Tarde pero seguro. A sólo tres días de la 95º edición de los Premios Oscar, llega a la cartelera comercial la película nominada de todos los años cuya principal característica, aquello que más prioriza sin un atisbo de sonrojarse, es la voluntad de abordar “grandes temas” que monopolizan la atención de un sector importante de la sociedad. Con el racismo y la discriminación hacia los afroamericanos ya pasados de moda –y no precisamente porque se hayan solucionado–, desde que se conocieron las fechorías sexuales perpetradas por el alguna vez poderoso productor Harvey Weinstein la industria ha puesto foco en la cuestión de género. Y vaya si lo hace Ellas hablan, que desde su propio título adelanta de qué irá el asunto: básicamente, una decena de chicas discutiendo un buen rato sobre qué hacer de cara a la violencia que padecen por parte de los hombres.

La de Sarah Polley es una de esas películas con un guion menos interesado en construir un buen arco dramático que en poner en boca de los personajes todos y cada uno de los pesares vinculados con el tópico de turno, en este caso, las luchas femeninas que se llevan adelante en gran parte del mundo. Pero el problema no es tanto su carácter expositivo, la idea de que el cine es una herramienta para contestar preguntas en lugar de planteárselas. A fin de cuentas, partiendo de una premisa parecida –giro de guion relacionado con la temporalidad del relato incluida– Antebellum proponía una fábula sobre el esclavismo incendiaria, provocativa, deliberadamente estilizada, con una potencial visual arrolladora y dueña de una fuerza capaz de llevarse todo por delante.

Aquí, en cambio, todo es lánguido y grave, al tiempo que la fotografía impone una tonalidad gris que ilustra el estado de sometimiento en el que viven las mujeres de una colonia ultra religiosa durante la primera década del milenio, aunque por tratarse de menonitas viven como si fuera el siglo XIX. Sometimientos que incluyen ataques y abusos constantes por parte de unos foráneos que los propios hombres de la comunidad defienden, al punto de pagarles la fianza para que puedan obtener su libertad, no sin antes prometer que regresaran en dos días en busca del perdón de sus víctimas. Mejor ni pensar que puede ocurrir si ellas no lo otorgan.

Ante esa coyuntura, esas mujeres de tres generaciones acostumbradas a no tener voz deciden tenerla. “No hacer nada, quedarse y pelear, o irse”, se lee en la cartulina donde marcan con una cruz la opción que creen correcta de cara al futuro. Un triple empate obliga a que sean tres familias las encargadas de determinar el destino comunitario. Comienza allí, entonces, una ronda de discusiones a favor y contra de cada posición, principalmente a cargo de la sufriente Mariche (Jessie Buckley), la embarazada Ona (Rooney Mara) y la matriarca Agata (Judith Ivey). Pese a no haber estudiado y a que muchas ni siquiera saben leer ni escribir, el uso de las técnicas de la retórica, la lógica de sus argumentos y la precisión en el uso del lenguaje son dignas del mejor abogado. El verosímil interno, bien gracias. De raigambre explícitamente teatral, Ellas hablanproducida por, entre otros, Brad Pitt y Frances McDormand, que se reserva un pequeño papel– tiene como destino el mismo que todas las películas que aspiran a hablar de la actualidad: envejecer cuando el mundo dé una vuelta de página. 

4 - ELLAS HABLAN
(Women Talking/Estados Unidos, 2022)
Dirección: Sarah Polley
Guion: Sarah Polley y Miriam Toews, sobre la novela de Toews
Duración: 104 minutos
Intérpretes: Rooney Mara, Claire Foy, Ben Whishaw, Jessie Buckley, Frances McDormand, Judith Ivey y Sheila McCarthy
Estreno en salas