Nélida Argentina Jara, conocida como Neka, nació en Misiones, en el departamento de Aristóbulo del Valle. Su papá era trabajador de la tierra y su mamá empleada doméstica. Es la segunda de siete hermanxs. Cuando tenía 12, la familia entera se mudó a Buenos Aires.

Neka, piquetera y orgullosa. Una de las fundadoras del MTD de San Francisco Solano, es de esas militantes que nunca se rinde, aunque las balas de las represiones le rozaran el cuerpo, el miedo jamás la detuvo. Participó de las primeras experiencias comunitarias que tuvieron lugar en el sur del conurbano bonaerense y desde allí junto a las mujeres desocupadas construyó nuevas formas de organización y trabajo autogestivo.

El 26 de junio del 2002 Neka estaba en Italia, fue invitada por organizaciones sociales de ese país para transmitir la experiencia piquetera. Fue a hablar de las barriadas, de la autonomía y la autogestión que venían construyendo desde los Movimientos de Trabajadores Desocupados. Días antes había estado en la organización de lo que fue el plan de lucha que se concretó en las calles y que hoy se conmemora como "La Masacre de Avellaneda", en la que fueron asesinados dos grandes luchadores sociales: Darío Santillán y Maximiliano Kosteki.

“Me fui a Italia muy preocupada, porque sabíamos que podían reprimir. En esos momentos había mucha gente en los movimientos. Recuerdo que en el MTD de Solano éramos dos mil quinientos, entonces estaban evaluando ir a la protesta con menos gente y que las personas mayores y niños no participaran, previendo esa situación”, cuenta Neka y describe los días previos a la masacre como un momento en los que se respiraba un aire muy denso y ya habían sufrido represión. “Duhalde -presidente interino- y Chiche -su esposa y primera dama- venían con distintas maniobras para sacar a los desocupados de las calles y rutas. Recuerdo la frase de la Chiche Duhalde que decía ‘a los piqueteros los voy a secar’", agrega.

Mientras viajaba desde el norte al sur de Italia, Neka recibió una llamada de su compañero Alberto, quien le contó sobre la brutal represión que desató la bonaerense. En ese momento solo se sabía que habían asesinado a dos personas. Una hora después Neka recibió otra llamada, ya se conocían los nombres de los compañeros caídos. "Darío era de nuestro cotidiano, era de las entrañas del movimiento, a Maxi lo conocía menos. Cuando me dijeron que era él fue muy difícil, fue terrible, mi reacción inmediata fue querer volverme para Argentina y los compas me pidieron que me quedara porque era muy necesario denunciar todo lo que había sucedido. Fueron días muy duros, quería estar abrazando a mis compañeros pero fue bueno haberme quedado porque se difundió muchísimo todo, la información circuló y también me invitaron al País Vasco y España."

Los primeros días después de la muerte de Dario y Maxi a Neka la invadió tristeza, en Italia tenía muchas actividades. A su cargo llevaba la difícil tarea de denunciar las violaciones a los derechos humanos que estaba llevando adelante el gobierno argentino. “Durante esos días deseaba que llegue la noche para encerrarme a llorar. Hablaba muchísimo con mis compas y a ellos les pasaba lo mismo. Surgieron discusiones y diferencias por cómo encarar esta etapa que se venía y las primeras horas fueron de mucho miedo porque estaba todo planificado para criminalizar a los militantes de los movimientos. En la primera asamblea que hicieron tenían dos helicópteros arriba de la casa, patrulleros cercando la cuadra, muchos tuvieron que esconderse y mudarse por un tiempo. Después del puente Pueyrredón empezamos a ver cómo seguir en los barrios para que nadie más sea golpeado de esa manera. Había un ánimo colectivo de seguir adelante.”

Una vida atravesada por la militancia

Neka tenía 17 años cuando comenzó a participar de las Comunidades Eclesiales de Base junto al Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo. Por esos años acompañaba especialmente a comunidades indígenas del norte de Formosa y localidades del sur del conurbano bonaerense, territorios como Florencio Varela y Quilmes. Así fue como empezó a participar de las primeras tomas de tierra que tuvieron lugar durante los 80 en esos sectores de la provincia de Buenos Aires.

A mediados de los 90 Neka se sumó a un grupo interdisciplinario que funcionaba en la parroquia Nuestra Señora de las Lágrimas de San Francisco Solano, hacían talleres en los barrios que estaban en situaciones más críticas, sufriendo las consecuencias del desempleo. “Trabajábamos con niños y mujeres, en el marco de la comunidad cristiana. Había un equipo que trabajaba mucho las realidades sociales de la gente, no solo el ámbito espiritual y religioso sino haciendo hincapié en lo social, ahí fueron surgiendo las preocupaciones por el alto índice de desempleo. A partir de la experiencia de otros grupos como, por ejemplo, de Florencio Varela, La Matanza y Mosconi se propuso organizarnos para buscar formas directas de acción y conseguir algunas reivindicaciones. Así fue como comenzamos con el MTD de Solano. En la primera asamblea me acuerdo que el 90% éramos mujeres, los poquitos hombres que había estaban muy preocupados por lo que se podía venir con las represiones, recuerdo que las mujeres tenían una fortaleza increíble y decían ‘vamos hacer entre todos algo que nos ayude’."

El movimiento fue creciendo, las asambleas de Solano eran cada vez más grandes, había mucha participación y allí fueron surgieron las primeras propuestas para alcanzar los subsidios que estaba entregando el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. Eran planes para personas sin empleo, pero estaban muy restringidos y, por ese entonces, solo podían acceder los punteros políticos.

"La primera acción que tuvimos fue cortar la ruta para que abran los planes y la mayoría de las personas puedan ingresar. Empezamos a coordinar los cortes con otros movimientos como el de Florencia Varela, La Matanza y los que se formaron después como Almirante Brown, Lanús y Guernica. En el MTD de Aníbal Verón éramos 18 movimientos de desocupados. Teníamos una rutina muy acelerada, todo el tiempo había reuniones, asambleas, coordinaciones y acciones directas. Para mí fueron años de mucha turbulencia y también de vitalidad, crecimiento y aprendizaje político, fueron tiempos increíbles." Neka participaba en el área de educación popular y salud en distintos espacios comunitarios, no había descanso, todos los días había que poner el cuerpo y las ideas.

Durante los 90 Neka daba clases en el Instituto de Teología a distancia del Obispado de Quilmes y coordinaba el área pedagógica, allí vivió momentos muy tensos cuando los militantes duhaldistas intentaron prohibir que los desocupados se organicen en los marcos de la Iglesias. “En ese momento estaba el obispo, Jorge Novak, que apoyaba los cortes de ruta, cuando él se jubiló le siguió Pharrell, un obispo premiado por Menem, que pidió que se desalojaran a las familias y desocupadxs que habitaban la iglesia. La gran mayoría de la comunidad se negó y apoyados por el cura Alberto Spagnolo,  ocuparon la parroquia en el 97.”

Unos años después de ese suceso, Neka abandonó su empleo en el obispado y se unió a los espacios comunitarios que ya habitaba por su militancia piquetera. Junto a sus compañerxs reinventaron formas de trabajo artesanal y economías autónomas. “Hay momentos en los que siento mucha nostalgia, pero por otro lado, también siento que la humanidad en el cuerpo necesita recrearse. Para mí esos fueron los años más fuertes y vitales de militancia y siento que toda esa riqueza y armonía con la que hoy puedo mirar las cosas se la debo a esos años.”