Carlos Alcaraz es, en el idioma del tenis, un boxeador. Se adaptó. Esperó. Aguantó. Impactó. Y dañó cuando lo solicitó el partido, como hacen los jugadores fuera de serie, en un choque en el que el serbio Dusan Lajovic capitalizó por momentos la cancha más pesada producto de la jornada nocturna precedida por la lluvia en el Buenos Aires Lawn Tennis Club.

El español de 19 años escondió los golpes pero sacudió cada vez que se lo pidió el desarrollo en un Court Central Guillermo Vilas en el que siquiera se vio apremiado por el marcador: al cabo, en condiciones muy diferentes de las habituales, con mucho viento y frío, se impuso 6-4 y 6-2 para colarse directo en las semifinales del Argentina Open, un torneo cuya historia está a la altura de su presencia estelar.

"Hoy jugamos en condiciones distintas a cómo veníamos. De eso se trata el día a día del tenista: acostumbrarse. Hubo que esperar mucho por la lluvia. Ha sido un gran partido de mi parte: competí muy bien y jugué en un muy buen nivel. Me divierto jugando al tenis", dijo un sonriente Carlitos, un pegador acorde a la coyuntura del tenis internacional: juega rápido, toma las mejores decisiones en microsegundos y remueve la solidez que sostiene al rival cuando hay que romper la paridad.

Para Alcaraz, actual número dos del mundo, el torneo porteño representa su debut oficial en la temporada, un estreno tardío por dos lesiones en cadena: en noviembre padeció un problema abdominal y en enero, antes del Abierto de Australia y en plena pretemporada, tuvo un problema en el músculo semimembranoso de la pierna derecha.

Acompañado en Buenos Aires por Toni Cascales, el histórico entrenador de Juan Carlos Ferrero -actual head coach de Alcaraz y campeón del torneo porteño en 2010; esta vez no aterrizó en la Argentina-, el número uno del mundo más joven desde la creación del ranking ATP le hizo honor al tema que eligió para ingresar al ladrillo del estadio principal del BALTC: el público, al igual que en su debut el pasado miércoles, quedó hipnotizado cuando lo vio salir al ritmo de Eye of the Tiger, de Survivor, la mítica banda sonora de Rocky Balboa.

Carlitos impuso las reglas del juego hasta cuando pareció no ser tan dominante. Durante el primer set, cuyo desarrollo entregó instantes de un tenis cerrado, nunca llegó a sufrir contra las cuerdas. Soportó algunos impactos de Lajovic y aceleró cuando el partido lo pidió: después de haber cedido las ventajas de 3-1 y 4-2, momentos en que el serbio logró recuperar, quebró el servicio rival en el décimo game para cerrar por 6-4.

El segundo topetazo, casi de nocaut, llegó en el prólogo del segundo parcial: la gente, encandilada por su figura, no hizo más que pestañar para ver a Alcaraz ya arriba por 3-0, una distancia que no volvió a achicarse hacia el final del partido. "Si gano o pierdo me voy contento. Me siento como en casa acá en Buenos Aires, algo muy difícil de encontrar en otros torneos. Agradezco el apoyo y la energía que me da el público", reflexionó apenas consumado el triunfo.

El instante definitorio representó una pequeña muestra de lo que fue el partido. En el primer match point a favor, con Lajovic al saque, exhibió una pequeña muestra de eficacia para sentenciar el triunfo: devolvió profundo de revés, aguantó con el slice, encontró el hueco y sacó un estiletazo paralelo de drive que besó la línea. El cachetazo final para meterse entre los cuarto mejores. Buenos Aires, la parada inicial del viaje, se erige como el ring perfecto para su desvastadora manera de jugar.

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