La sugestión anima la hipnosis. Su poder va desde la eficacia en la corrección de hábitos y comportamientos hasta los alcances reales que toma en la vida de los pueblos, y en su historia. En lo individual, el machaque sugestivo bajo un programa dirigido puede convertir en realidad los anhelos o los designios de un sujeto aunque sean contrarios a su voluntad.

Lo que sugestiona lleva un poder latente, un poder de influencia en otro u otros para el logro de algún fin, algún efecto.

Un cono de silencio, un fondo oscuro se mantiene en el fundamento de la sugestión. Su fuerza, la medida de su poder, es efecto de no tocar su enigma.

Su valor enigmático no le fue ajeno a Freud: ubicó su función en el tratamiento psíquico de las afecciones y advirtió que el método hipnótico era de corto alcance. Su interés lo llevó a traducir los escritos de Bernheim sobre la sugestión, con quien desarrolló un dialogo acerca de su fundamento último, de su presunta analizabilidad y de su mecanismo de producción.

Testigo presencial de los experimentos hipnóticos de Bernheim, Freud consideró que el sujeto tenía pleno derecho de resistirse a su influjo si se le intentaba dominar por ese medio. Ya se presiente ahí una ética que pone de relieve a la sugestión como ejercicio de un poder. Esto orientó a Freud a considerar la función y el valor de la sugestión en su práctica. Destacó su importancia en el establecimiento del dispositivo analítico como recurso para poder direccionar el trabajo psíquico que mitiga los síntomas. En su psicología de las masas, concluyó que la sugestión es la causa misma de la cohesión de la colectividad, ligada por un ideal. De allí el líder obtiene su poder.

"La compleja ensambladura de la masa" se constituye a partir del vínculo hipnótico al líder, y produce una entrega irrestricta y ciega a su voluntad. Como podría ocurrirle a un enamorado. La vía analítica es, de algún modo, la vía de la contrasugestión y, su trayecto posibilita que el sujeto decida sobre su situación de objeto respecto de las distintas formas hipnóticas que produce con un ideal que inventa. El recorrido de un análisis, como contrasugestión, hace de la suposición al analista un recurso subjetivo frente al ideal que mortifica.

Hablar, bajo las condiciones del dispositivo analítico, hace lugar a lo eventual, a lo que sorprende. Por esta vía pueden perder consistencia la fijeza de las sugestiones, propias de cualquier discurso. Indisociable de la vida del lenguaje, se gestionan en el campo de las palabras. La sugestión es un efecto de lo que las palabras gestionan: una sub‑gestión.

Ahí donde la fijeza de la mirada y la voz del hipnotizador es el punto de apoyo del nudo hipnótico ‑del cual el hipnotizado es su objeto‑ la perspectiva analítica descubre que algunas palabras hipnotizan al que habla, y lo hacen rehén de su sentido, parásito del Otro.

*PDF. Periódico de freudiana, número 6.