En la 1ª. Sección del Delta del Paraná -que es la más próxima a la costa del continente- existe un territorio que supo ser recorrido y amado por Haroldo Conti. El escritor, periodista y militante revolucionario, tuvo su casa en el arroyo Gambado, un pequeño curso de agua que une los ríos Luján y Sarmiento. Esa casa, que fue allanada por los militares tras el secuestro y desaparición de Haroldo, hoy es museo, pero el más bello relato escrito por su antiguo habitante sobre la sangre indómita de los isleños, Sudeste, permanece vivo y late en la enorme superficie fluvial que conforman el Plata, la desembocadura del Paraná de las Palmas, el arroyo Chaná y los Bajos del Temor, la islas Lucha y Nutria, el Canal de Vinculación, el del Este y el Honda, el río Urión, el arroyo Anguilas – vecino al río Luján y al San Antonio- el Dorado, y el Arroyón hasta el Fondeadero.

No muy lejos de esa zona, pero remontando el Luján aguas arriba, o el Paraná hasta pasar el arroyo 9 de Julio y el río Capitán, se cruza uno con el Carapachay, un río tozudo y caudaloso que, a la altura de su número 459, supo albergar los sueños de Rodolfo Walsh y Lilia Ferreyra antes de que la patota de la Marina lo asesinara a él en la esquina de San Juan y Entre Ríos. En esa casa isleña aún se conservan -gracias a Daniel Argüello que la descubrió por casualidad y la restauró para quienes admiramos a Walsh- el cuarto donde éste escribía, las plantas que sembró y cuidó junto a Lilia y una extraña bañadera con cuatro patas, totalmente enlozada, que fuera mágicamente donada a la pareja, como maceta para el jardín, por Pirí Lugones, aquella otra escritora militante, nieta de Leopoldo e hija de Polito Lugones, el inventor de la picana eléctrica con la que, en 1977, sería torturada por los genocidas hasta la muerte.

La vida y el río unieron a estas mujeres y a estos hombres a partir de su amor inconmensurable por el Delta del Tigre y por el compromiso íntimo, sereno y firme de dar todo por una sociedad más justa, más igualitaria, más libre, más soberana; una sociedad en la que el hombre ya no fuera su propio monstruo opresor, ni pretendiese domeñar la Naturaleza al precio de su destrucción.

Para aquella época en la que el terror se enseñoreó en toda la Argentina, el Delta también dejó de ser un remanso de paz. En su 3ª. Sección, la más alejada de las costas de Tigre y San Fernando, los genocidas instalaron en una casa sobre el arroyo Tuyú Paré, un centro clandestino de detención donde ocultaron a un grupo de militantes que estaban secuestrados en la ESMA, para que no fueran localizados por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que se encontraba de inspección en el país. El lugar, conocido con el tenebroso nombre de El Silencio, pertenecía al entonces provicario castrense Emilio Teodoro Graselli y tres socios más. En 1979, este cómplice del genocidio vendió fraudulentamente la propiedad a la patota de la ESMA que utilizó un documento de identidad de un detenido desaparecido para la escritura. Gracias a los sobrevivientes de ese horror criminal, el sitio fue señalizado el 7 de septiembre de 2019 cuando se cumplieron cuarenta años de la visita de la CIDH a la Argentina.

Con el advenimiento de la democracia, los habitantes del Delta también iniciaron un nuevo período. Los antiguos oficios isleños vinculados a las explotaciones frutales y de la madera, como así también al junco y sus derivados artesanales de la cestería, fueron cediéndole paso a la jardinería, a la construcción de casas, muelles y tablestacados y a la apertura de almacenes, parrillas, pizzerías, despachos de comidas a domicilio y lanchas taxi.

El comercio inmobiliario, así como el vinculado a todas las ramas de la náutica (venta de embarcaciones, motores, repuestos, talleres de reparación y astilleros menores, deportes varios, etc.) experimentaron un crecimiento considerable con una directa repercusión en la inauguración o remodelación de clubes costeros, amarras y guarderías para embarcaciones. Y aunque esta expansión de la actividad económica fue registrándose proporcionalmente en cada una de las tres secciones del Delta, el mayor impacto se dio y se da en la primera de ellas. Con una superficie poco mayor a los 200 km², limitados por el río Paraná de las Palmas, el canal Gobernador Arias, el río Luján y el Plata, esta 1a. Sección vio llegar la electricidad en los años 90.

A partir de ese hecho todo cambió. La mayoría de los isleños tenía electricidad gracias a los nobles motores nafteros marca Villa que, al tiempo que ponían en movimiento las bombas para extraer agua del río, cargaban mediante una dínamo las baterías de 12 voltios con las que alimentaban las viejas lámparas incandescentes. Los menos contaban con grupos electrógenos y ambos sistemas fueron adoptados también por los nuevos habitantes de las islas, aquellos que con sus ahorros adquirieron lotes en venta y levantaron sobre palafitos las típicas casas de la zona a la vera de ríos y arroyos. Eso fue así hasta que llegó el tendido eléctrico, una maravilla de la modernidad que toda la población, autóctona y de fines de semana, conoció recién cuando el siglo XX tocaba a su fin. Entonces, las viejas heladeras a gas de garrafa, o a kerosene, y las instalaciones hogareñas de 12 voltios, fueron remplazadas por toda clase de nuevos y eficientes electrodomésticos que, por cierto, cambiaron la vida a sus felices y sorprendidos usuarios. Pero no duró mucho, al menos en aquella zona que los lugareños bautizaron, no sin sorna y con mucho realismo, el “Triángulo de las Bermudas”.

Se trata de un sector comprendido por el río Urión y su continuación en el canal Honda hasta el Paraná de las Palmas; desde éste, por el 9 de Julio y el Sábalos hasta el Dorado; de aquí hasta el San Antonio y luego hacia el canal de Vinculación. En esta zona hay centenares de casas, negocios, recreos y una escuela, la Provincial No. 17, que está a orillas del Honda y frente a Fondeadero. Toda esta zona es la que registra la mayor cantidad de cortes de luz dentro de la 1a. Sección y las respuestas de la empresa EDENOR a los desesperados reclamos de los pobladores afectados es siempre la misma porque, como no podía ser de otra manera, las da una máquina y no un ser humano de carne y hueso.

Y que conste que esta situación no es de ahora, que hubo sucesivas olas de calor, sino que, según los vecinos, viene reproduciéndose desde hace años cada vez que sopla un pampero, o llegan las lluvias fuertes. Los tendidos eléctricos, amenazados por la vegetación circundante que no es controlada por la empresa, así como los transformadores y fusibles de seguridad, que no han sido modernizados desde los tiempos de su primigenia instalación, se convierten en una red obsoleta e ineficiente por la carencia absoluta de atención y de inversión en equipos nuevos. Sin ir muy lejos, este fin de semana, con la tormenta, se cayó el transformador que está al lado de la Escuela No.17, pese a que los vecinos del lugar, las madres y padres de los alumnos y el cuerpo docente venían advirtiendo a EDENOR, desde hace tres meses como relatan y muestra la foto, que los postes de soporte estaban cada más inclinados con el consiguiente peligro para todos los integrantes de esa comunidad educativa. Al final el transformador se desplomó, la escuela tuvo que ser evacuada de urgencia y, hasta el día de la fecha, no ha sido reinstalado. En el “Triángulo de las Bermudas -dicen- hasta la luz desaparece”.

Esta grave situación contrasta con la inauguración realizada por el gobernador Axel Kicillof en la isla Martín García (“La Isla Martín García ya está iluminada”, por Fabián Restivo, Buenos Aires 12, 16 de marzo de 2023). A 209 años del inicio de la soberanía argentina en la isla, el gobernador inauguró “el Parque Solar con sistema híbrido de generación, el balizamiento de la pista de aterrizaje con luminarias led, termos solares, además de mejoras en la red eléctrica existente con nuevas luminarias y equipo de emergencia para la sala de primeros auxilios”.

La respuesta oficial comporta, en la práctica, un fortísimo cuestionamiento a la inoperancia de la empresa privada. Aquí, el Estado, no sólo ratifica su condición de guardián de la soberanía en la Isla, sino que lo hace teniendo en cuenta el interés primordial de los isleños que es mejorar su calidad de vida.

Este 24 de marzo se cumplen ya 47 años del inicio del genocidio perpetrado por la dictadura militar, cívico y eclesiástica y, en diciembre próximo, se conmemorarán los primeros 40 años de democracia ininterrumpida. Pero la situación aquí descripta y el contraste manifiesto entre la acción del Estado provincial y la inacción de la empresa EDENOR, ponen de relieve y enfatizan aquello que “Groussac”, nuestro entrevistado en la nota del pasado 3 de marzo, afirmara con contundencia: “¿Sabés qué se está discutiendo en este país? (…) Si ellos pueden finalizar lo que comenzó con la dictadura o si nosotros podemos avanzar con lo que inició el peronismo. Ni más ni menos. Eso: una nueva sociedad, una nueva época”.

A lo que apenas habría que acotar: sí, una nueva época como la que soñaron Haroldo Conti, Rodolfo Walsh, Pirí Lugones y los 30.000.