Una más y no jodemos más” coreaba la muchedumbre, con sentido del humor, haciendo el último esfuerzo por cambiar el final o intuyéndolo. Nadie profanó el recuerdo de 1810 porque nadie había ido a evocarlo. Los cánticos, las escarapelas, la fiesta, honraban otra efeméride: el 25 de mayo de 2003.

¿Cuántos eran en la Plaza histórica y sus inmediaciones? Cientos de miles. Suponga mínimo 10.000 metros cuadrados por cuadra, estime usted cuantas personas por metro cuadrado (el apiñamiento varía, ojo), adicione las cuadras repletas y más de media Plaza colmada. Haga su cálculo, lector. Este cronista siempre lo intenta desde que fue editor.

Se empaparon, protagonizaron. Cantaron la letanía, sí. Callaron y escucharon atentos mientras hablaba la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Una hora, empapados. Es sencillo ponderar cuántos dirigentes argentinos tienen la convocatoria de Cristina y concitan tamaña escucha. Una sola.

La narrativa dominante mira el palco, deja a un lado a la gente común. La describe con desdén: masas disponibles, clientela cautiva, cuando no “ovejas” “ganado” “negros” en los quinchos más atrevidos. Más allá del desprecio elitista la gente de a pie es protagonista, ocupa el espacio, hay quien recorre cientos o miles de kilómetros para participar, amucharse, poner el cuerpo.

No se dejaban ver expendios de chorizos gratuitos. Nadie tomaba lista para repartir dádivas entre los presentes y privar de derechos a los ausentes. Un vistazo a ojímetro registró preponderancia de argentinos de sectores populares, humildes, laburantes de clase media baja. Un conjunto distinto al habitual en las movilizaciones del 24 de marzo. Columnas numerosas, macizas. Gente suelta llegando en torrente.

Si la gente existiera, si la ciudadanía gravitara (dudamos frente a la Vulgata, tan seria y ceñuda) acaso podrían repensarse acepciones de “populismo” y “feudalismo”, dos sustantivos que se usan como adjetivo para emparejar, para vilipendiar. El populismo vendría a ser para la derecha rancia la etapa superior del feudalismo. El feudalismo domina ciertas provincias. Funciona sencillo. Un caudillo impone una constitución que admite reelecciones. Listo el pollo, a partir de ahí gobierna ininterrumpidamente. ¿Se suprimen elecciones en esos territorios? Sí, por lo visto. Las reelecciones salen por ventanilla.

Postergamos acá la polémica sobre el proverbio “la verdadera democracia es hacer lo que el pueblo quiere (o vota)” versus un republicanismo abstracto, flojo de papeles, chanta. O sus variantes intermedias, interesantes. Una lectura sencilla revela que la palabra “alternancia” no forma parte de la Constitución que admite reelecciones sin límite o cargos vitalicios (jueces, cortesanos). No le hace, leer la Carta Magna es jactancia de populistas. Tanto como insistir en que los mandatos largos son habituales en repúblicas del primer mundo. Perduraban mejor años ha con estabilidad política y económica, con bipartidismos fuertes. Sistema parlamentario sólido con bipartidismo acuña líderes como Angela Merkel, Tony Blair, Margaret Thatcher, Felipe González. Un amigo de la casa, el politólogo sueco que escribe su tesis sobre la Argentina, nos chimenta que Olof Palme fue once años primer ministro de su país: en dos tramos, el segundo tronchado por su asesinato.

En contingencias turbulentas puede ser otro cantar, la estabilidad general y el bienestar inciden en la perduración de los liderazgos acá o en la vieja Europa. En el pasado remoto la exdiputada Elisa Carrió se opuso fieramente a una propuesta del fallecido exgobernador santafesino Hermes Binner: implantar un sistema parlamentario en la Argentina, reforma constitucional mediante. Lilita clamaba que era una maniobra del kirchnerismo para perpetuarse en el poder porque los primeros ministros no tienen límites para ser reelegidos. Carrió sabe ser conspirativa y denuncista aunque en contrapeso tiene mejores lecturas que los sabiondos del Agora o de los medios.

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Dos décadas atrás: La Corte Suprema disputa palmo a palmo el descenso a la B con la menemista. Cristina las compara, conoce el terreno. Bueno es recordar que  aquella Corte infame fue la que el fallecido presidente Néstor Kirchner heredó de su antecesor Eduardo Duhalde. Formaba parte del legado que en estos días se embellece hasta el delirio para “bajarle el precio” al mandato y a la obra de Kirchner. Cualquier bondi viene bien para llegar a esa meta. Kirchner enfrentó a la "mayoría automática" la destituyó mediante juicio político. Duhalde había amagado pero reculó.

Duhalde sembró todo, Kirchner cosechó fácil, viento de cola etcétera… ajá. Algo habrá pasado porque Duhalde buscaba ser presidente electo en 2003 y se quedó en el camino. El repaso de los aniversarios es revelador.

  • El índice de desocupación superaba el 22 por ciento.
  • La leyenda K enseña que Kirchner viajó a Entre Ríos con su ministro Daniel Filmus porque esa provincia (entre otras) adeudaba los salarios de los docentes desde principios de año. No es exacto: adeudaba los sueldos de todos los empleados públicos.
  • Julio Nazareno amenazaba con declarar la nulidad de los corralitos y de la pesificación. Duhalde temía esa movida, no le daba el cuero para confrontar. Nazareno amenazaba con ratificar la constitucionalidad de las leyes de la impunidad garantizando un confortable porvenir a los represores del terrorismo de estado. Duhalde no temía a esa movida, la anhelaba y promovía. Se la sugirió a Kirchner quien no le hizo caso.
  • La deuda externa seguía impaga, Kirchner llevó la exitosa negociación.
  • Maximiliano Kosteki y Darío Santillán no murieron a causa de la crisis aunque los medios hegemónicos lo hayan contado así.
  • Duhalde, a su pesar, completó la racha de presidentes efímeros, Kirchner consolidó una época de continuidad y gobernabilidad, con crecimiento. “¡Sin alternancia!” señala la claque “demócrata”. De nuevo, fue el pueblo soberano quien votó. Plebiscitó dos veces a Cristina. Se pronunció gente común, la ciudadanía, ejercitando el derecho-deber sagrado del voto. La muchedumbre, el electorado, las decisiones colectivas, escapan al radar de los gurúes.

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Democracias degradadas: “Negociemos don Inodoro” sugería el inmortal Mendieta. Dale, no mencionaremos en este artículo la palabra “lawfare”. Cristina Kirchner podría presentarse a las elecciones. Claro que bajo amenaza con la espada de Damocles de una sentencia condenatoria amañada que va a rumbo a confirmaciones por camaristas aliados de la derecha política. Comensales del expresidente Mauricio Macri, asiduos de su quinta, comensales invitados a Lago Escondido.

En esta semana el antaño fiscal de la República Guillermo Marijuán confesó carecer de pruebas para incriminar a Cristina en la causa apodada “la ruta del dinero K”, El funcionario se dio todos los gustos antes de llegar a una conclusión obvia: los supuestos delitos requieren pruebas, la culpa penal no se acredita con titulares en los medios ni con retroexcavadoras hollando suelo patagónico. La acusación no equivale a condena o mejor dicho no debería equivaler. La gran prensa se indigna "¿no hay que investigar?” Ya tratasteis, muchachos, sin dar con los billetes buscados, los bolsos virtuales.

Las persecuciones contra Cristina existen, gravitan, se construyeron en todo este lapso. Minga de exclusividad nacional. El presidente de Brasil Lula da Silva pasó años en prisión, proscripto por delitos desestimados en la última instancia judicial. Su partido participó en elecciones con un candidato respetable pero sin su liderazgo, perdió. Lula dio batalla, recuperó la libertad y ahora conduce su país.

El expresidente boliviano Evo Morales fue derrocado mediante un sangriento golpe de estado. Consiguió salvar tal vez la vida merced al auxilio y al asilo de los presidentes argentino Alberto Fernández y mexicano Andrés Manuel López Obrador. Luis Arce es presidente de Bolivia, hazaña conseguida mientras Evo seguía exiliado y proscripto. Condición que ahora mismo afecta al expresidente de Ecuador Rafael Correa.

Las vidas paralelas no son idénticas aunque sí semejantes, configuran una matriz de la época. Las fuerzas populares resisten participando en desventaja, sostienen al sistema democrático dañado. Tal la apuesta del peronismo en esta contingencia: denunciar las persecuciones, las irregularidades, las complicidades y arriesgarse a seguir bregando con los reducidos márgenes disponibles como en Brasil, Bolivia, en Ecuador mismo.

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Cuestiones judiciales: Tucumán es un ejemplo cercano, San Juan podría serlo. Juan Manzur dio un paso al costado, el peronismo rearmó la fórmula para las elecciones que se celebrarán el 11 de junio. Acató un fallo discutible e inoportuno de la Corte Suprema, compite. El gobernador sanjuanino Sergio Uñac imagina una sentencia que anule su candidatura, se adecuará también si se confirman los vaticinios.

La ofensiva suprema se ceba y desboca en Formosa cuya constitución valida la reelección sin resquicio para interpretación en contrario. Una sentencia contra la candidatura del gobernador Gildo Insfrán vulneraría a esa norma, atacaría al federalismo, plasmaría un escándalo institucional. El procurador general Eduardo Casal dictaminó en ese sentido pero no se privó de un párrafo pavote, culposo, chupamedias, vergonzoso. Este dictamen no es vinculante, sus Señorías pueden resolver de otro modo. La verdad de Perogrullo, enunciada en el contexto, equivale a abrir el paraguas para los Supremos.

En simultáneo, un policía mata a quien le robó su moto. Cuatro alevosos balazos en la espalda del hombre que huía: homicidio clavado salvo que se prueben eximentes o atenuantes. La presunción de inocencia cede cuando se prueba la causa de la muerte. La exministra Patricia Bullrich defiende al agresor, un Chocobar potenciado. Es coherente con su credo, defiende la libre portación de armas y el gatillo fácil, lo que en etapas aciagas se llamaba “ley fuga”. Ella comandó el operativo en el que la Prefectura asesinó por la espalda a Rafael Nahuel.

La derecha muestra los dientes y la idiosincrasia. Sin pudores ni respeto a la vida “de los otros” ni apego a la ley vigente.

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Bastones de mariscal: Cristina Kirchner ratifica su centralidad y convoca a la multitud a militar, a convencer, a hacer política desde el lugar que tenga. El peronismo conserva identidad y vigencia mientras reconoce no ser mayoría para afrontar una elección “en tercios”.

Los ministros Eduardo de Pedro y Sergio Massa (en ese orden) insinúan el uso del bastón de mariscal, comienzan a moverse como en campaña. Wado comparte un acto con el ministro de Economía. Representan fracciones diversas del Frente de Todos, con diferentes trayectorias, unidos en la acción.

Numerosos gobernadores pegaron faltazo al palco en la Plaza, van midiendo. Es dudoso que actúen en conjunto, es improbable que callen o se que encolumnen así nomás. Las votaciones en provincias incidirán en sus movimientos.

Las polémicas acerca del pasado son tan necesarias como insuficientes. Sin ellas, es imposible definir pertenencias, comparar con el macrismo. Es imperioso, asimismo, crecer, multiplicarse, convencer a los compatriotas que desean y merecen bienestar y representación ya mismo. En el contado lapso que le queda el actual oficialismo debe “elaborar” los errores cometidos, ser (más) coherente con las promesas de 2019 en el tramo final de gestión. Valorar los logros del fallido gobierno de Alberto Fernández. Que los hubo y que Cristina apuntó también.

La gente existe, es protagonista, el número cuenta. Para imponerse en las elecciones hace falta trascender las fronteras partidarias. Las elecciones constituyen el recurso y la oportunidad para abrir las mentes, iluminar un futuro, recobrar optimismo. Sumar porque el número cuenta. Néstor Kirchner lo supo y por eso cambió la historia creando las condiciones de posibilidad para el salto cualitativo: desde un 22 por ciento prestado hasta tres mandatos consecutivos. Con la gente adentro, también en el cuarto oscuro.

mwainfeld@pagina12. com. ar.