Por tratarse de un gobierno que proclama haber llegado para dar un combate frontal a la corrupción y a favor de la transparencia en los asuntos públicos, la reciente presentación de declaraciones juradas por parte de los funcionarios macristas quedó lejos de ser un buen ejemplo de ello. Sorprendentes incrementos de patrimonio, valuaciones truchas, millones depositados en el exterior e incompatibilidad de intereses son algunas de las irregularidades que enumeran los especialistas en la materia. Con todo, no hay que esperar mucha acción de parte de la Oficina Anticorrupción que encabeza la ultramacrista Laura Alonso, ella misma una de las funcionarias que duplicó su fortuna en el último año. 

Si bien a simple vista la suma de declaraciones se ve como una elegante lista de millonarios dedicados a la función pública, en el detalle se comprueba que para la tasación de la mayoría de las propiedades se utilizó un irrisorio valor fiscal. Una costumbre argentina que se profundizó durante la gestión macrista, caracterizada por los funcionarios con muchos bienes. “Para que una declaración jurada tenga algún sentido en cuanto a acercarse a la realidad económica patrimonial de la persona, el valor de los bienes tendría que ser la del mercado”, sostiene la abogada Natalia Volosin, especialista en control de la corrupción y la criminalidad económica. Si se hubieran utilizado los precios de mercado algunas declaraciones multiplicarían varias veces sus ya de por sí abultados montos finales. El caso más notorio es el del presidente Mauricio Macri pero hay varios otros. 

Mauricio Macri

Las declaraciones del Presidente siempre fueron una caja de sorpresas. La ex legisladora y hoy candidata a diputada por Unidad Porteña Gabriela Cerruti presentó el año pasado una denuncia para que se investiguen las insólitas diferencias que mostraron las presentaciones de Macri referidas al ejercicio 2014, una en la Ciudad y otra en la Nación. La causa, que ya tiene unas cuantas vueltas, todavía está en trámite. 

Tratándose del principal heredero -y durante unos cuantos años también algo así como el CEO- de un grupo económico emblemático de lo que se llamó la Patria Contratista, con crecimiento exponencial gracias a sus tratos con el Estado en especial durante la dictadura militar y el neoliberalismo de los ‘90, siempre resultó muy llamativo lo modesto de las declaraciones juradas de Macri desde que ingresó a la política. Con la intención de ser un poco más realista, en su anterior presentación había pasado de declarar 53 millones de pesos de 2014 a los 110 millones de 2015. Que no se entendiera cómo había duplicado su fortuna en un año en este caso era secundario, por lo menos parecía más verídico. En la declaración presentada esta semana correspondiente a su primer ejercicio como presidente volvió a sorprender al declarar 82 millones de pesos, un 25 por ciento menos. La clave fue que omitió declarar la parte de sus bienes colocados en un fideicomiso “ciego”, lo que trajo polémica.

El país de los ciegos

Como respuesta al escándalo de los Panamá Papers -del que la amable sala II de la Cámara Federal lo salvó este jueves de ser investigado por lavado de dinero-, Macri anunció el año pasado que colocaría sus bienes en un fideicomiso ciego, algo parecido a lo que había hecho su amigo Sebastián Piñera en Chile. Ocurrieron dos cosas. El fideicomiso no resultó tan ciego porque su administradora, Sociedad Fiduciaria SA, pertenecía al escribano general de la Nación, Carlos D’Alessio, quien renunció para evitar incompatibilidades, pero dejando la firma en manos de su flamante ex socio. Por otro lado, Macri no colocó ahí todos sus bienes sino sólo una parte. “Dijo que iba a poner todo en el fideicomiso y puso menos de la mitad. Solo acciones de compañías que podían tener alguna relación con su cargo público como sus sociedades agrícolas. Pero ese fideicomiso es ciego para todo el mundo menos para Macri”, afirma el diputado kirchnerista Rodolfo Tailhade, quien suele motorizar las denuncias opositoras contra la gestión macrista.  

Volosin sostiene que el fideicomiso debió ser incluido en la declaración jurada porque los bienes le siguen perteneciendo. “En el caso del fideicomiso no se vio el contrato en su momento ni estamos viendo ahora en la declaración jurada una explicación acerca de qué bienes no están y están”, detalla la abogada.

Otro bien que restó este año son unas plantaciones con el nombre “Masa Forest” que, según informaron en la Casa Rosada, Macri donó a su hija Antonia, con lo que la niña ya puede hacer sus primeros pinitos en el campo de los negocios. Es otro defecto de las declaraciones juradas. Como no se agregan las declaraciones de los familiares directos, no se sabe con certeza si lo que se declara como donación -Macri asegura que cedió toda sus acciones en el grupo familiar a sus hijos- es realmente así. Tampoco, obviamente, estuvieron ni están declaradas las sociedades offshore Fleg y Kagemusha reveladas a través de los Panama Papers. En la resolución del jueves, si bien cerró el expediente por lavado de activos, la Cámara Federal aclaró que la investigación por la omisión de estas sociedades en las declaraciones juradas de Macri debía continuar.

Unos pocos millones

Entre las cosas que sí declaró el Presidente está el cobro de los llamativos créditos a su amigo empresario de la construcción y contratista del Estado Nicolás Caputo y a su ex ministro y actual intendente de Lanús, Néstor Grindetti. De la operatoria se sabe poco. Caputo contó que Macri le había dado esa plata para que la “trabajara” y no quedara estática en una cuenta bancaria. Lo curioso del asunto es que los negocios de Caputo en buena medida tienen que ver con contratos con el Estado del que su amigo tiene algo que ver. Respecto a lo de Grindetti nunca hubo ninguna explicación. El intendente de Lanús también es investigado por una offshore revelada en los Panama Papers. 

Macri repatrió los casi 19 millones que tenía en una cuenta en el paraíso fiscal de Bahamas e invirtió en bonos del Estado y en acciones de YPF por un total de más de 30 millones. Declara su departamento de 370 metros cuadrados en el que actualmente vive el titular de la AFI, Gustavo Arribas, terrenos en Tandil y Pilar y la finca Pluma de Pato que compró en Salta junto a sus amigos del Cardenal Newman Nicolás Caputo, y los hermanos Pablo y José Torello poco antes de las elecciones de 2015. El año pasado ya generó controversia porque Macri declaró una cantidad de hectáreas y una valuación que no tenían nada que ver con la realidad. Esta vez tasó que su parte del campo -18,69 por ciento- en más de 3 millones de pesos. De acuerdo a la Compañía Argentina de Tierras, en el departamento de Rivadavia donde está ubicada la finca, el costo de la hectárea es entre 300 y 400 dólares si está sin desmontar y entre 1000 y 1400 dólares si está desmontada. De acuerdo a la investigación realizada por la red agroforestal Redaf el campo de Macri y sus amigos está casi totalmente desforestado, por lo que sólo la parte de Macri superaría los dos millones de dólares, once veces el valor que colocó en la declaración jurada.

En definitiva, el Presidente declaró este año una fortuna de 82.600.000 pesos, unos cuatro millones y medio de dólares, que se estiraría a los seis millones si se sumara lo del fideicomiso. Más o menos al nivel de un empresario pyme. “No resiste ningún análisis que Macri tenga ese patrimonio. Desde los 20 años manejó los negocios familiares. Si no era el uno, era el dos del Grupo, con empresas valuadas en centenares de millones de dólares. Pero una vez que ingresa a la política se convierte en una persona, en comparación con lo que era antes, pobre. Con los Panama Papers tomó estado público un modus operandi de los Macri, que es tener cuentas afuera con sociedades offshore. Para mí hablamos de muchos millones de dólares escondidos en tramas societarias offshore en paraísos fiscales, muy difícil de penetrar, por lo que se siente con confianza para hacer una declaración jurada con ese monto”, concluye Tailhade.

Arriba Arribas

El titular de la AFI, Gustavo “el Negro” Arribas, es de los pocos funcionarios que no nació rico. Conoció a Macri a través de su compañero en la Facultad de Derecho, el hoy secretario legal y técnico Pablo Clusellas, que lo incorporó como refuerzo al equipo de fútbol de egresados del Newman, y desde entonces mantienen el vínculo. Se recibió de escribano y se dedicó a hacer negocios con el fútbol, tomando como base de operaciones San Pablo. “De todos mis amigos, pensé ¿cuál es el más vivo, el más desconfiado, el más acostumbrado a toda esta cosa de las trampas?”, confesó Macri que fue el criterio que utilizó para colocar a Arribas al frente de los servicios de inteligencia, cargo para el que no tenía ninguna experiencia previa.

A un año de gestión, Arribas puede jactarse de ser el más rico entre ricos. Declaró una fortuna de 126 millones de pesos con cinco propiedades en Brasil, dos departamentos en Buenos Aires y una casa y un terreno en San Martín de los Andes. Pero lo más atractivo son las dos cuentas en Suiza en las que asegura tener unos 42 millones de pesos. El arrepentido brasileño por el caso Odebrecht, el “cuevero” Leonardo Meirelles, aseguró haber depositado allí 850 mil dólares en septiembre de 2013. Cuando los fiscales argentinos Sergio Rodríguez y Federico Delgado le preguntaron en concepto de qué había hecho esos depósitos, Meirelles les respondió: “Todos los pagos que mis empresas realizaron en el exterior son pagos de sobornos por alguna obra”.    

Con la plata afuera

Tiene cierta lógica que en un gobierno de millonarios, quienes se encargan de manejar los asuntos económicos también lo sean. Tanto el ministro de Finanzas, Luis Caputo, como el de Hacienda, Nicolás Dujovne, están en el top five de las fortunas macristas con la particularidad de que además, justamente ellos que están dedicados a traer al país inversiones extranjeras, tienen buena parte de sus ahorros en el exterior y no muestran intención de repatriarlos. 

A la par que endeudó el país a 100 años, Caputo pasó de declarar 84 millones a 124 millones pesos, quedando cabeza a cabeza con Arribas en el tope del ranking. Aunque exhaustivo en cuanto al detalle -llega a declarar un scooter y un cuatriciclo- las valuaciones de Caputo son ridículas. Un departamento de 365 metros cuadrados en Buenos Aires un millón y medio de pesos (unos 85 mil dólares) o una casa en Pilar de 160 mil pesos (9 mil dólares). Tiene una propiedad y un terreno en el country Cumelén, el enclave ultravip de Villa La Angostura en el que su primo Nicolás y el Presidente pasan las fiestas de fin de año. Conserva acciones en emprendimientos forestales y agrícolas y en la consultora APL que comparte con Alfonso Prat-Gay y Pedro Lacoste. Y declara una cuenta en Estados Unidos por el equivalente de 9 millones de pesos, unos 500 mil dólares.

Más marcado es el caso de Dujovne. El ministro viene de una familia de fortuna -su padre es el arquitecto Berardo Dujovne, dueño de la constructora que edificó la Trump Tower en Uruguay- acumula 97 millones de pesos, en su mayoría colocados en el exterior. Tiene afuera tres depósitos por 54 millones de pesos (3 millones de dólares) y participa de las sociedades Florentine Global, Jilym Company y Para Bien. En el entorno del ministro aseguraron que están vinculadas a los negocios inmobiliarios de la familia. En definitiva, de sus 97 millones de pesos, 74 millones están radicados en el exterior, novedad que probablemente espante más a los inversores extranjeros que el hipotético triunfo de Cristina Kirchner en las PASO del domingo que viene, como asegura el Gobierno que sucede. Dujovne tampoco esquiva las valuaciones absurdas: declara un departamento de 300 metros cuadrados en Capital por 570 mil pesos (31.500 dólares).  

Que ajusten los de abajo

Si hay un funcionario al que le fue bien durante el primer año del macrismo fue a la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley. En el período que achicó la ayuda social y dio de baja 170 mil pensiones por discapacidad, a “Caro” le llegó el cambio y pasó de declarar 4.300.000 pesos a 19.240.000. La ministra es hija del banquero Guillermo “Willy” Stanley, vicepresidente del Citigroup durante el menemismo y uno de los ideólogos del canje de los devaluados papeles de la deuda para la privatización de las empresas de servicios públicos. El primer casamiento de Carolina mereció una nota de la revista Caras. Duró poco. Su segundo matrimonio fue con Federico Salvai, actual jefe de Gabinete de María Eugenia Vidal, con quien tuvo dos hijos.  

Buena parte del incremento patrimonial de la ministra se debe a su mudanza. 

Dejó un departamento de 120 metros cuadrados sobre la calle Sinclair que había declarado en irrisorios 948 mil pesos para comprarse otro de 440 metros cuadrados, que valuó en 16.717.000 pesos, poco menos de un millón de dólares. Según publicó el portal Nuestras Voces, esa propiedad pertenecía al matrimonio que componen el productor televisivo Mariano Chihade y la conductora Mariana Fabbiani, también ellos parte del entorno del macrismo. Sería un tríplex que incluye pileta y quincho en la terraza ubicado en Ortiz de Ocampo al 3100, en Barrio Parque, que en su momento fue publicado a 2.200.000 dólares. Es decir, más que el doble de lo que admitió Stanley. La ministra sostiene que gran parte del dinero para la compra se lo dio su padre Willy. También figura como “donación” la manera en que adquirió su lujosa camioneta Audi Q5 que valuó en 700 mil pesos. 

El pobretón

Curiosamente, quien cierra la lista de funcionarios ricos y famosos es el que está por encima de todos, el jefe de Gabinete, Marcos Peña. Hijo del diplomático Félix Peña y de Clara Braun -integrante de la familia Braun que posee los supermercados La Anónima y el club de campo Los Pingüinos, entre otras propiedades-, declara un departamento de 77 metros cuadrados y una Suran de 2013, incluso debiéndo 8 mil pesos de su tarjeta de crédito. En total tiene 600 mil pesos.

“Las declaraciones juradas deberían ser un insumo para poder determinar cosas básicas: determinar si existe un conflicto de interés, como el caso del ministro Aranguren con las acciones de Shell, y para establecer una posible situación de enriquecimiento ilícito. El problema es que son tan alejadas de la realidad económica de las personas que no son un insumo de nada.”, concluye Volosin.