Cuando Gladis D’Alessandro escuchó a Néstor Kirchner decir que no llegaba a la presidencia para dejar sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada, sonrió con nostalgia hacia el televisor en el que estaba siguiendo la asunción. Sabía que era cierto. En 1975, cuando la represión acechaba en La Plata, ese hombre que ese 25 de mayo de 2003 juró como presidente de la Argentina y su compañera, Cristina Fernández, les habían abierto la puerta de su casa a ella y a su compañero, Carlos “Chiche” Labolita, para que se escondieran. “Yo estaba segura de que no venía a dejar sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada. Néstor era uno más de nosotros. Era mi compañero”, remarca con orgullo, a pocos días de que se cumplan 20 años de la llegada de Kirchner al gobierno.

Gladis era de Las Flores pero vivía en La Plata con “Chiche”. Los dos eran militantes: ella militaba en un barrio como parte de la Juventud Peronista; él se estaba yendo de Montoneros con críticas hacia la lucha armmada. Necesitaban dejar la vivienda en la que residían porque era una casa operativa de la organización. “Chiche” empezó a moverse para conseguir un nuevo lugar donde quedarse.

El timbre sobresaltó a Gladis, que estaba sola en la casita. No era un lugar al que otros llegaran sin avisar. Se asomó y vio a una chica arreglada que estaba parada junto a la puerta.

– Soy Cristina Fernández, la compañera de Lupín– se presentó–. Vengo a decirte que en mi casa hay lugar.

Cristina le dejó un papelito con la dirección. Gladis atinó únicamente a decirle que lo iba a consultar con su compañero. Pero a las pocas horas ya estaban en la casita que pertenecía a la familia de la actual vicepresidenta. Ahí, compartieron todo. “Aun sin conocernos. Yo siempre marco el tema de la solidaridad. Hay actitudes de las que nunca te vas a olvidar”, dice Gladis.

Néstor y Cristina viajaron para pasar las fiestas de 1975 en Santa Cruz. Allá, los detuvieron. La hermana de Cristina, Gisele, llegó hasta la casa de City Bell para avisarles a Gladis y a “Chiche” que se tenían que ir. Buscaron un lugar en una pensión. Cuando Néstor y Cristina volvieron a La Plata, se mudaron con ellos a esa casona de la calle 10. Se separaron horas después del golpe del 24 de marzo de 1976 porque seguir juntos multiplicaba los riesgos.

A los dos días, Gladis llamó a su trabajo para anunciar que renunciaba. Del otro lado del teléfono le avisaron que en Las Flores habían detenido a su suegro, un docente reconocido por su militancia gremial. “Chiche” se desesperó, quiso volver porque no quería abandonar a su mamá y porque estaba convencido de que, en realidad, las fuerzas lo buscaban a él.

Néstor le dijo que era una locura; Gladis, también. Kirchner quería que la pareja viajara con él y con Cristina a Santa Cruz. Pensaba que la represión iba a ser menos cruenta en el sur del país. “Esa era nuestra idea también, pero no llegamos”, cuenta D’Alessandro.

A “Chiche” se lo llevaron en la noche del 25 de abril de 1976. Por orden del jefe del Área 125, el teniente coronel Pedro Pablo Mansilla, quedó detenido en la comisaría de Las Flores. En los registros está asentado su ingreso. Dos días después, los policías lo trasladaron junto a otros dos detenidos políticos, José Viegas y Rafael Alonso Amicone, a quienes llevarían a la Unidad Penal 7 del Servicio Penitenciario Bonaerense. A “Chiche”, por el contrario, lo llevaron a la Oficina de Inteligencia del Grupo de Artillería Blindado I de Azul y se lo entregaron al teniente Alejandro Duret.

La familia volvió a tener noticias de “Chiche” en la madrugada del 1 de mayo. Lo llevaron a la casa, descalzo, y con signos de haber sido ferozmente torturado. “Hace cinco días que estoy en la parrilla”, llegó a decirle “Chiche” a su compañera. A ella también se la llevaron esa noche. A Gladis la liberaron a las horas y lleva una búsqueda de 47 años por saber qué pasó con su marido.


Un hecho político que cambió una vida

A los pocos días de que Kirchner asumió como presidente, Gladis recibió un llamado de Cristina.

–Te quiero invitar a Olivos. ¿Qué día podés venir?

–Lunes, porque ese día no trabajo en la peluquería.

Gladis llegó a la quinta presidencial acompañada por otro militante de Las Flores que había militado con ellos en La Plata. En Olivos, Kirchner le dijo que quería hacerle un homenaje a “Chiche”. La ceremonia se hizo al año siguiente frente al monolito de La Flores. Cristina la repitió en 2011 y volvió dos años atrás para participar del acto por el aniversario del golpe.

Gladis no recuerda si fue en ese encuentro en Olivos o si fue a través de uno de esos llamados intempestivos que Kirchner le hacía a la peluquería de Las Flores cuando le anunció que iba a impulsar la anulación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, que impedían juzgar a los responsables de la desaparición de su marido y de tantos otros miles. 

Después de que el Congreso anuló las leyes de impunidad en 2003  y que la Corte Suprema declaró su inconstitucionalidad en 2005, los tribunales condenaron a 1153 genocidas, según los números que maneja la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Entre ellos están Mansilla y Duret, por lo que sucedió con "Chiche" Labolita.

“Eso a mí me cambió la vida. Sin Néstor y Cristina, Duret no estaría preso”, dice.