En agosto de 1978, con el Mundial todavía fresco, El Gráfico publicó una nota a Américo Rubén Gallego en la que declaró entre otras cosas. “Me di cuenta de que todo pasó muy rápido, tanto que casi no tuve tiempo de disfrutarlo. A la semana de terminado el Mundial, Newell's jugó con All Boys en Buenos Aires. No había casi nadie en las tribunas, hasta el árbitro Pestarino se dio cuenta de que yo miraba todo confundido y me hizo una broma. Yo no entendía nada, veníamos de jugar con el Monumental repleto la final contra Holanda, y en All Boys no había casi nadie en las tribunas. Los pocos que estaban me aplaudieron, pero pensé que en cuanto pusiera una pierna fuerte me iban a silbar. Y así fue nomás. Y me dije: Bueno Tolo, volviste a la normalidad, adelante que hay que ganar acá”. 

Eran otros tiempos de menos repercusión mediática, de menos explotación del negocio del fútbol que nada tienen que ver con este presente de fiesta interminable, El primer partido de la Selección de Menotti se jugó contra Bulgaria recién en abril del 1979, casi un año después del Mundial, con algunas variantes en la formación respecto del equipo de la final.

Argentina formó con Fillol; Olguín, Galván, Passarella, García; Barbas, Gallego, Maradona; Houseman, Reinaldi, Ortiz. No estuvieron ni Tarantini, ni Luque, ni Ardiles, ni Bertoni, ni Kempes.

La Selección del '86 también demoró un año en volver a jugar. Fue en Zúrich ante Italia, una derrota 3-1. Después jugó en Buenos Aires contra Paraguay y perdió 1-0. También con algunos nombres diferentes a los de aquellos que habían obtenido la Copa del Mundo en México.

¿Qué pasaba con esos equipos? ¿No eran reconocidos por la gente? ¿No atraían? Si eran reconocidos, si atraían, pero los contextos eran distintos. No había tantos programas futboleros de TV, no había tanta manija y las redes no existían. Todo eso al margen de que esta Selección de Messi y Scaloni alcanzó una extraordinaria comunión con el público. 

El enamoramiento del equipo con la gente ya venía asomando desde la Copa América, y alcanzó su punto culminante con la final épica frente a los franceses. Y por eso no sorprende que se hayan armado estos partidos contra selecciones inexistentes como la Sub 20 de Panamá o la de Curazao, y que se haya capitalizado ese amor incondicional.

Se pusieron a la venta entradas a precios carísimos, sabiendo que muchísimas personas eran capaces de pagar lo que fuera para poder testimoniarles su afecto a los jugadores que le habían dado tanta alegría ganando el Mundial. 

Lo mejor del festejo del otro día en el Monumental (y que tal vez se repita en Santiago del Estero) fueron las palabras de Messi, reconociendo a los jugadores que habían dejado el alma en anteriores torneos como en el del 2014, en Brasil, y no pudieron alcanzar el objetivo. 

Muchos de los que estaban presentes en el Monumental o lo veían por TV deben haber sentido que el tiro por elevación de algún modo los alcanzaba. No eran pocos los que tildaban de amargos o pechos fríos en su momento a jugadores como el "Kun" Agüero o el mismo Di María a los que se refería Messi.

Lo de Qatar fue maravilloso y alcanzaría fiesta para interminable, pero la gloriosa historia del fútbol argentino no empezó hace tres meses.