Tras la presentación de El otro lado de la esperanza en el Festival de Berlín, en febrero pasado, Aki Kaurismäki ofreció una conferencia de prensa, de la que aquí se reproducen algunos pasajes:

–Usted suele organizar su obra en forma de trilogías. El otro lado de la esperanza pertenece a una trilogía llamada “de los puertos”. ¿Qué lo lleva a trabajar de esta manera?

–Básicamente, el hecho de que soy absolutamente perezoso. Entonces, tener una trilogía me obliga a trabajar, porque sé que tengo una o dos películas por delante, que tengo que filmar obligadamente. Pero ya no es más una trilogía de los puertos, ahora es la trilogía de los refugiados. Espero que la tercera parte sea una comedia alegre.

–El puerto estaba ubicada en Francia, ésta en Finlandia. ¿Cuál es la situación de los inmigrantes de países pobres en su país?

–Lamentable. Mi país optó por expulsarlos, sin más. Al día de hoy llevan expulsados alrededor del 70 % de los que ingresaron, que fueron alrededor de 30 mil personas, provenientes sobre todo de Irán, Siria, Somalia y Afganistán. Lo lamentable es que no es sólo el gobierno, la población reaccionó como si se tratara de una guerra. Como cuando nos invadieron los rusos, en 1940. Algo así como si vinieran a robarte tu auto nuevo. O la cera con la que lo limpiás. O el cepillo con el que pasás la cera. No importa qué, pero vinieron a robarte algo. Y realmente no me gusta ver esa clase de actitud en mis compatriotas.

–¿Tiene esperanza de cambiar algo con su película?

Ya lo dijo Jean Renoir en 1937, cuando estrenó La gran ilusión: el cine no detiene las guerras. Pero al menos quería sugerirle a los espectadores la idea de que hoy los refugiados son otros, mañana pueden ser ellos.

–¿Qué opina sobre el modo en que Europa está tratando la cuestión de la inmigración?

–Ya no hay cruce de culturas en Europa, y lo necesitamos, porque la sangre se nos endureció. Deberíamos volver a la Sevilla del siglo XV, donde católicos, musulmanes y judíos convivían en paz y los negocios eran buenos para todos. Hasta que los reyes Felipe I e Isabel II decidieron expulsar a los moros de España.