En el prefacio de El color de la lucha, novela del escritor Óscar Fernández que se presentará el martes 2 a las 14 en la sala Ernesto Sabato (Pabellón Azul) dentro de la programación de la 47° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, Edén Martínez dice que “junto con las formas de conjugar el verbo chingar, la lucha libre es de las cosas más difíciles de entender fuera de México”. Cuando se le pide a Fernández que intente explicar ese concepto para los argentinos, dice: “Definitivamente es algo muy mexicano. Primero lo explicaría como un fenómeno social porque hace que las familias vayan al espectáculo y se lo crean, lo vivan. Te cuenta una historia donde hay un bueno y un malo –el Técnico y el Rudo–, y ese relato está lleno de colorido, de máscaras. La gente se posesiona, vive en carne propia las injusticias del personaje”.

Ese mundo es el que aborda en este libro y el interés por la lucha libre se remonta a su infancia. El autor recuerda que la primera vez que asistió a uno de estos espectáculos con su padre, se asustó porque no entendía lo que estaba pasando sobre el cuadrilátero: “En ese momento creí que ardería Troya, que todo se pondría muy mal con esa trifulca pública. Luego comprendí que se trataba de un ritual donde la gente se deja llevar y se olvida de sus propios problemas”. Sin embargo, en El color de la lucha aborda ese mundo desde el punto de vista del luchador, “ese superhéroe de carne y hueso que no está en forma como los de la lucha libre de Estados Unidos, puede ser un hombre bajito y barrigón con una máscara y ya, pero es un ídolo”. Fernández afirma que es una filosofía de vida atravesada por la euforia y la fiesta de un pueblo.

Los padres del autor son gallegos y con la inmigración de los ’60 viajaron a Latinoamérica –él tiene familia en Venezuela, México y Argentina–, cuando Europa seguía siendo una tierra devastada por la guerra. “Yo nací en España pero me tocó crecer en la Ciudad de México, entonces mi identidad es un poco dudosa. Tienes más identidad porque conoces ambos países y los puedes ver desde afuera y desde adentro, pero también eres el que nunca pertenece; no vives aquí y no puedes hablar de política u otras cosas. Eres extranjero en todos lados, te sientes fuera de casa incluso en tu propia casa. Yo me puedo mover como cualquier mexicano, pero creo que nunca voy a ser mexicano”, explica el autor con un acento híbrido que delata esa extranjería.

Aquella fascinación infantil marcó a Fernández y, de manera casi nostálgica, volvió a ese primer amor en su madurez: “Tuve la fortuna de ver una de las mejores carteleras de la historia y poco después pude conocer en un gimnasio a uno de los luchadores más grandes de todos los tiempos. Confraternizamos e hicimos una buena amistad”. En ese momento Fernández tenía la intención de escribir sobre otras cosas, no se sentía capacitado para abordar ese universo pero el luchador le sugirió esta idea porque había leído Portavoz de la miseria, donde Fernández cuenta la historia de una indígena chiapaneca, y le había gustado ese trabajo. El color de la lucha es una biografía porque conocí a este personaje, pero no es ficción sino que está novelado: empieza con un hecho muy fuerte que a él le marcó la vida cuando era niño, unos trabajadores tocando a una prostituta que no sabía cómo defenderse y él no podía hacer nada porque era pequeño”, cuenta el escritor, y asegura que “la máscara termina siendo su mejor versión porque allí es donde adquiere otra personalidad”.

El color de la lucha también podría leerse como una historia romántica porque el protagonista vive un amor intenso con la mujer que le crea el personaje, hasta que un día ella decide irse y él comienza a buscar su rostro entre ese público eufórico que asiste al espectáculo. “Ella lo deja en la cima del éxito, enfrentándose a los luchadores más sanguinarios de su época”, cuenta, y agrega que una de las hijas del luchador hizo que se distanciaran y no pudieran concretar el proyecto del libro juntos.

Cuando se le consulta por su vínculo con lo independiente, el autor afirma que “estamos en la época donde más nos leen y menos dinero ganamos, pero yo he buscado todos los medios para llegar a los lectores”. Fernández tiene una obra que incluye doce publicaciones previas y dice que su experiencia fue diversa: pasó por editoriales, publicación independiente e incluso audiolibros. En relación a sus expectativas con el encuentro del martes, siente que “Argentina es el país más lejano y siempre he querido llegar allí; sé que es un público exigente que consume mucho lo que hay en el país porque tienen excelentes escritores, pero me encantaría que mis libros pudieran quedarse”.

* El color de la lucha se presentará el martes 2 de mayo a las 14 en la sala Ernesto Sabato (Pabellón Azul).