“Nuestra responsabilidad como familiares y militantes es reivindicar esta lucha, cuidar este sueño”, dijo Manuela Schuppisser. Hablaba de la lucha y el sueño de su abuelo, Aldo Ramírez, y de tantos otros trabajadores de Astilleros Astarsa. Ellos, su lucha y sus sueños fueron homenajeados esta fría mañana de sábado, a 50 años de la toma de la fábrica en mayo de 1973, cuando era la principal del rubro naval en la zona norte del Gran Buenos Aires. Un ratito antes, Manuela y a otros familiares de obreros navales, extrabajadores de Astarsa, militantes de derechos humanos de la zona y funcionaries públiques descubrieron el típico cartel institucional con la consigna “Memoria, Verdad, Justicia” que recuerda desde esta mañana de sábado la militancia organizada en pos de mejoras laborales, de mejoras salariales, de mejoras sociales del colectivo y también la reacción genocida con la que empresa y dictadura le respondieron al colectivo entonces, en los años previos y durante el terrorismo de Estado.

La señalización a 50 años de la toma de Astilleros Astarsa fue impulsada por la Comisión Memoria, Verdad y Justicia Zona Norte (CMVJZN) junto a familiares de algunos de los trabajadores de esa fábrica y exobreros –varies integran los organismos de derechos humanos– y concretada por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, la subsecretaría de Derechos Humanos de Buenos Aires y el Municipio de Tigre. El cartel fue instalado en la esquina de Solís y Newton, a 100 metros de lo que fue el ingreso a los talleres navales que cerraron definitivamente sus puertas en 1994, y mira de frente al Centro Universitario de Tigre, con el objetivo claro de “recordar a compañeros desde la belleza, la solidaridad y sus profundos grados de entrega”, mencionó Hugo “Cacho” Hidalgo, integrante de la comisión, y de ofrecer la historia ante los ojos de la juventud que circula a diario por esa esquina.

Debajo del cartel, tres baldosas elaboradas colectivamente recuerdan desde esta mañana a los 18 obreros detenidos desaparecidos por el terrorismo de Estado. “Compañeros con profunda conciencia de clase y sensibilidad social que demostraron que la unión hace a la fuerza, que fueron ejemplo de lucha para trabajadores de la zona, que no es casual que no estén ni que sus nombres hayan integrado la lista que los patrones armaron para entregarlos a sus asesinos”, postuló Carina Herrera, de Baldosas por la Memoria de zona norte.

Un lugar para celebrar la vida

“Para los familiares de desaparecidos es muy difícil encontrar un lugar donde recordar y celebrar la vida de nuestros familiares. Entonces, los lugares donde nos reencontramos con sus compañeros son los mejores, porque nos remiten a lo que ellos soñaron y a por lo que ellos lucharon, una sociedad mejor para todos con inclusión, igualdad y respeto por el otro”, sostuvo Paula Ramírez, mamá de Manuela e hija de Ramírez, uno de los obreros de Astarsa secuestrado en septiembre de 1977. Paula habló en términos de agradecimiento: a partir de este sábado, en la que repartió abrazos y apretones de mano, y dejó salir risas y lágrimas en partes iguales, esa esquina de Tigre, ese cartel, esas baldosas, serían el lugar donde celebrar a su viejo y a sus compañeros. “Esta es mi familia, esto es lo que hredamos de todos los obreros de Astarsa”, cerró María Rufina Gastón, mamá de Paula, abuela de Manuela, compañera de Aldo.

Luego habló Juan “Chango” Sosa, trabajador del astillero durante aquella mítica toma que el colectivo de Astarsa activó el 30 de mayo de 1973, tras un paro que había comenzado días atrás luego de la muerte de un obrero durante sus labores. Las condiciones en las que trabajaban eran pésimas. Los años siguientes fueron de recrudecimiento de la persecución al movimiento obrero en general, algo que los navales de Astarsa y los astilleros aledaños sufrieron en particular. En su caso, las patronales actuaron en convivencia con la burocracia sindical y las fuerzas de seguridad y parapoliciales. Todo empeoró con el golpe. Entre 1974 y 1977, decenas de trabajadores fueron secuestrades y torturades, la mayoría en Campo de Mayo. 18 trabajadores fueron asesinados. Los cuerpos de algunos pocos aparecieron acribillados. La mayoría permanece desaparecido. En octubre de 2014 culminó con condenas a responsables militares y policiales por estos crímenes el que se conoció como “Juicio de los obreros” y del que nació el expediente que, desde entonces, intenta investigar a los civiles dueños y jerarcas de las compañías navales. La causa descansa en el juzgado federal a cargo de Alicia Vence.

“Chango” celebró que funcionarios de los gobiernos nacional, provincial y municipal “se fijaran en nuestra lucha”. “Es lo que tenemos que hacer, es nuestra obligación”, dirá después Lorena Battistiol Colayago, directora nacional de Sitios y Espacios de Memoria, hija de desaparecides, hermana de un o una bebé que todavía busca y espera. “En particular”, resaltó Battistiol Colayago, que es oriunda de la zona norte, “con estos compañeros que tuvieron la valentía, la dignidad y la decisión de ponerse frente a una toma para acabar con esas muertes que se iban produciendo cada vez que se construía un barco”. “Cuando se trata de trabajadores y de salud laboral siempre es un orgullo” el concretar una señalización vinculada con la memoria, la verdad y la Justicia, remarcó el subsecretario de Derechos Humanos bonaerense, Matías Moreno, quien recordó que esta clase de homenajes son “una reparación más a tantos trabajadores que han dado la vida durante la última dictadura cívico militar que tenía como uno de los objetivos primordiales la imposición del neoliberalismo, y como condición sinequanon el disciplinar a la fuerza de trabajo”.

La obligación del Estado

En ese sentido, Sosa se puso feliz de ver “tanta juventud” en el acto de homenaje, ya que vio “cumplido nuestro rol de transmitir nuestra experiencia para dejar una huella permanente en la sociedad”. “Con esta lucha conseguimos algo que hasta ese momento no existía, la Comisión de Seguridad, Salubridad e Higiene, y un legado al movimiento obrero, el saber que tenían en sus manos la gestión de las condiciones de trabajo”, apuntó. Entre 1973 y 1976 no hubo un accidente en Astarsa, ningún obrero muerto en el marco de sus actividades, algo que previo a esa fecha sucedió en más de una ocasión por año.