Antigone, Interrupted: 7 (siete)

Idea y dirección: Joan Clevillé

Dramaturgia: Ella Hickson

Libro: Joan Clevillé, con extractos de Sófocles, tragedia original traducida por Don Taylor y Owen McCafferty

Coreografía: Joan Clevillé en colaboración con Solène Weinachter

Intérprete: Solène Weinachter

Diseño de iluminación: Emma Jones

Diseño de vestuario: Matthias Strahm

Diseño de sonido: Luke Sutherland

Voz: Jean Sangster

“Las tragedias griegas están llenas de cadáveres”. Eso es lo que dice una y otra vez la protagonista de Antigone, Interrupted, una reversión del mito de Sófocles creada y dirigida por el coreógrafo Joan Clevillé, con dramaturgia de Ella Hickson e interpretación de Solène Weinachter (Escocia). El mito de Antígona es una pieza fundamental en la historia de la filosofía occidental y existen varias relecturas sobre este personaje capaz de representar cosas muy diferentes según la perspectiva desde la cual se lo observe. La obra se presentóen el Centro Cultural 25 de Mayo (Triunvirato 4444) en el marco del FIBA.

Edipo mata por error a su padre (Layo) y sin saberlo se casa con su madre (Yocasta). Fruto de esa relación nacen Antígona, Ismene, Eteocles y Polinices. Al descubrir el combo letal de parricidio e incesto, Yocasta se ahorca y Edipo se arranca los ojos. Sus hijos varones deciden compartir el reinado sobre Tebas pero pronto sucumben ante la ambición: Polinices se niega a entregarle el mando a su hermano y disputan el trono a muerte. Los dos se apuñalan y mueren, pero Eteocles es enterrado con todos los honores de un héroe mientras que Polinices es condenado al destino de las almas errantes porque su tío Creonte prohíbe que lo sepulten. Antígona se rehúsa a acatar el edicto e intenta cubrir el cuerpo de su hermano con tierra, pero el tío la condena y ella termina suicidándose. Ese acto provoca otras dos muertes: la de Hemón (prometido de Antígona e hijo de Creonte) y la de Eurídice (madre de Hemón y esposa del rey). Un auténtico carnaval de crímenes, suicidios y vilezas.

Estos hechos son los que Weinachter narra en el centro de la ronda que los espectadores forman en el salón del primer piso del teatro, como en un fogón. La intimidad y el tono confesional potencian lo trágico porque involucran de un modo mucho más directo a la audiencia, pero ese mismo elemento es el que por momentos atenta contra la atmósfera de la performance porque no todxs se implican de la misma manera. No se trata de una propuesta interactiva, pero lo que allí ocurre tiene bastante que ver con los espectadores por la distribución espacial y la dinámica del espectáculo, y ese público puede estar muy bien predispuesto o nada a la hora de participar del rito.

La narración oral funciona como eje de la estructura y luego aparecen algunas interrupciones (de allí el título) como los tres paréntesis autobiográficos que retratan la experiencia de la performer con el personaje en distintas etapas de su vida. El primero alude a una versión escolar de Antígona en la que su padrastro interpreta a Creonte; es muy pequeña y no entiende casi nada de la historia. En el segundo ella tiene 18 años y está en una butaca viendo la puesta con su novio; esta vez el texto le llega como una bala. El tercero la encuentra encarnando el personaje en una sala de Buenos Aires rodeada de gente.

Nominada dos veces al National Dance Award, Weinachter nunca había explorado el formato de solo en una pieza de larga duración, así que Cléville creó este proyecto pensando en la obsesión de su colega por Antígona (ambos son miembros del Scottish Dance Theatre). No sólo su destreza corporal es excelente sino también sus habilidades como actriz dramática y su histrionismo para cortar la tragedia con cuotas de humor. Ella logra capturar al público con la fuerza de ese puño que al inicio de la obra late con movimiento de diástole y sístole. Quizás esa figura sea una buena metáfora para explicar lo que ocurre con la puesta: por momentos es un cuento que cautiva de inmediato gracias al poder ancestral de las tragedias griegas, por momentos es danza que permite abrir preguntas en relación al cuerpo individual o el tejido social (el público será el coro griego o los ciudadanos que aplauden la orden del rey), y en otros es pura acción condensada en una performer que se balancea peligrosamente sobre una silla, que mira a su audiencia directo a los ojos mientras intenta mantener el equilibrio sobre la punta de sus pies, o que explora su animalidad a través del cuerpo y la voz. El balance de esos segmentos no siempre es perfecto y a veces la estructura de las partes hace que la totalidad pierda potencia, como si algunos de esos hilos invisibles que el público sostiene se aflojaran y pusieran a la intérprete en peligro. El vértigo de la danza-teatro.

La historia de Antígona es la de una joven dispuesta a morir por defender lo que considera justo. Hay una lectura contemporánea sobre el rol de las disidencias en contextos democráticos y el valor de la resistencia que resulta interesante, y podría decirse que la perspectiva de género aparece con más fuerza no en aquello que está subrayado sino en el acto de ver el cuerpo de una mujer encarnando todos estos personajes con sus contradicciones. Antigone, Interrupted renueva el mito con visceralidad y –aunque no es una performance pareja– en sus momentos más altos puede convertirse en una bala.