Este viernes cerró la campaña para la segunda vuelta electoral por la presidencia de Turquía, en la que el mandatario nacionalista islámico Recep Tayyip Erdogan es el favorito, desde que arañó la victoria en primera vuelta hace dos semanas con 49,2 por ciento de los votos, contra el 44,9 por ciento del socialdemócrata Kemal Kiliçdaroglu. El tercero fue el ultraderechista Sinan Organ con 5 por ciento, quien ahora dio su apoyo a Erdogán. El cierre de campaña terminó girando hacia un nacionalismo xenófobo, en el que los inmigrantes sirios son el chivo expiatorio.

Los sirios como chivo expiatorio

No debería ser difícil para el presidente turco --en el poder desde hace 20 años--conseguir las 9 centésimas que le faltan para la mitad más uno de los votos. Y quizá por eso, el históricamente moderado Kiliçdaroglu –69 años-- tuvo un repentino arranque de nacionalismo contra los 3,5 millones de inmigrantes sirios que escapan de la guerra y la pobreza en su país. De esta forma, el socialdemócrata unifica discurso con su oponente, quien recurre al nacionalismo cada vez que lo considera conveniente: ambos candidatos prometieron repatriarlos “por las buenas”. 

"Los sirios estarán más felices en las tierras en las que han nacido. Por eso vamos a enviarlos de vuelta a su país con tranquilidad. Resolveremos este problema en dos años, si llegamos al Gobierno", dijo Kiliçdaroglu, quien tiene un nuevo slogan: "Los sirios se irán". Su campaña siguió por Twitter: "¿No basta con 10 millones de sirios? ¿Hace falta que vengan 10 o 20 millones más?" publicó, repitiendo cifras habituales en el discurso ultradererechista, alejadas de la realidad. Turquía llegó a albergar a 3,7 millones de sirios en 2021, cifra reducida ahora a 3,4 millones, en parte por el lento regreso voluntario de familias.

Desde la gran llegada de refugiados en 2013 y 2014, un total de 230.000 sirios, 130.000 de ellos adultos, han recibido la nacionalidad turca, según datos del Ministerio del Interior, lo que desmiente rumores sobre una nacionalización masiva que pudiera influir en las elecciones. La oposición cree que los refugiados sirios son simpatizantes de Erdogan y de su partido, el islamista AKP, por venir de sectores conservadores y por agradecimiento al haberlos recibido.

A diferencia de otros migrantes, los sirios reciben atención gratuita en la sanidad pública, escolarizan a sus hijos y forman parte del tejido productivo, a menudo sin contrato y con salarios más bajos. Al considerarlos competencia desleal en el mercado laboral, muchos turcos acumulan rencor contra los sirios. Entonces la oposición usa ese sentimiento contra las políticas de Erdogan, como demasiado favorables a los extranjeros.

La mirada kurda 

"Erdogan ha convertido el país en una avanzadilla de refugiados. Hay quienes vienen por desesperación y aquí se abusa de ellos como mano de obra barata. Deberíamos apoyarlos por humanidad y ética. Pero también hay yihadistas y criminales de guerra", declaró el político izquierdista Alper Tas. "Convertir a los migrantes y refugiados en herramienta política es equivocado e inhumano", denunció la presidenta del partido izquierdista y prokurdo HDP, Pervin Buldan.

Erdogan prometió hace un año enviar a "un millón" de sirios de vuelta a su país, gracias a la construcción de casas, colegios y hospitales en el norte de Siria, en la zona bajo control militar turco. El ministro de Exteriores, Mevlüt Çavusoglu, matizó esta postura al subrayar la importancia de los refugiados sirios en el mercado laboral, especialmente en el sector de la ganadería donde falta mano de obra turca.

"Todos dicen que nos quieren repatriar pero, al fin y al cabo, Turquía no es nuestro país y algún día querremos regresar a Siria", opina también Mohamed, sirio de 25 años, en un café de clase media en Estambul con clientela árabe y turca. No cree que el discurso nacionalista haya agravado las tensiones, ni que ninguno de los candidatos llevaría a la práctica su promesa de repatriación masiva: "Como en todos los países, una cosa es el discurso electoral y otra es la realidad".

Varios líderes kurdos de Turquía instaron este viernes a sus seguidores a votar por el candidato opositor socialdemócrata Kemal Kiliçdaroglu, pese a su acercamiento al nacionalismo turco. El antiguo presidente del HDP Selahattin Demirtas, hoy encarcelado, hizo un llamado en favor de Kiliçdaroglu.

La tentación nacionalista

El vuelco al nacionalismo ha sido claro en unas elecciones en cuya primera vuelta, Erdogan obtuvo bastante más votos de los que anunciaban las encuestas, incluso en las zonas más golpeadas durante el terremoto de febrero pasado, cuyo alto índice de mortalidad fue relacionado con la corrupción estatal por no controlar los sistemas antisísmicos de los nuevos edificios. 

El caudal de votos del presidente se redujo en comparación a años anteriores, pero su popularidad parece seguir siendo dominante, beneficiado por un control casi total de los medios de comunicación. El opositor Kiliçdaroglu pertenece a la minoría aleví --emparentada con la rama chiíta el islamismo, cruzada con el zoroastrismo--, mientras que Erdogan es un sunita tradicionalista, quien gusta de estigmatizar a su oponente, un poco al estilo Donald Trump, por sus creencias religiosas.

Kiliçdaroglu se había presentado a la primera vuelta electoral como el "hombre de la reconciliación" con las mujeres que deciden usar velo --muy criticadas por los grupos laicos--, con los kurdos separatistas y con los conservadores religiosos. Para eso armó una coalición con partidos de izquierda moderados, liberales conservadores, islámicos y hasta de ultraderecha como el Partido Bueno. Pero no le ha alcanzado. En el fondo, la única carta ganadora en estas elecciones parecen ser las ideas de ultraderecha.