En 1956, el año de los fusilamientos de José León Suárez, la dictadura incorporó a la Argentina como miembro del FMI, una decisión que Juan Perón había evitado mientras fue presidente, resistiendo todo tipo de presiones. En 1957 la Argentina recibió un préstamo de 75 millones de dólares cuyo destino nunca se dio a conocer y debió refinanciar un año más tarde. La inflación fue del 13 por ciento, un punto más que en 1955 y diez más que en 1954.

El partido de San Martín, que albergaba la comisaría donde los detenidos pasaron sus últimas horas y el basural donde fueron fusilados, era mucho más grande que hoy. Abarcaba Caseros, Santos Lugares, El Palomar y otras localidades que hoy integran Tres de Febrero y, por entonces, eran todavía el sur de San Martín. José León Suárez era apenas un puñado de casas alrededor de la estación de tren. Más allá, campo y calles de tierra por donde se movían perros, gallinas y caballos. Cuando llovía la zona se convertía en un barrial.

Desde marzo, el decreto 4161 prohibía terminantemente cualquier mención a Perón, Evita, peronismo, justicialismo, la marcha peronista, el escudo justicialista o cualquiera de sus símbolos, bajo pena de prisión efectiva para quien violara la normativa. Para reconocerse, desde entonces, los peronistas comenzaron a llevar una flor de nomeolvides, la preferida de Evita: las mujeres en el pelo, los hombres, en la solapa del saco.

Argentina tenía ese año alrededor de 18 millones de habitantes. La cifra es un tanto imprecisa porque es un año a mitad de camino entre dos censos. Éramos 16 millones en el de 1947 y 20 según el de 1960. Para entonces, 5 millones —un poco menos de un tercio del total— residían en la provincia de Buenos Aires.

El gobernador de facto de la provincia era Emilio Bonnecarrere, un militar que había estado detenido por participar de los intentos de golpe contra Perón anteriores al de 1955. El intendente de San Martín, directamente comisionado por el gobernador, era un civil, Alfonso Cerdeiro, que en 1965 sería electo diputado nacional por el radicalismo.

El rock apenas se desperezaba en el hemisferio norte y acá se bailaba tango. Las orquestas de Carlos Di Sarli y Juan D’Arienzo eran las más populares y la gente llenaba los clubes donde tocaban. El Chantecler todavía existía, pero su época de gloria había quedado atrás. Astor Piazzola, recién llegado de sus estudios en París con Nadia Boulanger, armaba el Octeto Tango y Hugo del Carril cantaba en la vieja penitenciaría de la avenida Las Heras, donde estaba detenido.

River era el campeón indiscutido de fútbol. Aunque ya no era “la Máquina” sino “la Maquinita”, logró el tricampeonato en 1955, 1956 y 1957, de la mano de figuras como Amadeo Carrizo, Enrique Omar Sívori y Ángel Labruna. Aún así, perdió el clásico con Boca 2 a 1. El campeón mundial era Alemania que se había coronado en Suiza, dos años antes, tras derrotar en la final, —contra todo pronóstico— a la Hungría de Puskas.

Para el barrio de Florida Oeste, la llegada de un club del ascenso, Colegiales, era todavía una novedad. En 1948 habían adquirido un predio —un pantano, en realidad—, entre las calles Malaver, Natalio Querido, Italia y Gervasio Posadas, lo habían rellenado con paciencia y escombros y finalmente los "tricolores" jugaban de locales allí.

En el boxeo, fue un gran año para Eduardo Lausse a quien todos apodaban "el Zurdo", por su guardia. En realidad, había comenzado como diestro y podía pararse de las dos formas. Al mendocino Pascualito Pérez, campeón mundial y campeón olímpico peso ligero, le habían quitado su licencia por peronista. No le importó y se fue a pelear al exterior, donde donó parte de sus bolsas a Perón en el exilio. 

Juan Gálvez fue campeón de Turismo Carretera al volante de una cupé Ford. En Santa Isabel, en las afueras de Córdoba, Industrias Kaiser Argentina inauguraba su planta automotriz, desde la que abastecería al mercado local con sus modelos Jeep, Estanciera y el lujoso Kaiser Carabela. Cerca de allí, Industrias Mecánicas del Estado, IME, seguía produciendo Rastrojeros.

La radio y las revistas de la época, como El Gráfico, Radiolandia o Mecánica Popular publicitaban el coñac Otard Dupuy, el whisky Doble V, la ginebra Bols, la yerba Salus, los cigarrillos rubios Macdonald y los negros Particulares, la ropa de Casa Muñoz, los primeros Citroen 2cv recién importados de Francia y, para las amas de casa, las ventajas de limpiar con Puloil y cocinar con fuentes Pyrex.

Ese año, “Rosaura a las diez”, de Marco Denevi, fue récord de ventas. También se leía “El sueño de los héroes”, de Bioy Casares, publicado un año antes. Bioy solía recibir a Borges en su casa para escribir juntos los cuentos policiales de Bustos Domecq y para comentar con ironía la escena literaria local. A David Viñas le faltaban todavía dos años para publicar su consagratorio “Los dueños de la tierra”. Por entonces, editaba la revista Contorno junto con Noé Jitrik, León Rozitchner y Juan José Sebreli, entre otros.