Carlos Salvador Bilardo cumplió 85 años este jueves. El histórico director técnico recibió una infinidad de saludos, entre los que se destacaron el de su amada Selección Argentina de fútbol y el de su lugar en el mundo, el club Estudiantes de La Plata. "Sinónimo de Estudiantes y sinónimo del fútbol argentino" escribieron en las redes de "El León" al saludarlo. En su honor, el domingo 26 habrá un actividad especial que se llevará a cabo desde las 18 en el mítico Estadio de 1 y 57. 

Si bien nació en el barrio porteño de La Paternal, uno de los tres técnicos campeones del mundo encontró en La Plata el lugar propicio para forjar los cimientos de su grandeza. Sus hitos, la búsqueda de la perfección y las cábalas que lo acompañaron una y otra vez, quedarán por siempre en la memoria de todo futbolero. 

En la capital de la Provincia de Buenos Aires fue declarado Ciudadano Ilustre por parte del Concejo Deliberante de La Plata, un día después de cumplirse 36 años del campeonato mundial de México. Pese a ello, el inicio de su historia dentro de la ciudad se remonta al año 1965, cuando Estudiantes de La Plata decidió ficharlo y fue por ese entonces que arribó a la ciudad que lo vio triunfar. Tras su debut en la primera de San Lorenzo en el año 1958 y un breve paso por Deportivo Español, Bilardo recaló en la ciudad de las diagonales y, sin saberlo, se encontró con quien sería su gran mentor: Don Osvaldo Zubeldía

En su infancia, Bilardo indirectamente demostraba su cualidad primaria: no paraba un segundo. Entre las changas que hacía vendiendo flores, frutas y verduras con su abuelo en el mercado del Abasto, el día a día en las inferiores de San Lorenzo de Almagro con el mítico Pontoni como ídolo y su trayectoria terciaria en la Universidad de Buenos Aires con el título de médico como objetivo y primer trofeo, aquel joven Carlos Salvador desarrolló la meticulosidad que lo caracterizó a lo largo de su existencia. Además de sus famosas cábalas, las cuales usaba al elegir el tren o el colectivo al cual se subiría, el hecho de no claudicar, mantener un eje y trabajar por un objetivo, fue el camino que eligió recorrer "El narigón" en su trayectoria.

Con Zubeldía como técnico y Bilardo como mediocampista, Estudiantes de La Plata libró abiertamente un batalla contra el discurso y la forma de jugar al fútbol que por aquel entonces predominaba en el deporte nacional más popular de todos. El "lirismo", el "tiki tiki" o "la nuestra", se vio sumamente confrontado por un plantel que proponía otra cosa. La rusticidad, el orden, la entrega y el trabajo minucioso, fueron los pilares que utilizó Don Osvaldo Zubeldía, casi copiando al estilo ingles y primitivo del deporte y que, queriendo o no, terminó por destruirle el castillo de naipes a aquellos que filosofaban sobre el balón, el césped, las triangulaciones lujosas y las gambetas mágicas.

Esto no quedó solamente en dichos. Con Bilardo como figura representativa del fútbol pendenciero, aquel mágico equipo de "El León" de La Plata tenía una premisa: el resultado ante todo. A diferencia de lo que suele ocurrir a lo largo de la historia, aquella jauría de animales que salía a la cancha a matar o morir acompañó sus dichos con hechos. Tras ganar el torneo de 1967 y romper con la hegemonía de los denominados "cinco grandes", los cuales se repartían los títulos de primera división entre ellos hacía mas de treinta años, en el año 1968 se consagró campeón de América por primera vez en su historia tras ganarle a Palmeiras de Brasil. En los meses siguientes, Bilardo alcanzó la gloria máxima tras ganarle la Final Intercontinental al Manchester United de George Best como visitantes en Old Trafford.

En 1969 repitieron la epopeya y Carlos Salvador alzó nuevamente la Libertadores tras imponerse ante Nacional de Uruguay. Lo mismo ocurrió al año siguiente, cuando se consagraron tricampeones de América tras vencer a Peñarol, también de Uruguay. Bilardo y compañía eran los primeros tricampeones de la historia del torneo, título que ostentan todavía en la actualidad, y resultaba llamativa la actitud de los medios de comunicación, que no le brindaban siquiera una tapa de diario al equipo que más alto representaba al deporte nacional a nivel mundial.

El periodismo deportivo de la época se ocupó de posicionarse de la vereda de enfrente y eso fue algo que lo marcó a Bilardo y que lo acompañó por el resto de su carrera. A quienes optaban por un estilo de fútbol marcado por el lirismo y la pelota al pie, la "Escuela Bilardista" directamente les molestaba. Se los acusaba de antideportivos y se avasallaba contra ellos desde los periódicos, generando un sentido común en los lectores que emparentaban al "bilardismo" con "jugar mal".

A los 32 años se retiró de la actividad futbolística, y saltó al banco de suplentes de su amado Estudiantes. En el año 1971 y a pedido de sus ex compañeros, "El Narigón" dirigió algunos partidos y realizó un magnifico cierre de torneo. Pese a ello, decidió renunciar y retornó a la conducción técnica dos años después, también en Estudiantes. En 1977 dirigió a Deportivo Cali de Colombia y conoció una de sus armas más utilizadas en el futuro: empezó a grabar los partidos. El recurso que le permitía analizar a sus rivales en la previa a los partidos y analizar los movimientos de sus equipos, lo acompañó durante el resto de su vida. En 1979 dirigió a San Lorenzo de Almagro y luego fue el turno de la Selección Colombiana de Fútbol, donde fracasó en su intento de clasificar al Mundial de España 1982. 

Ese mismo año, Bilardo regresó a Estudiantes y conformó una verdadera máquina con la que se consagró campeón del Torneo Metropolitano Soberanía 1982. Con jugadores que derrochaban calidad como Alejandro Sabella, José Daniel Ponce, Marcelo Trobbiani, Miguel Ángel Russo y José Luis "Tata" Brown, Estudiantes registró 54 puntos de los 72 en juego, convirtiendo 50 goles y recibiendo solamente 18.

Aquel título nacional con el club de la capital bonaerense lo catapultó a la conducción técnica de la Selección Argentina. Tras ocho años de mando a cargo de César Luis Menotti, quien se paraba en la vereda antagónica dentro de los estilos futbolísticos, Julio Grondona contrató al polémico Bilardo para que se haga cargo del seleccionado. Entre la realidad adversa y la mitología, son varios los testimonios que señalan que al rechazo de la prensa nacional, algo que ya conocía, se le sumó el enojo del Presidente de la Nación Ricardo Alfonsín, un hicha de Independiente que hablaba poco y nada de fútbol, que también pedía "correr" a Bilardo del seleccionado. 

Bilardo había viajado a Europa a decirle a Diego Armando Maradona, personalmente, que él sería su capitán en la selección. Allí se gestó la comunión histórica que significó el lento despegue a la gloria. Pese a ello, nadie confiaba en Bilardo. La relación con la prensa empeoró tras una serie de malos resultados en partidos amistosos previos y una clasificación milagrosa en cancha de River, lo que significó una ida a México bajo las sombras de la incertidumbre. La decisión de dejar afuera a Daniel Passarella y convocar a Brown, quien no tenía club, fueron gotas que casi rebalsan el vaso. Pero resistió. 

En México todo cambió. Sería en vano describir cada partido, cada gambeta gloriosa del jugador más increíble del siglo y la emoción vivida por aquellas horas. Con la implementación y la refundación del sistema 3-5-2, Bilardo conformó un equipo que culminó el imponiéndose en la final ante una verdadera maquina alemana. Con la decisión de empoderar al 10, Bilardo le brindó a una generación entera un ídolo que completó todos los huecos de la vida vistiéndose de dorado por el resto de la eternidad.

Ser campeón del mundo no conformó a Bilardo. Como ya lo había hecho en reiteradas oportunidades, fue por más. En el mundial de Italia 1990, con un equipo renovado pero cargado de desgracias, lesiones y expulsiones, la selección Argentina logró de manera impensada llegar hasta la final, donde enfrentó nuevamente a los alemanes y cayó por un gol a cero. Carlos Salvador Bilardo estuvo a ocho minutos, de consagrarse bicampeón mundial siendo técnico. O al menos, de forzar esa esperanza a través de los penales, que tanto habían ayudado para que el seleccionado que todavía era conducido por el juego de Maradona, abrieran esa oportunidad. 

Tras su etapa como seleccionador nacional, Bilardo desarrolló su carrera como entrenador acompañado de "el hijo que nunca tuvo", tal como él mismo describió a Maradona, quien lo secundó al Sevilla de España y luego a Boca. Un nuevo paso por Estudiantes y las selecciones de Libia y Guatemala vieron al "Narigón" continuar con su carrera en el banco de suplentes, quien luego desembocó en la radio y la televisión, donde grabó momentos tan desopilantes como preciados.

Por estas horas, Bilardo cumple años, pero en realidad, siempre cumplió. En el sentido más amplio del concepto. Tanto en el triunfo como en la derrota y a pesar de las críticas ensañadas y desmedidas hacia su persona, Bilardo promovió incansablemente la unidad, la hermandad y el "ser buena persona". Cumplió con sus amigos y cumplió con su familia, porque pese a "estar poco" con ellos, todo lo que obtuvo fue a parar ahí. Cumplió con los clubes y con los planteles que dirigió, porque se desvivió en los detalles para no dejar nada al azar. Cumplió con los hinchas, porque no hay un argentino que no haya festejado algún triunfo del "Narigón" y, pese a que él llorando dijo que "se olvidó de vivir", Bilardo le cumplió a la vida y a su propósito. Porque impuso, innovó, mejoró y enseñó. Marcó un camino y dejó un legado: lo importante es cumplir.

Su legado fue tan fuerte que otrora cuestionada "Escuela Bilardista" ya es conocida en el mundo entero. Esa forma de ver, vivir, sentir y jugar el fútbol, tendrá su propio homenaje el domingo 26 de marzo desde las 18. El histórico Estadio Jorge Luis Hirschi, testigo de las hazañas más significativas de la historia del Narigón, agasajará la tercera edición de Otra Cultura, la muestra multidisciplinaria a cargo del Colectivo Cultural Alejandro Sabella que difunde la historia del León en manos de artistas 100% pincharratas.