La música también es un diálogo. Y de eso saben bastante José Luis Aguirre y Ramiro González, dos músicos que vienen aportando al cancionero popular argentino desde hace más de quince años, aunque sus nombres empezaron a cobrar fuerza en el último tiempo en boca de colegas y públicos. Autores como Bruja Salguero, Chiqui Ledesma, Bruno Arias, Orellana-Lucca y Chechelos han interpretado sus canciones. Los une el paisaje, la tierra, pero también una profunda amistad y una manera similar de entender la canción. Una que no corre detrás de la urgencia, los cánones y lo efímero de la gran industria. Con ese mismo espíritu, los cantautores y poetas confluyen cada tanto en Amicho Dúo, un proyecto que tiene que ver con “buscar la simpleza y la espontaneidad de las canciones”, cuentan. “Tenemos muchas ganas de compartir y eso es lo que pasa en los conciertos. Sentimos que hay algo que nos trasciende y que hace que las cosas se acomoden y salgan”, dice González sobre esta juntada que sucede cuando las ganas y los tiempos de ambos entran en sintonía. Después de tocar en La Plata, Las Flores y Carlos Casares culminarán la gira hoy domingo a las 21 en Teatro Monteviejo (Lavalle 3177).

“Nos amuchamos. Cuando no hay lugar, nos achicamos un poco más para que entre uno más. En este año tan político y social es fundamental, porque amuchados no nos va a faltar nada. Nos podrá faltar lo superfluo, lo que no necesitamos, pero lo esencial no. Cuando nos juntamos para todos hay un pedazo de pan y un techo. Para todos hay una canción”, explica Aguirre sobre el concepto de su tercer disco, Amuchado (2016), que también se puede trasladar a Amicho Dúo. Amuchado parte desde la raíz folklórica de su lugar pero va mucho más allá. Hay cuarteto, cumbia, milonga, chacarera y huayno, y links directos a Silvio Rodríguez, La Mona Jiménez y Egberto Gismonti. La oda al baile “Huaynavalito”, el manifiesto poético-musical “Río”, la conmovedora “Pienso en mí”, la yupanquianas “La del sin tierra” y el cuarteto “Tranquilo pero con fiesta” marcan el pulso del disco. “Cuando voy llegando a mi casa paso por tres obras donde los muchachos están escuchando cuarteto. Es la música de nuestra gente. Me crié al lado del Club Comercio donde se escuchaba cuarteto en los bailes. Es música que siento natural, no la fuerzo. Y además es música que se puede bailar sin haber pasado por una academia; la danza es integradora”, dice Aguirre, de Villa Dolores, quien se nutrió tanto de la cultura de Córdoba como de La Rioja y San Luis, provincias aledañas.

En tanto, Ramiro González nació en La Rioja, pero actualmente vive en Cuesta Blanca, Córdoba, último pueblito camino a las Altas Cumbres. Editó tres discos solistas: Mojando la vida (2009) y El ojo de la tormenta I (2013) y Peñero (2016), y se encuentra en la producción de un disco en vivo. Si bien en las últimas dos ediciones Cosquín les dio un espacio en el escenario Atahualpa Yupanqui, lo cierto es que ambos defienden sus canciones todos los fines de semana en bares, peñas, patios y encuentros que no entran en el radar de los grandes medios. “El circo de la fama no existe. Nosotros, en este andar cotidiano de la guitarra, tocamos un día para 40 mil personas y al día siguiente para tres. Y no se me cae la cara por tocar en un lugar chiquitito; me parece que es súper digno y hermoso, porque esa gente te va a ver a vos, no va porque estás en la televisión, en la radio o en los diarios, donde sabemos que muchas veces hay que poner plata para estar. Creemos que hay que ocupar los espacios, en nuestro caso con dignidad y desde la independencia”, se explaya González, autor de canciones que ya son de todos como “Vidala sobre vidala”, “La cosechera perdida”, “Estoy donde debo estar” y “Pachamama” (con música de Pachi Herrera). 

Ambos se caracterizan por un cautivante poder de transmisión en vivo, una aguda capacidad poética para captar los tópicos de su tiempo (el desmonte, la contaminación de los ríos, la necesidad del encuentre entre tantas pantallas) y una sensibilidad que trasciende las fronteras de lo que se conoce por “folklore”. Dentro de poco, publicarán el disco debut de Amicho Dúo, que se nutre con canciones ya grabadas por ambos. “Nos faltan dos o tres temas, nomás. Lo grabamos en vivo, como era antes –adelanta el riojano–. Le pusimos un micrófono para la guitarra y la voz a cada uno, con un biombo de por medio. Salieron cosas muy bonitas. Pensábamos en la vieja época, donde solo había dos canales y se podía grabar en una sola toma, sin pinchar ni nada. Si hay desafinación o pifies, que los haya. La idea es esa, somos eso, nos gusta eso y es lo que podemos hacer”.

–¿Les preocupa la recepción?

José Luis Aguirre: –A mí me preocupa el pasado, la procedencia de las canciones, cómo escribían antes nuestros maestros, nuestros viejos. Pero cuando nace una canción, no hay preocupación, te atraviesa. Y vos tratás de traducir un mensaje que no es tuyo. No creo que las canciones sean de alguien, uno simplemente es un canal que transmite sentires, decires, cosas que le escuchás a tus amigos, cosas que dice el paisaje, el tiempo en el que vivís y que te toca traducir. Por eso escribimos así, porque vivimos en un tiempo donde la palabra escasea y tenemos que ser inteligentes y traducir nuestro pueblo. Entonces, trato de estar lo más limpio posible para hacer la traducción del mensaje sabiendo que no es mío, sabiendo que viene de algún lado, de alguien, de alguna reacción de las estrellas o de una hoja o de un trino o de una doñita cocinando en la casa. De todos lados puede venir una canción. Yo trato de ser lo más fiel posible, lo que mejor me sale, poner el mayor trabajo, porque me encanta y porque es mi oficio, como el oficio de un albañil es levantar una casa. Trato de hacer canciones con responsabilidad y después si le gusta a la gente o trasciende ya no es problema mío.