Los expertos coinciden en que, producto del cambio climático, las olas de calor serán cada vez más frecuentes e intensas. A esta altura, con Estados Unidos fuera del Protocolo de Kioto, el pacto internacional para regular la emisión de gases contaminantes, parece más que difícil abordar las causas globales que nos trajeron hasta acá. La pregunta siguiente es, entonces, qué pueden hacer los gobiernos nacionales y subnacionales para mitigar o controlar daños, especialmente desde la perspectiva del sur. 

Natalia Cappelletti es doctora en Ciencias Biológicas, investigadora adjunta del Conicet en temas de medio ambiente y contaminación, y profesora en la cátedra de Química de los Contaminantes de la licenciatura en Ciencias Ambientales de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV) y aporta su perspectiva del tema a Buenos Aires/12.

--¿Existen políticas de mitigación al alcance de gobiernos nacionales o subnacionales? 

--Hoy se habla de proteger a la población de los eventos climáticos extremos, asumiendo que en el corto plazo esos eventos ya no son evitables, ya se trate de una sequía, una inundación, una ola extrema de calor como la actual o de frío. Un elemento central es la alerta temprana: actuar a tiempo, por ejemplo, para desplazar a la población que está a la vera de un río o contar previamente con reservas de agua para riego o consumo humano o animal, cobertura vegetal que retenga agua, asumir que ciertos cultivos pronto ya no serán viables y empezar a trabajar en su sustitución. Todo esto puede hacerse a nivel provincial o incluso municipal.

--¿Qué capacidades se requieren para ello? ¿Hay casos de éxito? ¿Qué chances tiene nuestra región?

--La investigación es clave, sin duda, tanto tecnológica como en ciencias básicas. Las soluciones se basan tanto en conocimiento tecnológico como en conocimiento de la naturaleza, del funcionamiento de sus sistemas para utilizarlos en beneficio propio. Sobre ese conocimiento se montan los factores tecnológicos. Existen y se dan cada vez con mayor frecuencia, especialmente los que sufren situaciones más acuciantes. Por ejemplo, los países de Centroamérica, que tienen mucha población sobre sus zonas costeras y esas zonas se van reduciendo y quedando bajo el agua. Un recurso habitual es la reforestación con manglares, que son muy resistentes y evitan que el mar se lleve el sedimento y hacen frente a esas subidas y bajadas del nivel del mar. En los países donde el agua es un recurso crítico, por sequías prolongadas, se acumula agua de lluvia al máximo, a través de reservorios. La forestación con especies con buena capacidad de retención de agua es otra estrategia. Quienes más acciones en este sentido han implementado son los que ven la inminencia de eventos con consecuencias dramáticas a nivel social y económico: algunos países centroamericanos, el este de Europa y las islas de Asia Pacífico.

--¿Están esas políticas de mitigación en las agendas gubernamentales o se requiere de mayor presión de la sociedad civil? 

--El cambio climático está claramente instalado en la agenda internacional, en las instituciones o encuentros multilaterales. Es más difícil saber cuál es el compromiso de cada uno de esos gobiernos cotidianamente, a nivel doméstico. Un problema es que el éxito o fracaso de estas medidas no se define en un año ni en dos, sino en plazos mucho más largos, de por lo menos diez años. Muchas veces, los gobiernos en simultáneo deben enfrentar situaciones económicas o sociales acuciantes y priorizan esas cosas

--¿Tiene algún efecto el llamado cambio actitudinal, como por ejemplo no usar el auto o evitar el uso de los descartables, mientras no se modifique la dinámica de producción y acumulación global?

--La sociedad civil tiene una cuota de responsabilidad y poder muy importante en este tema, aunque muchas veces cae en la misma dinámica de los gobiernos de priorizar otras cosas. Creo que las medidas de concientización son muy importantes.La sociedad civil podría revertir vicios o carencias de la política. El cambio actitudinal, más allá de su impacto en materia de reducción de emisiones o reciclado de materiales, implicaría una actitud mucho más firme y de presión ante los gobiernos, más madura. A la vez, no podemos soslayar que el 60 por ciento de las emisiones de gases que provocan el efecto invernadero corresponden a países desarrollados, a los que nosotros les debemos dinero. Hay que plantear seriamente que estas inversiones en mitigación deben ser, al menos parcialmente, financiadas por ellos, que además son nuestros acreedores en términos financieros.

--¿Existen previsiones de máxima y de mínima de la evolución de estas variables para los próximos años? 

--Es muy difícil prever y cuantificar. Sí sabemos que a este ritmo de consumo de combustibles fósiles y producción, sabemos que en 2050 la temperatura va a estar 2 grados por arriba de la del siglo XVIII, cuando el objetivo era 1,5 grados. Con esa base, estamos más expuestos a todo tipo de catástrofes. Con lo que estamos haciendo no va a alcanzar.