de recursos como el que tiene el Estado argentino, donde las transacciones tienen un mayor peso en detrimento de la percepción de recursos impositivos de base patrimonial y de ingresos, el espejismo del corto plazo expansivo se horada poco a poco, cuando la economía entra en recesión debilitando la posición financiera del sector público y postergando, sine die, la necesaria tarea de una reforma tributaria progresiva. Aquí, la ganancia política del sector dominante reconoce dos fuentes. Una, la menor presión impositiva. Dos, el debilitamiento de la capacidad regulatoria del Estado que favorece su proyecto de dominación directa no hegemónica.

Por último, la persistencia de altas tasas de inflación, refuerza las ganancias del subsector financiero del bloque dominante por la vía del aumento de la prima de riesgo implícita en la tasa de interés. La astringencia monetaria emprendida en muchos momentos por la política económica, es, en este caso, una política que refuerza dicha rentabilidad mediante la menor oferta real de moneda local. Por otra parte, las altas tasas restringen el acceso al crédito productivo profundizando el subdesarrollo financiero que hace que la Argentina tenga niveles de exposición crediticia propias del Africa subsahariana Con la ganancia política ya señalada, que el sistema financiero es una de las fuentes de la emisión de la moneda autopercibida como dura, atacando así el monopolio que el Estado debe ejercer sobre la emisión de dinero.

Dos modelos en disputa

2023 es entonces el año donde se definirá finalmente quien prevalece en la lucha política contra el régimen de alta inflación, que es, en definitiva, el elemento central de los sectores dominantes para ganar posiciones en su resistencia a disciplinarse a la voluntad general del estado. 

Si el proyecto político de los sectores populares gana fuerza, la sociedad puede reducir la incidencia de los obstáculos estructurales y coyunturales al desarrollo con equidad. Para ello será necesario una estrategia global que solidifique el bloque y atraiga nuevos sectores que hoy están subjetivamente del otro lado de la brecha.

Por el contrario, el triunfo político de los sectores dominantes, puede traer la desaparición de la moneda nacional, con lo cual la estabilidad que se consiga, si es que hay tal, sea el equivalente a la paz de los cementerios de una sociedad dual, injusta y empobrecida con un esquema de dominancia directa donde los ricos no piden permiso. Nada más y nada menos se juega en este año.