"Pusieron toda una estructura para tapar", dice. "Hasta adulteraron el libro de guardia", explica Mariano Sibuet. Es un platense raro: nació en La Plata. De 1971 y todavía con 51 años, acaba de ser el fiscal de una de las masacres más impactantes de las últimas décadas. No solo por la cantidad de muertos, sino porque los cuatro muertos eran chicos. Tres, incluso, en el comienzo de la adolescencia. Con dos secretarios, una letrada y dos empleados, más ayuda técnica para elaborar el video de cómo los policías de la Bonaerense siguieron un Fiat 147 viejo y lo balearon, en la madrugada del 19 de mayo de 2019, y con otra ayuda para diseñar los mapas interactivos, preparó la acusación que convenció a los 12 jurados. Los cuatro policías acusados fueron encontrados culpables. 

--Hay algo especial que me llamó la atención  --dice el fiscal en diálogo con Buenos Aires/12--. De los cuatro policías que terminaron condenados tres son muy jóvenes y llevan poco tiempo en la policía. Pero hay otro, el capitán, con 30 años cumplidos desde que salió de la escuela de policía. Y lo que me llamó la atención es el total desconocimiento de la normativa por parte de los cuatro, y en especial del capitán. 

--¿En qué punto desconocieron las normas?

--Estaban convencidos de que podían parar en la calle a cualquier persona. Es como si pensaran: "Y bueno, si no nos hacen caso podemos seguirlos, y si no paran podemos hacerlos parar por cualquier medio, aunque no no hayan agredido ni atacado a nadie en la calle". 

--¿Cómo concretaron esa actitud?

--Disparándole con una puntería excelente a una cubierta en un auto en movimiento. ¿No tuvieron en cuenta que un reventón puede dar vuelta un auto y hacer que se maten los ocupantes?

--¿Cuál es su respuesta?

--Se los pregunté en el juicio, cuando intentaban justificarse. No supieron responder. Daban a entender que era una forma de actuación "legal", y le pido que lo ponga entre comillas porque ésa es la impresión que me dejaron. Pero fundamento legal no tuvieron ninguno. 

--¿Puede ser fruto de un pacto de sangre?

--No puedo saberlo. Me guío por los hechos. Los hechos dicen que estábamos imputando nada menos que por homicidio agravado a dos policías que habían disparado y a dos que habían manejado. Los hechos también marcan que ya pasaron cuatro años desde los homicidios. Y que los acusados estaban con prisión preventiva. Y aun así, cuando uno supone que se estaban jugando todo, siguieron encubriéndose. Uno que justo cerro el ojo y no vio nada, otro que no puede reconocer un disparo porque antes solo escuchó disparos en entrenamiento y con protector auditivo... Los demás, que no escucharon la radio modulando nada. Otro que vio un fogonazo... No salieron de ahí. Antes del veredicto no sé cuál pensaban que sería su perspectiva laboral o de futuro, pero se estaban jugando la vida. 

--La libertad, supongo que quiere decir usted.

--Sí, claro. ¿En serio pensaron que el jurado aceptaría sus argumentos para deslindar responsabilidades? "Yo solamente manejaba", "yo no vi nada", "nadie hizo nada"... 

Policías y chicos

El fiscal se recibió de abogado en 1994. Trabaja en el Poder Judicial desde 1992, hace 31 años.  Entró a la mesa de expedientes de un juzgado criminal y correccional. "Típica burocracia de papel", dice. Y hace una lista: "Cargo de cuasi letrado al juzgado de paz de Almirante Brown. De nuevo al correccional. Juzgado de Garantías uno. Instructor del cuerpo de policía judicial de la Procuración, en 1995. Fiscalía en Tandil, en Pilar, en Mar del Plata, en Bahía. En la fiscalía de Víctor Violini. En la Procuración, en derechos humanos. Y fiscal".

Dice Sibuet que todavía lo conmueve la aplicación de la ley penal. "Me conmueve desde el momento en que recibo una denuncia y tengo que ver qué pasó, hasta cuando le pido una pena a un juez. El que denuncia está viviendo una situación personal especialísima. Siempre atiendo al que denuncia. A la víctima. Recorro hospitales buscando gente. Busco testigos. Soy el representante de la persona que me pide ayuda."

--No es su primera causa. ¿De verdad está asombrado?

--Le voy a explicar para que entienda bien qué siento. Cuando uno abraza el Derecho Penal y se desempeña en el servicio de Justicia hay dos cosas con las que cuesta lidiar.  Una son los hechos delictivos cometidos por personal policial. Usted trabaja con ellos. Son sus auxiliares. Entonces, al tener que acusarlos, uno tiene la sensación amarga de que defraudaron sus expectativas. Los conozca personalmente o no los conozca. 

--¿Y la otra situación difícil?

--Cuando las víctimas son chicos. Nunca nos podemos acostumbrar a eso. No lo tolera tu estómago.

--¿Es la primera vez que tiene policías en una causa?

--No. Y suele pasar que cuando están acusados inventan excusa tras excusa y mentira tras mentira. Para encubrir. Pero le digo más: yo prefiero quedarme con mi asombro, porque si no, tengo que generalizar. Y no sería justo. Hay policías muy profesionales y muy confiables. Rescato la función de la institución. La policía no está hecha para funcionar como una manga de forajidos o delincuentes. No sé cuántas prácticas de tiro tuvieron. Pero el de 30 años de experiencia seguro sabe, ¿no? Bueno, él dijo que nadie sacó el cuerpo del auto para tirar sino solo para hacer juegos de luces con una linterna.  Me dijo: "Apunté a la vereda con cuatro disparos". Le pregunté si había visto a alguien en la vereda. Respondió esto: "Tengo mucha experiencia, y vi que la vereda era de tierra". Le dije que en esos casos hay un sinfín de posibilidades que uno no puede dominar. "Pero lo que le dije lo sé porque tengo mucha experiencia", me contestó. Y después de hecho el capitán, con 30 años, no se bancó el interrogatorio. Se enojó, se levantó y se fue. Raro. En otros lugares no lo vi.

--¿En qué otros lugares estuvo trabajando?

--Tuve la suerte de estudiar en los Estados Unidos. Hice un curso de Justicia Criminal en la Universidad de Virginia. Pude estudiar en Quantico.

--¿El cuartel del FBI?

--Exacto. En el 2001. No quiero endiosar nada, pero también hice visitas guiadas a policías de distrito en los Estados Unidos. Cuando entraban al servicio tenían una hora de trabajo con el jefe y el resto del personal hablando de los operativos y de lo que haría cada uno. De ahí salián al patrullero con una orden del día. Sin idealizar y sin comparar países, no se puede admitir este nivel de desorganización y descontrol. ¿No saben que si uno persigue a un auto en fuga significa peligro? ¿Cómo se hace? Con cerrojos, con prevención... Si es que hace falta, claro, porque en este caso no era necesario. ¿O es que si hay poco combustible y no alcanzan los móviles al auto que huye se le dispara para ahorrar nafta?

--¿El móvil de los homicidios quedó claro?

--Había sido víctima de coima Aníbal Suárez, el chico que manejaba, y le sacaron la plata que había juntado para hacer todos los papeles. Y obvio, ese día no se detuvo porque ya lo habían esquilado antes. Era lógico que no parase. Me conmovió mucho el hermano de Aníbal. Se puso a llorar y me agradeció mucho. Me dijo esto: "Mi hermano no fue ningún asesino, no estaba manejando borracho. Fue víctima de esta gente". Le dije que dos veces víctima. Primero de la coima y después de los disparos. Ni siquiera pudieron haberse confundido. No eran chicos robando, un caso en el que igual no se justifica el asesinato, quiero aclarar. Eran pibes matándose de risa en un auto. Nenes. Nenas. Y no solamente los hicieron chocar sino que los dispararon, tal como los tiene grabado un chico. ¿Qué les pasó por la cabeza cuando dispararon? El que disparó primero dice que temió por su vida porque el auto se le venía encima. Pero resulta que le disparó cuando el auto ya lo había pasado. El vecino que vivía a la vuelta y llamó a la policía porque escuchó a los perros ladrar dijo que hubo por lo menos seis tiros. Ya les venían disparando. 

--¿Y después? Porque el próximo juicio será por el encubrimiento.

--Después siguió todo mal. Cualquier policía que use el arma la tiene que entregar. Lo mismo las municiones. Y ellos no lo hicieron. Desde el primer momento lo quisieron tapar. En un momento la abogada Dora Bernárdez, de la querella, se enojó. Fue muy evidente que hubo una acción de encubrimiento de los 19 policías. Desde el primer minuto corrieron las cosas y dijeron que no había pasado nada, o que eran contraexplosiones de moto o fuegos artificiales. Todo muy orquestado. Orquesta para tapar. Creo que un elemento clave es que en un lugar como Monte no hay figuras judiciales fuertes. Eso hace que el poder en la calle lo tenga la policía. Lo tenga el que está físicamente ahí. Eso es una tentación. Si yo recibo denuncias, administro la primera noticia de lo que pasa y también sigo todo, tengo la palanca completa como para decir por dónde va cada cosa. El poder del policía pasa a ser inconmensurable. Y eso pasa mucho en los pueblos. Tuve instrucción en Brandsen y cuesta exigir. Cuando hay otra instancia, en cambio, la gente llama o toca el timbre.

--Pero testigos consiguieron.

--Y muy importantes. Un testigo fuerte fue Ignacio Cattáneo, que ahora vive en España y declaró en forma remota. Sintió el golpe, bajó y vio que quien salía del patrullero tenía un arma en la mano. Escuchó la detonación con los cuerpos en el piso. El camionero se despierta por los disparos, no por el golpe del camión contra el que chocó el Fiat 147. Escucha los silbidos de las balas. Después escucha el golpe. Una prueba fundamental fue la pericia balística. El proyectil que le sacaron a Gonzalo Domínguez no tenía impacto de rebote en otra superficie más dura, como la calle u otra cosa. El testigo que usó la defensa fue la perito Garrote, la química, que dijo que las muestras habían sido mal conservadas. El examen no era confiable ya desde el principio. 

--Un criminólogo nos dijo que nunca había visto un caso de 3.26 de dosaje de alcohol en sangre como le atribuyeron a Aníbal.

--No podía ser 3,26. Era mucho. Cuando le hicieron la autopsia el cuerpo de Aníbal tenía signos de putrefacción. Ni se pudo determinar en el juicio de dónde le sacaron sangre.  Del humor vítreo del ojo es el lugar ideal, por la cercanía con el cerebro. De ahí no se había sacado. Y no tenía conservante. La prueba debía ser evaluada con detalle: cuánto, qué incapacidad… No pasó. Y antes del choque Aníbal había dado vueltas, había conducido, lo había hecho en forma recta... ¿Podía estar alcoholizado? Muchísimas veces hay pericias químicas que están mal. Por ejemplo las de estupefacientes. No hay que quedarse con los resultados. Hay que analizar si hay contaminación o si falló la cadena de custodia. Hay que indagar siempre. Otro testigo importante fue Andrés Garcete, el que vive donde dobla el 147. Garcete esa noche vio el auto que pasó rápido. Por eso se asomó. Después el patrullero. Y vio al policía García afuera del auto. Y dos fogonazos. Al día siguiente juntó cuatro vainas. La autopsia se hizo recién el 22 de mayo. Tres días después de la muerte. Lo habían dejado tirado primero, y después lo pusieron en una cama sin refrigeración. No conservaron nada. Lo que quedó del auto lo dejaron a la intemperie. Uno de los peritos de Gendarmería encontró dos orificios compatibles con un arma de fuego. 

--El pueblo denunció presiones.

--A las tres de la mañana fueron a buscar a una mujer para que en su declaración dijera que vio cuatro personas en el 147 después de robar cosas de una obra. Atroz. Ella se negó. Al camionero le quisieron hacer firmar cuatro veces la declaración. Con un desparpajo tremendo. El jefe de seguridad de la municipalidad, como bien se sabe, quedó imputado y falleció en la domiciliaria. La imputación fue por intentar sustraer los  los videos de las cámaras. Un empleado suyo no lo dejó porque se dio cuenta de que los iban a borrar. Tanto es el desparpajo que el móvil que hizo el cerrojo dice: "Nos subimos al auto, damos la vuelta en u y los vamos a seguir". Hicimos una recreación con la ubicación satelital. No dieron la vuelta en U. Le trataron de cortar el paso. Mintieron incluso en eso. ¿Y los pobres padres? Los policías les fueron a decir que los encontraron robando. "¿Cómo mi hijo robando?", les contestaron.  Sobraron la situación. ¿Habrán pensado que no van a decir nada? Después hubo pueblada. Fue duro.

--A la vez, pese a las presiones afloraron actitudes nobles. 

--Por eso es tan importante que haya reglas de convivencia. El poder no puede oprimir al que está más abajo. No hay sociedad ideal, pero al menos que se pueda convivir.

--¿El jurado lo entendió?

--Resolvieron con solidez como si fueran jueces técnicos. Muy bien. Trabajo en el Poder Judicial desde 1992 y esto fue todo un desafío. A uno de los abogados de la defensa de los policías, que había sido defensor oficial, la jueza le dijo: “Hable con un lenguaje más llano, porque el jurado no lo está entendiendo”. Al jurado tuvimos que explicarle desde cómo se acciona un arma y qué marcas deja en el casquillo, hasta cómo identificar un proyectil cuando pasa por el caño. Hay que buscar recursos que uno antes daba como adquiridos. Y nuevas estrategias para captar la atención. Saber cómo transmitir el mensaje. Pero a la vez la gente ya está acostumbrada a ver los hechos en soporte digital. La imagen, sobre todo. Por eso poníamos el mapa y pedíamos que señalara por dónde venía cada cosa. Eso le queda más grabado a los jurados. Nuestra generación no paso por la facultad con esas herramientas. Fue una gran experiencia. Pero nunca me voy a poder sacar de la cabeza que murieron cuatro chicos.