Quienes transitan la actividad bursátil desde hace muchos años tienen una máxima que dice que “las cotizaciones de las acciones y bonos se adelantan a los acontecimientos”. El viernes, cuando la mayoría de las encuestas que se publicaban en diarios y en redes sociales indicaban que CFK ganaba por varios puntos, la Bolsa anotó una fuerte suba. Fue sorpresivo ese cambio de tendencia porque el miércoles los activos bursátiles habían marcado una intensa caída, en línea con el clima pesimista que arrastraba el mercado en las últimas semanas. Ahora, con los resultados de las PASO, es evidente que ya había información privilegiada de un desenlace diferente al que se preveía en jornadas anteriores. Los agentes bursátiles podrán volver a sacar pecho y decir que su mercado es un muy buen termómetro político y económico.

La previsible euforia del mundo de las finanzas será la reacción a factores coyunturales ligados al resultado electoral de anoche, pero que lleva implícita la exigencia al oficialismo de emprender decididamente una política de ajuste fiscal que garantice el repago de los intereses de la deuda. Esta demanda será presentada como la necesaria búsqueda de reducir el gasto público para impulsar el crecimiento económico. Si el Gobierno no avanza en ese sentido, y no hay motivo para pensar que no lo hará en base a lo que han declarado los funcionarios de Cambiemos, el denominado mercado se lo hará saber con el recorrido de las cotizaciones. Como suben cuando festejan el triunfo del oficialismo, pueden bajar si no avanzan en reformas estructurales conservadoras y regresivas, como la laboral y previsional. Eso es lo que piensen y actúan en consecuencia financistas, grandes inversores y agentes bursátiles.

A diferencia de la mayoría de la población que vota cada dos años, el negocio financiero lo hace todos los días. Y mañana será un día clave en esa elección. Mañana vencen poco más de 530.000 millones de pesos de Lebac, los títulos de deuda de cortísimo plazo emitidos por el Banco Central, equivalente al 57 por ciento del stock de ese pasivo y el 64 por ciento de las reservas internacionales. El resultado de las PASO es un alivio para la conducción de la autoridad monetaria. Descomprime un frente complicado que podía presionar sobre la cotización del dólar. Si se repitiese el comportamiento de los inversores de las últimas dos convocatorias, la paridad cambiaria se movería al alza, pero ahora el escenario político es otro. De todos modos, más allá del resultado de las urnas, la bola de nieve de las Lebac sigue siendo un factor perturbador de la estabilidad cambiaria y financiera.   

Es un costo enorme las Lebac en el balance del Banco Central. Entre el 15 de diciembre de 2015 y el 30 de junio de 2017 devengaron 251 mil millones de pesos de intereses. Esto implica un pago de 460 millones de pesos en promedio por día. Y la cuenta se sigue acumulando: si se mantiene la actual tasa de interés, o sea que no se ajusta al alza por la última corrida cambiaria, y no se incrementa el stock de Lebac, el Central habrá desembolsos 83 mil millones de pesos adicionales hasta fin de año. La entidad monetaria habrá entregado 334 mil millones de pesos en intereses en total a los inversores de Lebac en dos años, equivalente a unos 20 mil millones de dólares.

La bicicleta de las Lebac fue alimentada por el titular del BC, Federico Sturzenegger, con el doble propósito de desalentar la compra de dólares al tiempo de retirar pesos del mercado con el esquivo objetivo de bajar la inflación. Para ello ha estado seduciendo a los inversores con tasas de interés elevadas, que tuvieron su pico del 38 por ciento en marzo de 2016 y hoy se ubican en el 26 por ciento anual. Esas tasas han invitado a inversores extranjeros para participar del negocio que se denomina currency carry trade sobre el peso argentino: ingresar dólares a la plaza local, luego venderlos y con los pesos obtenidos comprar Lebac, para que en un plazo determinado recomprar más dólares con el capital e intereses de esa inversión en pesos. 

El otro factor inquietante independiente de las PASO y de las elecciones de octubre próximo es la acumulación de desequilibrios en el sector externo, hoy maquillados por un endeudamiento desaforado. El déficit de la cuenta corriente del balance de pagos, el giro ordinario y habitual de dólares, se proyecta en 17.000 millones de dólares para este año, similar al de 2016, equivalente al 3,0 por ciento del PIB. Además el desbalance fiscal primario, el giro ordinario y habitual de pesos del sector público, se proyecta en 550.000 millones de pesos, mayor que el del 2016 y cercano al 5,0 por ciento del PIB. 

El mapa político estará teñido de amarrillo pero existen esas importantes debilidades en la caja de dólares del sector externo y en la caja de pesos del sector público. Esos déficits son cubiertos por un fuerte ingreso de dólares de origen financiero, no comerciales por el saldo negativo entre exportaciones e importaciones. La Cuenta Capital y Financiera del BCRA contabiliza un ingreso de 39.406 millones dólares en 2016 y 17.696 millones en los primeros cinco meses de este año. Más de un 80 por ciento de esos fondos corresponde a operaciones de deuda y movimiento de capitales de corto plazo y menos de un 20 por ciento a inversión directa y de portafolio. 

En un año y medio ingresaron a la economía local 57.000 millones de dólares y no hubo un repunte firme de la actividad. Un saldo impactante que, por el resultado de las PASO, parece que ha servido para legitimar una alianza política conservadora con políticas regresivas en términos sociolaborales, pero que definieron un escenario económico que estará dominado por la lógica del ajuste en los próximos años.