Científicas de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y el Conicet desarrollan bioplásticos para aplicaciones médicas que son degradados y reabsorbidos por el organismo sin generar efectos adversos. A su vez, pueden ser utilizados de la misma manera que los plásticos convencionales en hilos de sutura, en la regeneración de tejidos o en la producción de partículas para que los fármacos se dirijan al lugar específico donde deben hacer efecto. Su producción podría reemplazar a los materiales tradicionales y favorecer la lucha contra el cambio climático.
Así lo explica Daiana Nygaard, biotecnóloga y doctora en Ciencias Aplicadas y de la Ingeniería de la UNSAM: “Dentro de los biopolímeros (moléculas producidas por los seres vivos con características similares a los plásticos convencionales) se encuentra un grupo llamado ‘Polihidroxialcanoatos’. Cuando los extraemos, obtenemos un plástico que es muy flexible y puede ser utilizado para diferentes industrias. La ventaja que presenta es que es biodegradable y reabsorbible por el mismo organismo que lo crea, sin efectos adversos”.
Al ingresar al cuerpo, este tipo de plástico se descompone y se transforma en pequeñas moléculas que son absorbidas. En caso que el organismo las rechace, lo hace sin provocar ningún tipo de complicación.
A diferencia de otros materiales, el plástico no se degrada y se acumula en el ambiente cuando se tira. Las consecuencias son conocidas: deterioran los suelos, asfixian la fauna marina, envenenan las aguas subterráneas, contaminan el aire, contribuyen al cambio climático y afectan la salud humana. Según el Programa para el Medio Ambiente de la ONU, la humanidad produce más de 430 millones de toneladas de plástico al año, de las cuales el 65 por ciento son de vida útil corta, es decir, que se convierten rápidamente en desechos y terminan en mares, océanos o basurales.
Bacterias como fábricas
Que estos plásticos sean biodegradables, reabsorbibles y cumplan las mismas funciones que los convencionales, hace que crezca cada vez más la demanda a nivel mundial. Al respecto, Nygaard agrega: “Otra propiedad que tienen es que las células se adhieren bien a estos plásticos. Entonces, si el objetivo es regenerar tejidos, podemos utilizarlos como una especie de matriz o de suelo donde las células puedan proliferar, crecer y degradar estos materiales. Todo esto hace que se vuelvan cada vez más atractivos debido a lo específicos que son”.
Dentro del Laboratorio de Biomateriales, Biomecánica y Bioinstrumentación que pertenece al Instituto de Tecnologías Emergentes y Ciencias Aplicadas (UNSAM-Conicet), la científica produce estos plásticos degradables a partir de dos bacterias, una comercial y otra que fue aislada por el equipo de investigación en el Río Reconquista.
“Hacemos que las bacterias crezcan, se reproduzcan y almacenen este plástico. Además, variamos las condiciones de cultivo para que produzcan materiales con mayor o menor degradación, dependiendo de la aplicación que se desee”, detalla Nygaard. Y continúa: “Luego, otras áreas del Laboratorio procesan los plásticos e identifican sus propiedades mecánicas para dar cuenta de qué tipo de aplicación médica o farmacéutica se hará. Es muy importante a la hora de sacar el plástico de la bacteria que se limpien todos los restos para no generar complicaciones”.
Valor agregado
La intención del Laboratorio es generar este tipo de plásticos a gran escala para mantener la producción en el tiempo y ampliar las capacidades científicas y medicinales del país y la región. En este marco, la bacteria aislada por el grupo de investigación cobra más importancia ya que, “en caso de que la producción escale y pueda transferirse, no sería necesario pagar regalías”, enfatiza la científica.
Por su parte, Élida Hermida, directora del Laboratorio y docente de la UNSAM, subraya: “El objetivo es sustituir importaciones y generar productos con alto valor agregado que también puedan exportarse. Hacer este trabajo en la Universidad Pública hace que estemos a la altura de los desarrollos que se llevan adelante a nivel internacional ya que la medicina regenerativa y la ingeniería de tejidos vinieron para quedarse”.