Butterfly Vision         6 Puntos

Ucrania, 2022

Dirección: Maksym Nakonechnyi.

Guion: M. Nakonechnyi e Iryna Tsilyk.

Duración: 107 minutos.

Intérpretes: Rita Burkovska, Lyubomyr Valivots, Myroslava Vytrykhovska-Makar.

Estreno en la plataforma Mubi

El cine estadounidense ha tratado en diversas oportunidades el tema de las dificultades de readaptación de los soldados que vuelven del frente de batalla, desde Lo mejor de nuestra vida (1946) hasta Francontirador (la de Clint Eastwood, 2014), pasando por El francotirador (la de Michael Cimino, 1978) y Rambo (1982 y subsiguientes). Ahora es el cine ucraniano el que aborda la cuestión, con una historia de ficción que tiene lugar antes de la invasión rusa (la película fue filmada en forma previa a ese evento), cuando el ejército de ese país libraba una guerra contra los secesionistas pro-rusos asentados en la región de Donbás.

La soldado Lilia Vasilenko (Rita Burkovska, de aspecto lógicamente abrumado) especialista en reconocimiento aéreo por manejo de drones, vuelve a casa, en una operación de intercambio de rehenes, tras haber estado dos meses en manos del ejército secesionista. Recibida como heroína de guerra (“tiene unas bolas de acero”, comenta alguien por whatsapp), Lilia se reencuentra con sus parientes y amigos. Entre ellos su marido, veterano de guerra. Aunque es capaz de sonreír por su liberación, Lilia está como ida por el trauma vivido. Las cosas empeoran cuando una ecografía muestra que está embarazada de dos meses, noticia que la sume en el desconcierto, y que provoca que el esposo rompa todos los muebles de una habitación al enterarse. Mientras tanto Lilia recibe algunas muestras de rechazo de parte de civiles, al tiempo que el Estado no le brinda la atención necesaria.

Butterfly Vision (a Lilia la llaman “mariposa” por su especialización en el manejo de drones) presenta una Ucrania que no es precisamente el paraíso. La fotografía, arratonada, acentúa el tono del film. Lo de Tokha, marido de Lilian, es una clásica revictimización de la víctima, que a la protagonista, que viene de castigos mayores que ese, ni se le ocurre denunciar. Tokha, es un miembro de una milicia urbana llamada “Batallón de Voluntarios”, grupo de ultraderecha que en un momento emprende una razzia mortal contra un campamento de gitanos. Al enterarse del estado de la paciente, la médica que la atiende no le pregunta si ha sido violada, lo cual genera una situación de ambigüedad allí donde las cosas deberían estar claras. El Estado tampoco provee una terapia post-traumática, elemental en casos como éste.

Se nota que el realizador debutante Maksym Nakonechnyi comenzó como productor de documentales: filma su película como si lo fuera. Un efecto agudizado al comienzo, cuando el espectador aún ignora si se trata de un documental o una ficción. La deliberada confusión se ve reforzada por saltos en el montaje y cuantiosos planos filmados desde el dron que maneja Lilia. Las torturas recibidas por Lilia (tiene marcas de latigazos y quemaduras) son evocadas mediante flashes pixelados que duran segundos, y que apenas permiten ver de qué se trata. Muchos planos están encuadrados dejando mucho “aire” en la parte superior, de modo que la protagonista aparece sola, como aplastada por el cielo gris. En ciertas fantasías o sueños Lilia ve a una mariposa de tamaño desmesurado, así como en una secuencia que muestra la tortura (mostrada delicadamente con fragmentación de planos) se imagina en estado de levitación. Algo que quita más de lo que suma, ya que desentona con el estilo hiper-realista de la narración.