El camino de la basura es largo, problemático y largo. En las ciudades en las que la gestión de residuos alcanzó cierto nivel de sofisticación y donde los rellenos se instalaron bien lejos de los centros de consumo, los restos que su gente produce todos los días "se transfieren", lo que quiere decir que se los traspasa desde unos camiones más chicos (esos mismo que pasan a recolectar las bolsas por las casas, como el típico "cola de pato") a otros más grandes, que son los encargados de cubrir la distancia más larga hasta el relleno. Es el caso de la Ciudad de Buenos Aires, cuyas basuras diarias deben viajar todos los días unos 25 kilómetros para ser enterradas en el relleno Norte III de José León Suárez, que además está fuera de su jurisdicción. Hacer este recorrido con la flota de "pequeños" camiones recolectores resultaría antieconómico y poco eficiente.

Esta tarea de traspaso de residuos se lleva adelante en las llamadas "estaciones de transferencia", que en CABA quedan en Colegiales, Flores y Pompeya. Voy a la primera para conocer cómo se lleva a cabo este proceso. El predio -por el que, me doy cuenta cuando llego, había pasado cientos de veces sin tener idea de lo que se hacía allí- tiene en total dos hectáreas, pero una está casi enteramente ocupada por un espacio verde de recreación, con lo cual la planta en spi se levanta en realidad sobre una única manzana.

Los responsables me dejan en claro que con la basura no hacen ningún proceso más que transferirla: solo la reciben de parte de las empresas recolectoras y la traspasan a los camiones más grandes, a los que denominan tráilers. "La premisa nuestra es que cuanto antes se vaya la basura, mejor -me explican-. Nadie quiere tener enfrente la montaña de basura. Nosotros tampoco".

La planta trabaja de lunes a sábado las 24 horas -solo cierra el domingo de 7 a 19, cuando aprovechan para hacer las tareas de mantenimiento- y tiene un promedio de entre 300 y 350 operaciones por día ("la operación" le llaman a cada camión cargado o descargado). La noche es el momento de movimiento más fuerte, a eso de las once ya se arman colas de vehículos recolectores, que en la mayoría de los casos descargan y salen a dar uno o incluyo dos vueltas más para seguir recogiendo basura. Recién a eso de las cuatro de la mañana ese tránsito tan intenso empieza a amainar. Por día pueden ingresar al predio 170 camiones de los recolectores.

Los vehículos entran y ascienden por una rampa, se pesan y luego descargan en un espacio donde, por medio de un "escudo" (que vendría a funcionar como una topadora), la basura se va empujando hasta caer en una especie de hueco, desde donde en forma mecánica se carga al tráiler, que ya está estacionado para tal fin. Varios playeros coordinan esta operación. Con el tráiler cargado, se hace una compactación, se cierra y se limpia la cola, como para que no pierda basura por el camino y pueda encarar el viaje a José León Suárez. Cada uno de estos tráilers lleva 23 mil kilos de desperdicios y suele hacer tres viajes por jornada.

En la estación de transferencia me cuentan que desde que en Buenos Aires se impuso la "contenerización" de residuos -colocación en contenedores negros en todo el territorio de la ciudad- los camiones recolectores tuvieron que empezar a hacer más viajes, hasta el punto en que a veces no dan abasto con la recogida. 

"Cuando la gente depositaba la bolsa en el canasto de hierro en la vereda de su casa, la basura quedaba expuesta. Y entonces había más cuidado de respetar el horario indicado para sacar los residuos. Pero en los contenedores siempre hay basura, en todo momemnto, a cualquier hora del día. Y en las zonas más pobladas y con mucha actividad comercial, los camiones tienen que pasar más de una vez por día para vaciar los mismos contenedores, que de otra forma rebasarían".

Pregunto por la cantidad, si notan que a lo largo de los años bajó o subió, Me responden que el factor clave es la actividad económica: a más dinero en el bolsillo, más basura. Cuando no hay plata la gente consume menos. No compra tanta comida hecha, toma menos gaseosa, tal vez se deshace de menos cosas. También hay algunas diferencias estacionales: en verano reciben un mayor volumen por las botellas de plástico, pero también hay gente que se va de vacaciones y eso compensa. 

En CABA existen también los llamados "grandes generadores", que son shoppings, supermercados, cines, teatros, bancos, instituciones y edificios de más de 19 pisos, y hoteles de cuatro y cinco estrellas que tienen la obligación de separar los reciclables (que pasan a buscar la gente de las cooperativas) y de pagarse sus propios camioncitos que dos o tres veces por semana van al relleno sanitario de José León Suárez. La lógica detrás de esta medida tiene que ver con el hecho de que, si estos grandes generadores sacaran todos los días su basura como  cualquier vecino, terminarían saturando el contenedor, y en definitiva toda la logística. Por eso hubo que buscarles un carril separado que no pasara por estaciones de transferencia.

Subimos a una cabina de control que hay en el interior de la planta, un espacio elevado desde el que se puede apreciar toda la operación. Hay olor -no demasiado, pero se siente- y entre las bolsas me llaman la atención algunos voluminosos, una heladera despedazada y un colchón. "La bolsa que tiraste anoche seguro que está acá", me dice un operario. No representa ningún misterio cómo es que llegó ahi esta basura y sin embargo, como siempre, impacta la cantidad hasta el punto de que dan ganas de calzarse un par de guantes y ponerse a destripar esas bolsas como para terminar de entender de una vez qué es todo eso que estamos tirando.

Hay profesionales que se dedican a hacer ese trabajo. Pueden venir de la academia, de las empresas, incluso del propio CEAMSE y, aunque suene extraño, se calzan su barbijo y se ponen a tajear bolsas de basura y estudiar de una forma bastante minuciosa cómo se conforman nuestros desechos. Por caso, el Estudio de calidad de los residuos sólidos urbanos de la Ciudad de Buenos Aires que llevó a cabo en 2015 el Instituto de Ingeniería Sanitaria y Ambiental de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires junto al CEAMSE, buscó identificar esta composición vinculándola además con otras variables que afectan la generación de residuos, como las actividades que se llevan a cabo en cada área (si es residencial, o comercial, o industrial mixta, y en qué proporción) y el nivel socioeconómico de la población. Para eso analizaron el contenido de las bolsas de basura que durante un tiempo determinaron ingresaron a las tres estaciones de transferencia de la ciudad. 

Fragmento del libro Desechos, el drama de la basura, de Verónica Ocvirk, que acaba de publicar la Universidad Nacional de Avellaneda.