El presidente de Turquia, Recep Tayyip Erdogan, y su rival socialdemócrata, Kemal Kilicdaroglu, competirán este domingo en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, luego de una intensa campaña en donde primó la lucha para convencer a los pocos votantes aún indecisos, las posturas sobre la inmigración siria y las acusaciones cruzadas.

Hace dos semanas y pese al desgaste de 20 años en el poder, Erdogan contradijo a los sondeos para las elecciones. Parte con ventaja, al haber obtenido el 49,5 % de las papeletas en la primera ronda, frente al 44,9% de Kiliçdaroglu, por lo que le bastaría con arañar unos pocos cientos de miles de votos más para ganar. En cambio, su rival necesita más de dos millones para igualarlo. El ultranacionalista Sinan Ogan, que llegó tercero en la primera vuelta de las elecciones turcas, habia anunciado que respaldará al presidente saliente en el ballottage.

La víspera de Erdogan

Este sábado, como parte de la previa de los comicios, el presidente turco visitó la tumba de su modelo político, el ex primer ministro Adnan Menderes, buscando movilizar a su base conservadora en la segunda vuelta electoral. La visita al mausoleo en Estambul representa un símbolo importante para el jefe de Estado.

El ex primer ministro fue una emblemática figura de la derecha conservadora turca, que convirtió al islam en una herramienta política, restableciendo la llamada a la oración en árabe y reabriendo miles de mezquitas cerradas. Fue juzgado y ahorcado un año después de que los militares dieran un golpe de Estado en 1960 para orientar a Turquía hacia un rumbo más laico.

Erdogan, que sufrió un intento de golpe de Estado en 2016, se proyecta en Menderes y lo ha citado en sus discursos. "Se acabó la época de los golpes de Estado: mañana será un día especial para todos nosotros", expresó el mandatario turco, llamando a sus compatriotas a acudir a las urnas.

Espacio en pantalla

Por su parte, Kemal Kiliçdaroglu, que lidera una coalición heterogénea de seis partidos, hizo hasta lo imposible estas semanas por movilizar al electorado, incluyendo la búsqueda de simpatizantes a la derecha. Sus partidarios salieron a las calles de las principales ciudades para captar votos, sobre todo entre el electorado joven y las amas de casa, que tradicionalmente eligen a Recep Tayyip Erdogan. Sin embargo, a diferencia del presidente, omnipresente en los escenarios y la televisión, el candidato opositor tuvo que luchar para hacerse oír en todo el país. 

En primer lugar, Kiliçdaroglu denunció las numerosas trabas que la administración le impuso a su campaña, como un "total bloqueo" por parte de las operadoras de telefonía móvil que le habrían impedido el envío de mensajes de texto a periodistas para anunciar su programa. El bando del presidente "intenta por todos los medios mantenerse en el poder", aseguró, en una entrevista con la cadena Fox. Erdogan, en cambio acusó a "los medios de comunicación occidentales de intentar, como siempre fabricar noticias falsas".

Algunas ciudades prohibieron las pantallas que el partido de Kiliçdaroglu, el socialdemócrata CHP, colocó en plazas públicas para retransmitir una entrevista de varias horas de su candidato en el popular canal de Youtube Babala TV, en la que respondía preguntas críticas de un público joven. Además, el CHP denunció que los carteles de Erdogan se colgaron en el exterior de cuarteles militares, colegios y mezquitas, cuando estos espacios públicos deberían permanecer neutrales.

La inmensa mayoría de las emisoras difundieron sin cesar los mensajes del presidente y dedicaron poco espacio a su competidor. Según la organización Reporteros sin Fronteras, la televisión pública TRT dio a Erdogan "sesenta veces más tiempo de antena" que a su rival durante la campaña. El CHP indicó que fueron 50 horas para el oficialista, pero menos de 50 minutos a Kiliçdaroglu. A su vez, el presidente rechazó enfrentarse a su rival en un debate televisado a pesar de la larga tradición que tiene este tipo de confrontación pública en Turquía.

El discurso opositor

Kemal Kiliçdaroglu, un economista y ex alto funcionario, buscó a lo largo de la campaña infundir calma a un electorado agobiado por la inflación. Sin embargo, el lider de la oposición endureció su discurso de cara a la segunda vuelta, en un intento de aprovechar el sentimiento antisirio de una parte del país, y prometió expulsar a los 3,4 millones de refugiados sirios que están en Turquía.

La formación de izquierda y pro-kurda HDP le reiteró su apoyo sin condiciones, pese al pacto de Kiliçdaroglu con un pequeño partido reaccionario y xenófobo. "Mañana no es el fin del mundo, pero puede ser el fin de la democracia y la economía. Mañana no es el día del juicio final, pero puede ser la última elección", señaló en su cuenta oficial de Twitter Selahattin Demirtas, uno de los principales dirigentes del HDP encarcelado desde 2016. Y agregó: "Prometemos paz y prosperidad a Turquía; Extendemos la mano a nuestro hermano (Kiliçdaroglu)".

Los colegios electorales estarán abiertos el domingo de las 8 de la mañana hasta las 17 horas y se esperan que se difundan los primeros resultados a primera hora de la noche. Esta vez el CHP se propone desplegar "cinco observadores por urna, no uno ni dos", anticipó Kiliçdaroglu.