Límites al endeudamiento

Por Matías Rajnerman *

No es novedoso que uno de los principales problemas de la economía argentina es la escasez de dólares: la mayoría de los procesos económicos de crecimiento que atravesó nuestro país se vieron limitados por la falta de divisas. Sin embargo, que el ingreso de dólares financieros haya superado a los comerciales sí marca una situación insólita para la economía argentina de los últimos veinte años. Esta dinámica obedeció al magro crecimiento de las divisas comerciales (avanzaron 2,5 por ciento interanual en la primera mitad de 2017) y al salto de las financieras, que casi se duplicaron en los primeros seis meses del año, superando los 48.000 millones de dólares y marcando un récord histórico.

Los dólares provenientes del intercambio comercial pasaron de representar un 55 por ciento de la oferta total de moneda extranjera en la primera parte de 2016 a un 40 por ciento en 2017. En consecuencia, las divisas genuinas -que no necesitan ser repagadas- fueron menores a las que, tarde o temprano, abandonarán el país. Esta “novedad” no supone un mero tecnicismo contable: tiene fuertes implicancias económicas.

Para comprenderlas acabadamente, corresponde analizar qué apartados lideraron la expansión de la cuenta capital: no es lo mismo que lo hagan las inversiones físicas a que sean las financieras. A la par que las primeras pueden incrementar el empleo y el nivel de producción, las inversiones especulativas sólo buscan ganancias de corto plazo.

La cuenta capital muestra que la misma estuvo encabezada por la emisión de títulos de deuda (cerca de 7900 millones de dólares en la primera mitad del año), impulsados por las colocaciones del Tesoro. El segundo lugar quedó para las inversiones de portafolio, dólares especulativos que ingresan al país buscando subirse a la bicicleta financiera de las LEBACs, que alcanzaron los 5200 millones de dólares multiplicando por seis al valor de 2016. En contrapartida, la inversión extranjera directa apenas superó los 1400 millones en la primera parte del año. Por ende, el fortalecimiento de la cuenta capital no pareciera estar conduciendo a una ampliación de la capacidad instalada, sino ser la manifestación del nuevo proceso de endeudamiento.

Con estos números se puede decir que observamos una “lluvia de dólares”. La tormenta es financiera y no productiva. El resultado era esperable: las decisiones sobre inversiones físicas se llevan adelante apuntando una dinámica de más largo plazo que las especulativas. Además, las condiciones internacionales y locales alientan a estas últimas: una tasa de interés internacional cercana a cero y otra positiva en la Argentina, cambios políticos en “el bloque hegemónico global” y un mercado interno deprimido, son los principales factores que están retrasando a los desembolsos productivos.

Como consecuencia, se registra un salto en la fragilidad externa de nuestra economía: a la misma velocidad que entraron, los capitales financieros pueden salir de nuestro país; de igual forma, un freno en el flujo de ingreso de divisas financieras desencadenaría el mismo escenario. Como efectos de segundo orden, en un contexto de apertura de la cuenta capital y menores ingresos netos de dólares comerciales, una pérdida de dinamismo en el proceso de endeudamiento provocaría una depreciación del peso.

En conclusión, y al igual que en los noventa, el endeudamiento no se está dirigiendo a incrementar su capacidad de repago; es decir, a apuntalar la generación de divisas genuinas. En contraposición, los dólares que arriban al país se están destinando al financiamiento del déficit corriente del sector público, el incremento de las importaciones (principalmente de bienes finales) y a solventar la fuga de capitales del sector privado, en lugar de dinamizar la competitividad no cambiaria nuestra producción de bienes y servicios (mediante el desarrollo de infraestructura, caminos, aliento a las compras externas de maquinarias, etc.). Por eso, y ante este escenario, cabe preguntarse por qué los mismos hechos que tantos dolores de cabeza nos dieron en el pasado, arrojarán esta vez resultados distintos.

* Economista - Centro Periferia.


Como varita mágica

Por Pablo Tavilla *

Estamos frente a un vaciamiento del debate económico. En ese proceso se destaca la inclinación a reducir toda discusión a una cuestión sobre el nivel del tipo de cambio. Sin embargo, con política cambiaria sola no se puede casi nada, ni cuando es bajo ni cuando es alto. Para lograr algo se necesita trabajar duro sobre la conocida como restricción externa, o “cuello de oferta de divisas”, ya no solo comercial sino que también se explica por otras presiones crónicas de demanda: giro de utilidades, pago de intereses, turismo, demanda especulativa de dólares, fuga y, cuando no, retaceo de exportadores. Es un buen ángulo para mirar las dificultades nacionales de recurrentes crisis e inestabilidad. Para decirlo rápido, el capitalismo periférico argentino no puede sostener crecimiento sin desarrollo.

No poca literatura y opinión especializada cree que con tipo de cambio alto, o “competitivo” y “estable” o sostenido en el tiempo, se resuelven las cosas. Ya de movida, si es competitivo no puede ser estable y, a la inversa, si es estable no puede ser competitivo (alto).  Al menos en una democracia y si se tiene cierto compromiso con sus valores, ¿se puede sostener un tipo de cambio alto, que es sinónimo de bajos salarios reales y recesión?  Cierto que se pudieron lograr efectos reales por un tiempito allá por 2001/2002, con la hiperinflación de 1989-1990 y a partir del sangriento y nefasto 1976. Las devaluaciones de enero 2014 y de diciembre 2015 muestran más bien lo contrario, lo poco duradero que es devaluar en términos reales con instituciones funcionando normalmente (paritarias). Ni hablar si se mueven todos los precios, por ejemplo, tarifas de servicios públicos.  Pero además: ¿tipo de cambio alto, dólar caro, para qué sirve? ¿Realmente sirve? La evidencia histórica es contundente: acelera la inflación y baja el salario real, por eso genera recesión y, ahí sí, puede mejorar balanza comercial por la baja de las importaciones. Las exportaciones en Argentina son inelásticas al precio interno, es decir, dependen mucho de factores externos que no manejamos.

Es cierto, podemos computar cierta eficacia si se busca distribuir ingresos en contra de las mayorías asalariadas y poner contentos a exportadores y especuladores con posiciones en divisas. Aún cuando sostener esto en el tiempo no incluye ningún escenario que no sea de deterioro social y económico mayoritario. Y muy probablemente, represión.  Hoy por hoy, pedir alto TC es funcional al relato falaz “derramista” de “economía privada agobiada por costo argentino e impuestos”. Sin embargo, hay historia abundante mostrando que economía privada puede ir mucho mejor con gasto público y menos desigualdad, porque posibilitan expansión de mercados y, así, estímulo a acumulación de capital. Incluso mercados externos vía ganancias de productividad, por economías externas dinámicas y más y mejor infraestructura.  

¿Tiene sentido seguir reduciendo la reflexión solamente en torno al nivel del dólar?  Es cierto, dólar barato, pero en contexto de apertura comercial y financiera y de políticas de ajuste estructural, es decir, renunciando a otros instrumentos e instituciones, tiene efectos sobre la capacidad competitiva de productores y fabricantes nacionales. Nuestros ciclos de endeudamiento se asociaron más bien a la búsqueda de rentas financieras especulativas donde “las finanzas trabajan para las finanzas” y no en función del desarrollo productivo. El aliento a la entrada de “dólares financieros” de corto plazo abarata el TC, genera jugosas rentas financieras para pocos hasta que, como ya experimentamos varias veces, la burbuja explota y casi nada queda en materia de capacidades productivas adicionales.     

Mejor hablar de otras cuestiones mucho más decisivas que hacen a un entorno macroeconómico diferente y expansivo, de integración de políticas tecnológicas, comerciales  e industriales con objetivos desarrollistas, de políticas de fuerte inversión pública, de políticas monetarias y cambiarias pro crecimiento y desaliento de opciones financieras especulativas. Volver a hablar de cambio estructural, diversificación productiva y de una inserción internacional mejor. Basta de buscar donde no hay o donde hay muy poco.  

* Universidad Nacional de Moreno.