A menos de una semana de que Standard & Poor’s diera un informe lapidario sobre la necesidad de un segundo megaajuste (maxidevaluación y tarifazo) antes de fin de año, otra de las “big three” entre las calificadoras de riesgo mundial salió a fijar posición. Un reporte de la agencia Fitch Rating sobre Argentina destacó, esta semana, que el programa económico del gobierno de Macri tuvo un resultado “dispar”: avances en lograr “un marco monetario más fiable”, pero “una resistencia política que frenó los progresos previstos en materia fiscal y de salarios”. Advierte en este sentido, y a modo de advertencia al gobierno, que el resultado de las elecciones legislativas de octubre “podrían afectar el apetito político para realizar los ajustes restantes”. El mensaje de los dueños del capital financiero al gobierno es claro: ni un paso atrás.

 En materia de política salarial, el informe de Fitch le asigna cierto éxito al gobierno por haber logrado que los sindicatos disputen los aumentos de paritarias en función de la inflación esperada para el año, y no en base a la recuperación por la inflación pasada. Sin embargo, apunta que los resultados de algunas negociaciones sectoriales han mostrado un matiz negativo y podrían suponer un desafío al “proceso de desinflación”. Recuerda, al respecto, el acuerdo por un 27 por ciento de aumento con los docentes, y  de varios gremios privados que firmaron por encima del 17 por ciento inicialmente pretendido con el gobierno y alineado con el tope superior de las metas de inflación. 

 Pero no sólo los aumentos de salarios “excesivos” le preocupan a Fitch. El informe subraya que “el gobierno también ha optado por aguardar hasta después de las elecciones para avanzar en reformas estructurales necesarias para mejorar el clima de inversión; mientras que la reforma laboral y la tributaria podrían enfrentar mayores dificultades en medio de limitantes fiscales y sociales”. Esto es: al gobierno no le darían los números para bajarle impuestos a determinadas actividades, en tanto que la flexibilización laboral no pasaría fácil ni sin resistencia.     

Frente a ese cuadro de situación, Fitch especula que el resultado de las elecciones de octubre podría generar que el gobierno pierda entusiasmo en hacer las reformas pendientes. Por si así fuera, la calificadora y lobbista de los grandes capitales le advierte: en ese caso, también impactaría en “la confianza de los inversores, la flexibilidad del financiamiento externo y la perspectiva macroeconómica”. Casi, casi, como decirle al gobierno que, si renuncia a los otros ajustes, podría quedar sólo y sin agua en el desierto.