El don de la amistad genera nuevas especies literarias. A la manera de un álbum, Pequeño tratado sobre la amistad (Vinilo), de Joana D'Alessio (San Pablo 1977), agrupa retratos de amigas, plantas y flores (entre los que se filtra un autorretrato), ilustraciones de Clau Degliuomini, reflexiones sobre libros (de H. D. Thoreau y Emily Dickinson a Vivian Gornick y Francesco Albertoni) e incluso rutas de caminatas por Belgrano, Núñez y Parque Saavedra que la autora hizo durante 2021, el segundo año de la pandemia, y que motorizan el pulso narrativo. Cuando ella, imitando a su saludable madre), decide salir a caminar para espantar los malestares físicos y anímicos provocados por el encierro, les pide a sus amigas que la acompañen. Mientras se vuelve una integrante más de “la secta de los caminantes” y recolecta esquejes de plantas, compone un perfil de cada amiga con la que camina y conversa; con una de ellas, que vive en Miami, lo hace a distancia gracias a la tecnología.

La amistad se define de varias maneras en este tratado efectivamente pequeño, de 88 páginas. Puede ser “una voluntad misteriosa” que “cuando fluye parece un partido de tenis”, “una conversación que se puede retomar en cualquier punto y en cualquier lugar del mundo” y “una de las formas más indescifrables y elevadas del amor”. Paso a paso, las amigas –Flora, Gabriela, Julieta y Gimena– dan pie a consideraciones: “Las amistades largas pasan por muchas etapas”, “Mis amistades más profundas están basadas en los relatos de fracasos” y “los motivos de una amistad son tan indescifrables como los del amor romántico”. 

El contrapunto entre amistad y amor atraviesa la historia de la autora, que invoca a su padre; a sus hijas mellizas (que tienen temporadas de peleas y de mejores amigas), a sus hermanos y a los hombres, todos anónimos, con los que intenta formar una pareja (“No tiene límites tu creatividad en la búsqueda amorosa”, bromea una de las amigas). Espinos de fuego, pasionarias, pensamientos, palos borrachos y palmeras también integran el catálogo de este breve atlas botánico-sentimental.

De vuelta, en soledad, de una de las caminatas, la paseante se topa en Belgrano con una planta trepadora originaria de África, “salvaje e invasiva” y que ha sido bautizada con varios nombres: ojo morado, ojos de poeta, ojo de Venus, hierba del espanto. “Esta planta tiene flores naranjas pero también hay amarillas, rojas y rosas –describe la autora–. Corto algunas para mi herbario pero se me deshacen en las manos, sus pétalos son delicados. Voy a conseguir una para mi casa. Tengo muchísimas plantas en mi casa pero siempre se puede tener una más. Las plantas son como los libros: nunca son suficientes”. En el pasaje de lo universal a lo propio, de lo informativo a la íntimo (y donde se escabullen definiciones entre especies), florece el gesto narrativo de D’Alessio.

“El libro surgió por una necesidad de dar con un tono y un recorte particular: tuve la intención de escribir no ficción en primera persona pero alejarme de mí misma –dice D’Alessio–. Quise escribir sobre la amistad de una forma precisa: como si pusiera una cámara. Pensándolo ahora, hubo algo de mis épocas de productora: trabajé en el cine documental de observación, donde el registro intenta ser testigo e intervenir lo menos posible. En esa búsqueda apareció la trama de las caminatas y la botánica, eran elementos que me daban acción e imágenes, que me ponían en situación de observadora. Era, además, una práctica cotidiana para mí en el otoño de 2021. Quise volver esa actividad un objeto de estudio, poner todo bajo un microscopio y describirlo”.

El tratado ofrece un mapa de lecturas y referencias históricas, sociales e íntimas. “Visualicé la estructura de golpe: cada capítulo sería una amiga, un recorrido y una especie. Lo que sí: mi intención inicial de quedar oculta en el relato hacia el final se hizo cada vez más insostenible; para terminar el libro tuve que nadar hasta el fondo. También leí libros sobre botánica y aprendí que existe una forma de representación que es la ilustración botánica científica y me pareció que podría acompañar el libro con ilustraciones, que le pedí a Clau Degliuomini. Tuve mucha suerte: hizo un trabajo precioso”.

Con Mauro Libertella, D’Alessio es coeditora del sello Vinilo, que dio a conocer textos de Dolores Gil, Juan Villoro, Paula Mariasch y Martín Felipe Castagnet, entre otros. “Con la editorial estoy muy contenta –dice–. En la Feria del Libro se movió muy bien, tuvimos toda la colección en el stand de Big Sur. En un contexto complejo, porque hay una crisis mundial con el papel, un insumo en dólares que aumenta sin parar, podemos decir que arrancamos bien el año. Nos juega a favor que los libros de Vinilo tienen un precio razonable, esto es porque son pequeños, y porque tenemos un sistema de producción en el que imprimimos varios libros juntos para mejorar el precio. Además son accesibles como lectura; muchos lectores me lo dicen, que sienten que pueden leer un libro y terminarlo, quedarse con algo lindo. Ahora estamos preparando dos novedades: El libro de los elogios, de varios autores, y el primer libro para adultos de Mariana Ruiz Johnson, que es autora infantil. Es una joyita”.

Pequeño tratado sobre la amistad

Joana D’Alessio

Vinilo