El dinero ocupa un lugar trascendental en la idiosincrasia de Estados Unidos. Hernán Díaz, escritor que nació en Buenos Aires y por la dictadura cívico militar se exilió con su familia en Suecia, regresó al país y estudió la carrera de Letras en la UBA, luego se fue a vivir a Londres y se instaló definitivamente en Nueva York, donde empezó a escribir en inglés, descubrió que no había novelas que indagaran en el proceso de acumulación del capital. Esa ausencia inesperada resultó un estímulo para escribir una novela polifónica extraordinaria, Fortuna (Anagrama), que transcurre entre los años 20 y 30 del siglo pasado, en la que explora las vísceras del c1apitalismo americano y el poder del dinero. Trust (el título original) fue elegido por el expresidente Barack Obama entre los mejores libros del 2022, y avanza la adaptación a una miniserie de la mano de la actriz y productora británica Kate Winslet para HBO.

“Soy muy supersticioso -confiesa Díaz en la entrevista con Página/12-, me va a pisar un colectivo si te cuento lo que estoy escribiendo ahora”. El autor de A lo lejos (Impedimenta), primera novela que publicó en 2017 con la que fue finalista del Premio Pulitzer y del Premio PEN/Faulkner, trabaja en la Universidad de Columbia. Fortuna, que se presentará este viernes en la Feria del Libro, despliega cuatro novelas dentro de la novela, escritas por distintos autores: Harold Vanner, Andrew Bevel, Ida Partenza y Mildred Bevel. “La literatura es una actividad de la imaginación. Los cuatro autores son inventados. Tuve que crear cuatro guías de estilo en las que especifiqué sintaxis, puntuación y elecciones lexicales para que quedaran bien diferenciadas las voces”, revela el escritor ese manual de estilo que fue de suma utilidad para el traductor al español, el también escritor Javier Calvo.

Misoginia y exclusión

-Como escritor planteaste que la intervención política más fuerte que puede hacer la literatura es en el nivel de la forma, más que en términos de denuncias. ¿Cómo interviene tu novela “Fortuna” en este debate?

-La discusión de la literatura con la política es siempre mediada, no es inmediata. Puede ser inmediata, pero no es lo que me interesa. No me interesa la literatura de denuncia, la literatura que se plantea como una especie de intervención directa en determinados asuntos sociales y contemporáneos. No es el tipo de literatura que escriba o que tienda a leer. Los materiales de la literatura son sociales, comenzando por el hecho de que la lengua es una institución social, la lengua es ideología calcificada. Como decía Barthes: la lengua es fascista porque nos permite decir determinadas cosas o nos obliga a decir otras cosas de un modo específico. En el caso de Fortuna me pareció que tras haber hecho un extenso trabajo de archivo y leer un montón de ficción y de documentos históricos acerca del dinero, había un discurso muy consolidado en torno al capital y un modo muy preestablecido en el que se narra la constitución de las grandes fortunas. Si este libro es un tanto audaz o inesperado es porque justamente podría disrumpir estas narraciones épicas con esta forma dialógica, polifónica y coral.

-Quizá una de las intervenciones más fuertes que hacés es incluir las voces de las mujeres, ¿no?

-Absolutamente. Cuando leí las memorias de grandes prohombres de las finanzas y también novelas sobre ese mundo, descubrí que es un mundo donde las mujeres literalmente no tienen voz.

-¿La parte de la novela en la que Ida consulta los archivos podríamos decir que es autobiográfica?

-Sí. Casi todas las escenas de Ida en diferentes archivos y bibliotecas incluyen situaciones que me pasaron a mí. Una de las dificultades que encontré escribiendo la novela fue la cuarta parte con el diario íntimo de la esposa. ¿Por qué nadie lo leyó? Qué raro, ¿no? Fui a un archivo privado de un gran titán de la industria norteamericana y pedí los papeles de su esposa. Y me dijeron: “buena suerte, su letra es ilegible”. Tampoco era tan mala la letra de esta mujer, pero nadie se tomó la molestia de leerla. La misoginia ha regido la vida social de la humanidad durante los últimos 100 mil años; es una exclusión absolutamente deliberada.

-“Triunfamos, pero no somos nosotros quienes fracasamos: nos arruinan unas fuerzas que están fuera de nuestro control”, se lee en la novela. ¿Por qué la narrativa de la codicia excluye la posibilidad de ser sujeto del fracaso?

-Tiene que ver con el mito del héroe infalible, que es central en la cultura norteamericana desde los pioneros del oeste pasando por la exploración del espacio, por la idea de ser los justicieros planetarios, por los superhéroes de Marvel. La idea del superhéroe juega un rol muy importante también dentro de las finanzas. Todo lo que redunde en un triunfo es “mi” mano. Yo he sido el agente activo de esto. Todo lo que es un fracaso es algo que “me” sucedió.

-“El mercado siempre tiene razón. Nunca la tienen quienes lo intentan controlar”, se dice en la novela. Una frase que sigue resonando en este presente, ¿no?

-Sí. Yo no empecé a escribir la novela pensando en este tipo de resonancia. Pero ver esa continuidad a través de un siglo fue una revelación; los conservadores tienen la misma agenda económica desde hace 100 años.

-¿El mejor camino para acceder a la verdad de una vida es la ficción?

-No, no diría que es el mejor camino. Las matemáticas son un gran camino para acceder a la verdad. La física es un gran camino para acceder a la verdad; el periodismo investigativo es un gran camino para acceder a la verdad; el derecho es un gran camino para acceder a la verdad; la filosofía es un buen camino para acceder a la verdad. Todos estos discursos tienen relaciones diferentes con la verdad. Lo que me molesta es que se piense a la ficción como como algo que no tiene ningún punto de contacto con la verdad. Ahí planto bandera y subo la guardia porque la ficción nos ha ofrecido en Occidente una bitácora muy fiel que ha sumado experiencias a nuestra realidad. Y creo que es algo muy noble y generoso que sigue haciendo la literatura. Nuestras vidas y nuestra relación con el mundo siempre están mediadas por ficciones. Entonces, decir que la ficción es una especie de mentira o un discurso irrelevante implica no entenderse a uno mismo. El mundo y la realidad lo entendemos a través de la ficción.

-¿Hay en el nombre de Ida un homenaje a Ricardo Piglia por la novela “El camino de Ida”?

-No, no pensé en eso, pero Piglia es una presencia muy importante para mí, es alguien que fue una influencia gigante, especialmente como crítico. Piglia me enseñó a leer. Tomé su seminario varias veces y he leído la mayor parte de su obra. El lugar de la ficción dentro de la realidad es algo que Piglia pensó muchísimo, esta disposición como un poco paranoica frente a la realidad. La invitación a mirar la realidad con ojos de detective es una idea muy de Piglia también. En Fortuna aparece esta idea de cómo narrativas personales se sobreimprimen con narrativas públicas; las vidas privadas y el devenir histórico. La intersección entre estos dos discursos a Piglia le interesaba mucho.

El giro autoconfesional

-En la figura de Ida también aparece una genealogía vinculada con el quehacer literario a través del padre, imprentero anarquista. El padre compone la página; la hija escribe.

-Me interesa la tecnología de la escritura en el libro. El punto que dispara la novela es un libro que sale, ya ahí de entrada está la escritura, el libro como objeto que circula; la cuestión de la escritura a mano, la tecnología más elemental, pero también están las cartas, los diarios, los manuscritos en general. Está la máquina de escribir, que es algo importante en la novela, y está la imprenta. Hay un momento en el que Ida y su papá están hablando y los dos dicen que en su trabajo de tipógrafo y ella como secretaria el presente está como deshabitado porque están escribiendo con sus manos la palabra que está en el pasado. El ahora está como desierto. Los imprenteros ven la página al revés, que es también una metáfora sobre cómo el revolucionario ve el mundo. Hay un montón de reflexiones sobre las tecnologías de la escritura, la reproducción de la escritura a lo largo de la novela, que es algo que me fascina. Algo que aprendí escribiendo el libro fue el lugar de los anarquistas; una historia que ha sido prácticamente borrada. Los anarquistas son los grandes excluidos en la historia de Estados Unidos. Tuve acceso a archivos muy completos y muy rigurosos. De 1890 a 1940 hubo casi 500 publicaciones anarquistas, pero iba a las bibliotecas y no había nada. En las primeras décadas del siglo XX hubo una oportunidad en Estados Unidos de generar un movimiento de izquierda en serio, pero fue aplastado por una represión con todo el peso de la ley y fuerzas incluso paramilitares que los grandes empresarios contrataban.

-Uno de los significados del título original en inglés, “Trust”, es confianza. ¿Cuáles son las formas literarias que generan más confianza en los lectores?

-No soy un gran lector de testimonios; es un género que no es para mí, pero en Estados Unidos hay un giro testimonial en la literatura, un giro autoconfesional, un giro fuertemente autorreferencial, un giro un tanto narcisista también de poner al “yo” en primer plano. La literatura es un ejercicio en mediaciones, me interesa explorar estas capas tectónicas que hay en la ficción y desconfío de esta pretensión de inmediatez de la autoficción. Me produce una desconfianza enorme esta idea de que “yo” con mayúsculas te puedo tocar a vos. A mi me interesa exacerbar las mediaciones. Si la literatura puede aspirar a un atisbo de la verdad está precisamente en el reconocimiento de estas mediaciones, que son las que constituyen nuestras vidas también. Paradójicamente en ese esfuerzo por presentar una verdad inmediata se está perpetuando una idea poco interesante de la verdad y en última instancia engañosa porque no es ese el modo en que vivimos nuestras vidas. Si todo siempre está mediado, ¿por qué la escritura sería el lugar de la inmediatez?

-¿Cómo juega el concepto de transparencia en estas narrativas autorreferenciales?

-La opacidad es la norma, no la transparencia, incluso en nuestras relaciones más íntimas, más personales. En momentos de gran comunión, de gran cercanía, siempre está la duda de cuán cercano puedo aspirar a estar de la otra persona, o de una situación o de un objeto.

Entre Obama y HBO

Hernán Díaz (Buenos Aires, 1973) define como una “rareza” lo que está pasando con su segunda novela, Fortuna. Desde que se publicó con el título de Trust el año pasado en Estados Unidos, el escritor estuvo en la lista de semifinalistas del Premio Booker, recibió el premio Kirkus en la categoría de ficción, fue seleccionado como uno de los diez mejores libros del año por el Washington Post, también fue elegido como “libro notable de 2022” por el New York Times, incluido entre los mejores libros del año en la revista Time, además de estar en el listado de preferencias del expresidente Barack Obama.

“Escribo desde siempre, desde que soy chico”, aclara Díaz, que empezó a publicar después de los cuarenta años, en 2017, cuando apareció A lo lejos. “Nunca nadie quiso publicar mis cosas, pero seguí escribiendo igual. Siempre me dediqué a la literatura”, admite el escritor que tiene un ensayo sobre Jorge Luis Borges editado en inglés. El escritor se refiere a lo que sucedió con Obama como “un rizo muy extraño: una novela sobre un momento histórico recomendada por un personaje histórico como el expresidente”, y reconoce que vive este reconocimiento vertiginoso con “asombro”.

Aunque intentó escribir el guion de la miniserie para HBO, que tiene como productora a la actriz británica Kate Winslet, al final desistió y prefirió quedarse con el rol de productor de Trust. “Me gusta trabajar solo y la naturaleza del cine (y las series) es muy colaborativa y de reuniones. Mi gran objetivo en la vida es no tener que ir nunca más a una reunión. El cine es como ir a reuniones todo el tiempo”, plantea Díaz y advierte que tiene prohibido contar quién es el guionista y el director. “No puedo creer que haya aceptado”, dice sobre el director de la miniserie.

*Fortuna se presentará junto con Graciela Speranza el viernes 28 a las 19 en la sala Alejandra Pizarnik de la Feria del Libro.