Las observaciones impresionistas corroboran datos que el oficialismo maquilla, tergiversa o niega.

Los cierres de fábricas devastan la economía local en decenas de pueblos y ciudades de todo el país.

Contra lo que preconizaba el proyecto de tesis doctoral (inédito) del ex ministro de Hacienda Alfonso Prat Gay, la suba del dólar se propaga a los precios de los productos de primera necesidad.  

En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se multiplica el número de personas en situación de calle. El jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, lo discute o se hace el distraído. Pero estudios serios de ONG lo corroboran, por si hiciera falta: cualquiera que camine por las calles porteñas se da cuenta. 

Docentes de escuelas bonaerenses lamentan que se repita una escena cruel, olvidada desde principios de siglo: los chicos guardan parte de su almuerzo para llevarla a sus casas. Hace cosa de seis años se observaba el fenómeno inverso: pibas y pibes preferían comer en familia o llevar su propia vianda a los colegios porque era más rica y la familia estaba en condiciones de bancarla. El hecho fue anotado en un informe de seis universidades nacionales sobre el impacto de la Asignación Universal por Hijo (AUH) publicado entonces en PáginaI12: Los cambios en la escuela, en la mesa y en el trabajo https://www.pagina12.com.ar/ diario/elpais/1-179078-2011-10-17. 

Altri tempi…. Hoy y aquí, los comedores comunitarios no dan abasto, hace falta aceptar más comensales y, en el cruel mientras tanto, “alargar” la comida, aguarla, meter más fideos y menos proteínas. Proliferan reclamos para que se declare la emergencia alimentaria, justo en los días en que la Sociedad Rural vive su fiesta ostentosa. Las crónicas de los diarios hegemónicos describen con fruición las pilchas, los cotorreos, cuánta carne de primera consume la clase dominante. 

Las inversiones extranjeras remolonean. Quizás sigan el ejemplo del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, que retiene la mayor parte de su patrimonio en el extranjero. 

El Gobierno tiene en carpeta una reforma laboral cuyo contenido estricto se ignora. Estamos invalidados, por ahora, de especificar si es regresiva, reaccionaria o filo esclavista como la brasileña, que circula como texto de culto por varios despachos ministeriales.

La intención de los candidatos del espectro opositor, formulada con mayor o menor coherencia o énfasis, es que esos ítems formen parte de la agenda electoral. El oficialismo opera para que las elecciones se cifren en otros aspectos. Que no sean un veredicto sobre ese paquete, al que cualquier persona que lea este diario podría agregarle decenas de retrocesos y violaciones institucionales.

El presidente Mauricio Macri pide el voto para conseguir expulsar de la Cámara de Diputados al ex ministro Julio De Vido. Esconde un cuchillo bajo el poncho: la acentuación del programa económico, cuyos resultados se ven y palpan.

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Sueños de un seductor: Al asumir, Macri eligió como paradigma al presidente Arturo Frondizi. El PRO llegaba ligero de equipaje, sin tradiciones: “dibujó” su prosapia. Un año atrás, cuando inauguró la exposición Rural, el presidente repitió el mantra de pasar de ser el granero del mundo al supermercado del mundo. Anunció soluciones prontas para los tamberos. Todavía se creía en el repunte del segundo semestre. Promesas incumplidas de campaña, segunda parte…

En materia política, el Gobierno sacaba pecho: se leía a la ofensiva y ganador. Creía que la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner había dejado de ser rival. Fantaseaba con armar un Commonwealth de gobernadores peronistas, aliviados del lastre K. Quién le dice, una pata justicialista de Cambiemos.

Les abrió las puertas, algo de dinero fluyó, se concedieron reuniones, se sacaron fotos. Todos comían de la mano de Mauricio, el diputado Sergio Massa viajó como chaperón a Davos. El ministro del Interior, Rogelio Frigerio (nieto, de otro desarrollista), operaba y trenzaba. Era, y es, uno de los contados integrantes del gabinete que pesca algo de política. 

La ambición de cooptar se extendía al movimiento obrero. A fines de abril, Hugo Moyano se despidió con un acto a su vieja usanza: crítico, masivo, bullanguero. El verbo contradijo el clima de protesta, sin anularlo. Participaron las dos CTA, confluyó una muchedumbre de laburantes.

La transigencia del triunvirato que reemplazó a Moyano alentó las esperanzas del macrismo. Los compañeros jerarcas les parecían comprensivos, sensatos, mansos y tranquilos.

Se concedieron atención y recursos a los movimientos sociales, descontando que –consumido el kirchnerismo– serían una rara vertiente del oficialismo o una oposición tibia. La ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, articulaba esas relaciones: había que prevenir el estallido.

El esquema empezó a hacer agua con los tarifazos del ministro de Energía, Juan José Aranguren. Se descubrió que el Poder Judicial distaba de ser homogéneo, no todo es Comodoro Py en la vida. Hasta la Corte Suprema se vio forzada a anular los aumentos, resueltos sin audiencias públicas. 

Ahorramos la crónica minuciosa añadiendo solo la seguidilla de movilizaciones de marzo de este año, que el Gobierno creyó haber contrarrestado con una marcha menos numerosa que cualquiera de las que enhebraron distintos sectores de la sociedad civil. Pluralistas, transversales, pacíficas, imponentes casi todas. 

Durante este año se exacerbaron los despidos, la baja del poder adquisitivo de los salarios. Stanley cortó sin avisar los pagos de pensiones no contributivas. Dejó sin su mensualidad a colectivos de pensionados o jubilados: emparejó hacia abajo, el viejo truco.

Las elecciones llegan en ese contexto, agravado con diatribas de Macri a las “mafias” sindicales, intervención al sindicato de Canillitas resuelta por un juez penal, desaires a las organizaciones sociales, represión a trabajadores despedidos. 

Cuando faltan dos semanas para las Primarias Abiertas (PASO) se observa que Cambiemos no engrosó su coalición. No ha sumado gobernadores, intendentes, ni siquiera dirigentes más o menos sueltos. 

Los gremialistas y los referentes de movimientos sociales también tomaron distancia. Hoy son todos opositores, figuren o no en las listas de candidatos.

No fue magia…apenas funcionó la dinámica de la representación acicateada por el programa impopular o antipopular del macrismo.

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Cada cual atiende su pago: El gobierno central maneja una caja todavía solvente, legado de la “pesada herencia”. Predomina en la relación con las provincias. De cualquier modo, siempre se negocia, se pulsea o se pacta. 

Conservar el territorio y una cuota de poder propio es la primera tarea y la principal habilidad de los gobernadores. Las elecciones son una prueba de fuego, el que se debilite se apronta a atravesar dos años difíciles y, cruz diablo, a ser derrotado por sus adversarios locales. Los que no tienen la camiseta amarilla están “condenados” a ser oposición al gobierno nacional. Ahí reside uno de los encantos de las votaciones cada bienio: el voto se federaliza de pálpito.

Vayamos a algunos ejemplos, tomados como muestra. Podrían multiplicarse: un paisaje expandido, matizado por el color local.

n En esta semana Macri sobreactuó la bronca con el mandatario tucumano Juan Manzur. Tan mansito y sonriente era el hombre, ahora se muestra desafiante. El principal problema de Manzur no es, estrictamente, Macri sino el radical José Cano a quien batió dos años atrás. En ese trance, Cambiemos denunció fraude, intentó anular las elecciones, le movió el piso a Manzur. Una provocación semejante jamás se perdona u olvida. 

El Plan Belgrano se concibió como una herramienta para desarrollar (ejem) el NOA y, de paso cañazo, fortificar a su titular, el mentado Cano. Cuesta comprender qué causas coadyuvaron a que el ambicioso proyecto esté paralizado. Uno apuesta unas fichas a la falta de sensibilidad social del variopinto elenco económico del Gabinete, en cóctel con marcada incapacidad de gestión. 

De cualquier manera, Cano está al acecho. Manzur, como sus pares, se juega todo. Tanto que el vicegobernador encabeza la lista de diputados nacionales.

La fuerza gravitatoria determina polarizar, máxime en tiempos de malaria y empobrecimiento. El gobierno tucumano resalta que cerró la paritaria docente antes que la nacional, por un porcentaje mayor, que tuvo más días de clase que, por ejemplo, Buenos Aires o la CABA. Un poco por molestar, otro para agradecer gestiones como embajador en Washington vinculadas a las exportaciones, Manzur se reunió (“para la foto”) con Martín Lousteau.

Ostentó un encuentro con su par cordobés Juan Schiaretti. La Liga de gobernadores es una célula peronista dormida (acaso virtual)… es astuto sugerir que existe. Se programa un encuentro de mandatarios perucas, “no K”. Un mensaje bidireccional: se dirige a Macri y a Cristina que pisa fuerte en Buenos Aires y también preocupa a la mayoría de los gobernadores…para más adelante.  

  • Volvamos a Schiaretti quien fue uno de los mandatarios provinciales más cercanos a Macri. Hasta zalamero, si usted quiere. “El gringo”, que supo militar en la izquierda peronista en las mocedades, se justifica o jacta aduciendo que el pueblo de su provincia es conservador.

Como fuera, el GPS detecta elecciones y ordena recalcular. Por ejemplo, manejarse de modo parecido a Manzur: el vicegobernador es candidato, lo secunda la esposa de Schiaretti. 

La mirada del gobernador repara más en el ex árbitro Héctor Baldassi que en el ex presidente de Boca. El referí encabeza la boleta de diputados de Cambiemos, para incordio de los radicales que despotrican pero lo siguen. 

Si Schiaretti pierde la provincia en 2019, el cordobesismo entrará en un cono de sombra. Defensa propia, pura y dura.

  • El peronismo chaqueño triunfó en elecciones para legisladores provinciales, el domingo pasado. El gobernador, Domingo Peppo, manejó el armado de las listas. Sin compartir “la lapicera”, incluyó al sector del intendente de Resistencia, Jorge Capitanich. El peronismo conformó un frente con partidos “chicos” y organizaciones de la sociedad civil. Superó el 46 por ciento de los votos aunque la satisfacción no fue plena porque entró 9 diputados y renovaba 10. Cambiemos tampoco sumó, conservó sus 6 legisladores. Quedó muy atrás: a más de 12 puntos porcentuales del vencedor. El Partido Obrero ingresó un representante a la Legislatura local, por primera vez en la historia chaqueña.

El peronismo chaqueño, todo modo, quedó en pole position.

Los comicios para autoridades nacionales serán otro cantar, no están definidos de antemano ni por los antecedentes. Una provincia no es una muestra, todas son diferentes entre sí. Tal vez y solo tal vez, la forma en que se distribuyeron las preferencias (oficialismo ganador, bipartidismo marcado, avance de la izquierda) se repita en muchos distritos.

  • Será interesante observar qué rédito logró el gobernador salteño Juan Manuel Urtubey con su acercamiento mimoso al gobierno nacional, ahora que está forzado a confrontar en las urnas. Quedó fuera del dispositivo macrista, jamás será figura relevante en su elenco. Y si llegara a tener un traspié en octubre (hipótesis para nada imposible) sudará tinta dentro de dos años para conservar un lugar en el mundo o en Salta la linda. 

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Las bases también existen: La conducción colegiada de la CGT nació con una serie de debilidades. Tres es menos que uno, si de liderar se trata: la pluralidad fue condición para contener a distintos sectores, aunque no al conjunto de los sindicatos. 

Titubeos, concesiones, errores tácticos ahondaron las dificultades de origen. Aún con esos lastres, la CGT encabezó una huelga general rotunda, dos movilizaciones masivas y multicolores. Anunció la tercera para el 22 de agosto. La fecha, ulterior a las PASO, concuerda con lo que propuso Cristina Kirchner para prevenir que la movida malquistara a ciudadanos de clase media. 

En el plenario de anteayer participaron, protagónicamente, dirigentes de la Corriente Federal. Su conocido referente nacional, el bancario Sergio Palazzo y una cantidad apreciable de dirigentes más jóvenes, provenientes del interior. Todos fogueados en esta etapa, más combativos que la media de los referentes “históricos”, por convicción y porque sus bases los empujan. Esta historia continuará, todo lo indica. 

El documento que se difundió divide aguas con el Gobierno y también con la retórica cegetista previa. Enumera una lista de “no pasarán”, enfrentando objetivos inmediatos del macrismo. La fijación monotemática en el mínimo no imponible quedó atrás. 

El texto no habla sobre las elecciones pero no deja resquicio para imaginar apoyos a Cambiemos. Su programa económico laboral es rechazado de plano.

El poder, el mandato, la conducción son relaciones entre personas, de ida y vuelta. Los jefes gremiales no tienen, desde hace décadas, ascendiente para indicarle a sus compañeros a quién deben votar como ciudadanos. Su pronunciamiento, apenas y nada menos, refleja una percepción básica: los trabajadores se van perfilando como oposición real, social, tangible.

El triunvirato oscila pero capta que está condenado a representar. Los tres no “hacen” un Saúl Ubaldini, un Hugo Moyano, ni siquiera un Augusto Timoteo Vandor. La trayectoria, compleja, de este último, suele cifrarse en un slogan: “pegar para negociar”. Es verdad, parcial: la destreza táctica compele, llegado el caso, a contragolpear cuando el otro pega primero, como en esta coyuntura.

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En los despachos y en la calle: Las organizaciones sociales, a su vez, nacieron “condenadas” a negociar con el estado por trabajo, subsidios, planes o programas. Tratativas y regateos son su cotidianeidad.

El Gobierno supuso que los tendría a raya (o en el bolsillo) atendiéndolos y poniendo plata mientras empobrecía a cantidades crecientes de argentinos. No funcionó así, nunca del todo.

Para conservar posiciones y la adhesión de su gente, las organizaciones se movilizan y van quedando más enfrentadas al Gobierno. Los diputados de izquierda o del Movimiento Evita no votaron contra la expulsión de De Vido por empatía o complicidad sino en defensa propia. La criminalización de la protesta social los apunta, la política de seguridad va por ellos.

El cuestionamiento y las denuncias de Juan Grabois al periodista Jorge Lanata por el tratamiento perverso al “Polaquito” expresaron bien la divisoria de aguas. Dicho sea al pasar, también las destacadas capacidades y competencias del dirigente.

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Dos tercios en busca de un autor: La oposición social y política congrega a dos tercios de la población, mala noticia para Macri. La, transitoriamente, buena es que está fragmentada en un archipiélago de representaciones.

Desde que se implantó el sistema electoral con ballotage, tres presidentes ganaron en el primer turno: Carlos Menem (1995), Fernando de la Rúa y Cristina, en dos ocasiones. Los elegidos con anterioridad, Menem (1989) y Raúl Alfonsín no hubieran precisado segunda vuelta porque superaron largamente el 45 por ciento del padrón. 

Solo Néstor Kirchner y Macri necesitaron la segunda vuelta. En sus dos primeros años Kirchner amplió la base política lo que demostró en las elecciones de medio término, edificó una formidable legitimidad de ejercicio. Contaba con una ventaja inicial, la condición de peronista. Y afrontaba una contra tremenda: la magnitud de la crisis cuasi terminal del 2001. 

Macri, que recibió un país en mejores condiciones, se conforma con conservar el caudal de votos conseguido en la primera vuelta de 2015. La fantasía de expandir la base política y electoral quedó atrás. 

Las urnas medirán la legitimidad de ejercicio de 24 gobernadores y del presidente. También el potencial de Cristina, la única ex mandataria desde 1983 que pudo presentarse con buenas perspectivas a competir, solo dos años después de dejar la Casa Rosada.

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