Aunque llegó a escribir dramaturgia, Marco Denevi admitió que manejaba con mayor soltura los códigos del género narrativo. Hoy estaría complacido con la versión teatral de su novela de 1972 Los asesinos de los días de fiesta, en la fiel adaptación que Hernán Costa realizó para la puesta en escena que el director Marcelo Velázquez acaba de reponer en La Carpintería. 

Estrenada el año pasado, esta comedia negra sobre la codicia y el pillaje organizado se convirtió en uno de los éxitos de la sala de Jean Jaures 858. La obra mantiene todas las marcas de este autor tan dado a los encastres de situaciones que rozan el género policial. Porque tanto en Los asesinos… como en Rosaura a las diez o en Ceremonia secreta, sus novelas más conocidas, los personajes asumen otras identidades y disfrutan de lo que no les corresponde, mientras tejen planes de acción entre los cuales siempre hay algún asesinato.

Formado como actor en la escuela de Alejandra Boero y como director con Rubén Szuchmacher, Velázquez es también egresado de la carrera de Letras de la UBA. Según cuenta en conversación con Página/12, todos esos espacios de estudio lo ayudan hoy a construir la teatralidad que le interesa. Lo primero de todo fue aprender a “pisar el escenario”, porque, según subraya, “se puede estudiar teatro toda la vida, pero el oficio solamente se aprende en la práctica." Luego de trabajar como actor en numerosas puestas, Velázquez se dispuso a aprender a “mirar la escena teniendo en cuenta el espacio y todas sus posibilidades, además de lo visual y lo sonoro”. Elementos que, según describe, son fundamentales en este espectáculo hecho a ritmo de entradas y salidas.

La trama gira en torno a una familia que decide dedicarse a una actividad insólita: instalarse en velatorios del Barrio Norte para llorar a muertos desconocidos, tarea que luego va complejizándose en función de sus propios intereses. El arranque recuerda un texto de Julio Cortázar, Conducta en los velorios, de Historia de Cronopios y de Famas, libro publicado diez años antes que la novela de Denevi. Velázquez considera que los protagonistas de su puesta son “seis hermanos extravagantes que actúan como en un bloque metafórico”. Así, en medio de un espacio despojado, el vestuario de Paula Molina “funciona como una verdadera escenografía que tiene el valor de un objeto en sí mismo”, sostiene el director. Con música original de Matías Macri, actúan Nico Carbone, Alberto Carmona, Gabi Giusti, Carolina Manetti Cusa, María Victoria Felipini, Gustavo Reverditto y César Riveros.

-¿Sigue interesando Denevi?

-Denevi fue un autor que escribía para La Nación y estaba cerca del grupo Sur, de Victoria Ocampo, pero no sé si llegó a publicar allí. Nunca llegó a ser estudiado en la universidad. Sí formó parte del canon escolar; yo mismo usé sus novelas cuando daba clases en escuelas secundarias. Me asombró darme cuenta de que en la web hay fanáticos de Denevi que vinieron en grupo a ver la obra.

-Esta familia, ¿puede verse como un personaje colectivo?

-Sí, actúan en bloque como vampiros: son la codicia y la ambición llevados al extremo, porque no solamente estafan, sino que también roban la energía de los otros. La novela y la obra misma transcurren en zonas oscuras que es mejor no revelar, todo por querer disfrutar de los beneficios de pertenecer a otra clase social que no es la suya.

-¿Por qué se dice que la obra remite a comportamientos propios de los argentinos?

-Será a lo peor de los argentinos. Porque entre los clichés que permite el registro de la comedia aparece el deseo de aparentar, el querer ser más de lo que se es. Y también aparece la xenofobia y la admiración de todo lo que viene de Europa, de Francia, especialmente. La obra dialoga con nuestro presente por la impunidad que tienen estos personajes que accionan con espíritu de cuerpo: nadie se entera de lo que hacen, no reciben ningún castigo y todo queda entre cuatro paredes.

-Hablaste de metáfora. ¿Cuál sería su significado?

-Tal vez lo que hace que estos personajes sean una entidad metafórica es su rechazo a comprender al otro, su falta de empatía y erotismo. La risa que nos provoca esta comedia negra nos sirve para distanciarnos y pensarnos a nosotros mismos

* Los asesinos de los días de fiesta, La carpintería (Jean Jaures 858), sábados a las 20.