Además de ser el lugar donde mejor escribía, como le confesó a María Moreno (íntima amiga, que solía decir que narraba con una maestría de geómetra) en esta entrevista realizada en 1977, el ambiente rural de General Belgrano fue ideal para para que Miguel Briante desplegara su amplia variedad de personajes (entre los que se encuentran el viejo Rojas, el loquito Fuentes, la Baguala) transiten su cotidianeidad despojada de emociones.

Sus inicios en la literatura son tempranos: premiado desde los 17 años por su cuento "Kincón", a los 20 publica Las hamacas voladoras, su primer libro de cuentos, y a los 24, los relatos de Hombre en la orilla. Su obra literaria termina con Ley de juego, a los 39, tardíamente. Dicen que escribió poco, pero en su escueta obra ya se reconoce un estilo propio. En parte, ya que la conversación es el motor propio de las historias de Briante. 

Ricardo Piglia, en el prólogo a la reedición de Hombre en la orilla, editado por Fondo de Cultura Económica en 2013, afirma que en sus relatos "no se narran los hechos sino el efecto de los hechos". La frase podría pasar desapercibida si no estuviese contenido ahí la expresión literaria en su totalidad: la forma es lo más importante. A pesar de haber caído en el olvido, el registro oral que Briante desarrolla en sus textos merece su reconocimiento. Los hechos trágicos que exponen las contradicciones sociales que sufren sus personajes no son desvalorizados con ninguna conclusión innecesaria. Por el contrario, son sosegados bajo un estilo manso, reposado, pero con bronca, si acaso ese oxímoron es posible. 

Además de escritor de ficción, Briante fue periodista, y uno muy comprometido, para varios medios, cronista, crítico de arte y de literatura. Fue jefe de redacción de Confirmado y de El porteño. Entre 1967 y 1975 colaboró en las revistas Primera Plana, Panorama, La Opinión y Crisis. En 1975 publicó Kincón, su única novela, basada en su primer relato premiado. Encontró un hogar periodístico en Página/12.

Valga la redundancia, el adjetivo que utilizan para recordarlo quienes lo conocieron trabajando es "brillante". No olvidarán las ideas extrañas que devinieron en crónicas profundamente poéticas, como cuando se le ocurrió escribir sobre la calle que funcionaba de frontera y partía en dos usos horarios a la Argentina. Así era Miguel. 

Pero también realizó excelsas entrevistas, recopiladas en 2019 bajo el título Entrevistas, publicado por la editorial Mil botellas; editorial propia del belgranense. Con profundo conocimiento de la obra de los entrevistados, algunas de las mejor logradas fueron a Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares Manuel Puig. Pero su mayor logro periodístico fue la que le realizó a Juan Rulfo, reconocido por ser escurridizo y hosco. En 1985, cuando después de perseguir al mexicano lo encontró, Briante le espetó que sabía que no daba reportajes y aprovechaba para dejarle de presentes algunos libros, entre ellos su Hombre en la orilla, y un saludo de los argentinos. A lo que Rulfo respondió que no podía haber hecho tantos kilómetros en vano. 

La entrevista se concretó, y salió publicada en Tiempo Argentino ese mismo año. En el reportaje, Briante afirma que a pesar de que por esos años era sabido que Rulfo ya no escribiría nada, él había tenido acceso a La cordillera, presunta novela inédita del mexicano. Sorprendido, Rulfo llamó a a Briante para preguntarle si era cierto que había leído la novela, a lo que Briante dijo que si. La crónica termina con la frase: “Rulfo nunca escribió ese libro. Pero yo, a veces, creo haberlo leído”.

Influenciado quizás por los grandes escritores que había entrevistado, el registro oral que primordiaba sus cuentos lo trasladaba también a la conversación del bar. A veintiocho años de su muerte, las tres últimas preguntas de la entrevista que le realizó Moreno con la que comenzó esta nota parecen contener tanto la vida íntima del escritor como su producción escrita. 

"–Y ahora unas últimas preguntas de estrella de cine. Si no fueras escritor ¿qué te hubiera gustado ser?

–Estanciero.

¿A qué le temés? No me digas que a la muerte.

–A lo mismo que busco: la fama, la gloria, el reconocimiento.

¿Qué pensás en una noche de insomnio?

–Que me gustaría ganar el Premio Nobel para ir a recibirlo borracho".