El revival de Fleetwood Mac, una de las bandas más relevantes de su época que fue redescubierta los últimos años por los jovencitos, tiene su anárquica y maravillosa historia. Es cierto que esta es la era del revival y Netflix hizo volver a Kate Bush y a The Cramps con sus mega producciones para adolescentes. Pero los Fleetwood Mac no necesitaron los rostros de Jenna Ortega y Millie Bobby Brown, ni millones de dólares, ni reuniones con abogados. Bastó un usuario de mediana edad en Tik Tok llamado “20doggface208” y el misterio de internet. Esa es la maravilla de los videos virales: no siempre los hacen influencers con caras cinceladas por filtros de Instagram, a veces un viral puede ser simplemente esto: un hombre que se dirige a su trabajo en una fábrica procesadora de papas, a toda velocidad por una autopista californiana montado en su patineta, tomando un juguito de ciruela, mientras el sol va saliendo a sus espaldas y suena “Dreams” de Fleetwood Mac. El video dura apenas unos segundos y debe ser la escena más reconfortante del año 2020. Su contenido es tan aleatorio, pero le gustó tanto a tanta gente que fue visto más de 60 millones de veces y doggface208 se pudo comprar una casa. Y no solo eso: ese héroe anónimo puso a una de las bandas más poderosas de los años 70, pero casi desconocida para los contemporáneos, de vuelta en el top 10 de Billboard por primera vez en décadas.

Difícil reproducir esa locura. Pero por estos días –no mucho después de la muerte de Christine McVie, su célebre tecladista–, se acaba de estrenar Daisy Jones and The Six, una interpretación libre de la historia de Fleetwood Mac, basada en el best seller homónimo de Taylor Jenkins Reid. La serie está dirigida por James Ponsoldt y cuenta con guiones de Scott Neustadter y Michael H. Weber, la dupla responsable de exitosos y melosos dramas románticos para jovencitos como 500 days of summer y Paper Towns, y otros como The Disaster Artist, dirigida por James Franco que los tuvo nominados al Oscar. Y entre todas esas credenciales se asoma un protagónico de tomo y lomo, uno de los primeros para televisión, de Riley Keough, la última heredera de Elvis Presley -hija de su única hija, Lisa Marie- que vendría a interpretar a Daisy Jones misma, la cantante carismática que llega a una banda ya conformada para llevarla a la gloria.

Claro que no es la primera vez en la pantalla de Riley Keough, que ya tuvo varios papeles en películas como Mad Max, La casa de Jack de Lars Von Trier, Logan Lucky de Steven Soderbergh y algunos en célebres del terror contemporáneo como Under the silver lake e It comes at night. Incluso protagonizó The Girlfriend Experience para televisión, por la que estuvo nominada al Globo de Oro, pero este papel la tiene en su mejor momento y acaparando todos los flashes porque realmente se siente como un papel hecho a su medida. “Nací para ser Daisy”, dicen los guionistas que les comentó ella cuando leyó por primera vez el texto. "Daisy es complicada. No me identifiqué con su deseo de cantar y escribir canciones porque es algo que yo nunca había hecho a pesar de venir de una familia de músicos. Con lo que conecté fue con el arte de Daisy y cómo se sentía al no ser tomada en serio como mujer joven", dice ella, que para el estreno de la serie estaba de luto por la intempestiva muerte de su madre Lisa Marie a los 54 años.

Daisy Jones and The Six ya se puede ver por Prime Video y es la historia del ascenso y caída de una banda de rock de los 70 que, sin nombrarlos nunca, se basa en la de Fleetwood Mac, lo hace más en clave novelera -un poco sosa, no muy memorable- que biográfica y se sitúa en Los Angeles, en vez de Londres. La historia original es conflictiva y no vale la pena hacer genealogía: eran los 70, eran todos hermosos, era una banda muy numerosa, a todos les encantaban las drogas y todos salieron con todos. En medio de la vorágine grabaron Rumours (1977), un disco insigne que habla de todos esos intercambios de parejas y romances tumultuosos camino a la cima. De aquello va la serie, pero si el papel se siente hecho para Riley Keough -una millenial que nada tenía que ver con la música hasta entonces y que se pasó la pandemia aprendiendo a cantar-, es porque se podría decir que ella conoce muy bien el camino del héroe del rock. No debe haber sido tan fácil ser la heredera de Elvis y en la serie, ella, una chica poco pública, de bajo perfil, que empezó con papeles pequeños como si no fuera parte de la realeza, con sus jóvenes 33 años se apodera de una época que no vivió, pero de la que sí recibió todos los coletazos. Su madre nació justo en el comienzo del fin de la carrera de Presley, que murió pocos años después. Fue cantante, actriz, y estuvo casada con Michael Jackson y con Nicholas Cage y con Danny Keough, el padre de Riley, a quien conoció a través de la Iglesia de la Cienciología. Murió muy joven, este año, y tres años después que su hijo Benjamin Keough, el hermano de Riley, que se suicidó a los 27.

Quizás por eso, la chica que nació en la vida pública, y no desprovista de tragedias, hoy una huérfana disciplinada que le sobrevive a su familia entera, se ha vuelto cada vez más privada y más estoica. En sus entrevistas habla con cuentagotas, con una gran, gran sonrisa desconcertante, casi impenetrable, y con frases un poco hechas, inteligentísima: “Fue increíble”, “No. Nunca había cantado”, “Sí. Mi familia me influenció pero nunca me interesó la música”, “Sí. Vi la película de Baz Luhrman con mi mamá y mi abuela. Lo admiro mucho, la historia es algo privado”, “No, nunca me pidió actuar en ella, yo no hubiese querido tampoco”. Se la toma con calma y tal parece que decidió hacer todo al revés de los suyos. No se casó con ninguna estrella, sino con un doble de riesgo y es tan privada al respecto que solo dos años después de su nacimiento, se conoció que había tenido una hija. Se habla mucho de ella por estos días, no solo por su protagónico, sino porque después de la muerte de su madre, se dice que su abuela Priscila dejó de hablarle por un desencuentro por el fideicomiso de Graceland. Pero ella esquiva los tiroteos de la prensa imperturbable y de buen humor. En medio del escándalo, incluso se ausentó del estreno de su propia serie para no poner más leña al fuego. Y eso que en la pantalla es ella lo que más brilla. Ella, su pelo largo, su voz poderosa, su rostro misterioso, es de lo mejor que tiene la producción. “Es un papel muy importante para mí”, ha dicho.“Es que yo no creo que sea el legado de Elvis, creo que es mi viaje personal hacia la música”, disparó en una de sus últimas entrevistas, con la mirada fija, la sonrisa radiante.

Riley y su mamá, Lisa Marie Presley