En los últimos meses se hizo cada vez más habitual escuchar una palabra, para muchos, desconocida: SIBO. Una palabra asociada a la salud y los problemas intestinales. ¿Pero qué es el SIBO? ¿Qué elementos hay detrás de esta patología cada vez más diagnosticada? Página/12 se comunicó con diferentes especialistas, que pusieron luces y sombras sobre esta afección.

Qué es el SIBO

El SIBO (por sus siglas en inglés) es el sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado. Puede emerger como una complicación posterior a una cirugía abdominal o alguna patología que ralentiza la digestión de los alimentos.

Según The American Journal of Gastroenterology, los síntomas más habituales son la pérdida del apetito, el dolor abdominal, náuseas, hinchazón, sensación incómoda de saciedad después de comer, diarrea o pérdida de peso involuntaria.

El tratamiento se suele hacer mediante el consumo de alimentos con probióticos y la administración de rifaximina, acompañado de una dieta específica según los resultados del test de SIBO realizado. Suele tener una duración menor a un mes y es curable.

El SIBO y un cambio de paradigma

La médica gastroenteróloga Nora Grimoldi, expresidenta del Hospital de Gastroenterología “Dr. Carlos Bonorino Udaondo”, explicó a este medio que el creciente interés por el SIBO tiene que ver con un cambio en el modo de comprender la medicina.

“Hace 10 años hacemos el test de sobreseimiento de bacterias. Es un estudio que se hace para evaluar a los pacientes que consultan por trastornos funcionales, a los que antes no se les prestaba mucha atención. No es una patología orgánica, es una alteración de la función”, explicó.

Esto hace que en estudios convencionales, como una endoscopia, no se encuentre ninguna alteración, pero que “el paciente sienta ese cuadro”, explicó la doctora del Centro Integral de Gastroenterología, donde cuenta que hace 10 años hacía 8 test de SIBO por mes y ahora ronda los 60.

Pero, ¿todos tienen SIBO?

Ahora bien, partiendo de la base de que a en la actualidad de le presta más atención a los trastornos funcionales, ¿cómo se explica que, en cuestión de pocos años, o incluso meses, se extienda tanto un diagnóstico como está pasando con el SIBO?

En parte, Grimoldi puso el foco de la respuesta en la alta demanda que hay por parte de los pacientes: “La demanda creció muchísimo. Antes, si no tenías una úlcera o gastritis severa, no se le prestaba mucha atención”. Eso sí, “el diagnóstico lo da el estudio”, aclaró rápidamente. Y añadió: “Hay muchos que lo piden porque tienen síntomas funcionales, y por ahí no les da positivo”.

Esta no es la misma visión que tiene el jefe del Servicio de Gastroenterología del Hospital Universitario de la Fundación Favaloro, Fabio Nachman, quien apuntó a otro factor: los diagnósticos mal realizados.

¿Una enfermedad de moda?

¿Se podría decir que el SIBO es un diagnóstico que está de moda, se le preguntó a Nachman.

"Se está dando el nombre a SIBO a cuadros que no lo son. Se está extralimitando el término", comenzó la respuesta. Y siguió: "Porque SIBO es el aumento de las bacterias a nivel de intestino delgado. En general, para que se produzca como fue descrito, hay factores que lo predisponen porque fallan los mecanismos que impiden que crezca el número de bacterias dentro del mismo. Lo que se ve típicamente en pacientes que están operados, que tienen modificada la anatomía, o que son diabéticos. Creo que está sobrediagnosticado porque se está barajando otros cuadros que tienen que ver con otras condiciones, como el aumento de la flora intestinal que genera metano".

Los mecanismos del cuerpo para evitar el sobrecrecimiento de bacterias, explicó el especialista, son: la peristalsis (contracciones ocurren en el tubo digestivo), el pH gástrico, que es uno de los mecanismos que impide que crezcan bacterias, y la válvula que une el intestino delgado con el grueso, que impide que suban mayor cantidad de bacterias.

Del test al diagnóstico y los puntos poco claros

Además, otro elemento a tener en cuenta tiene que ver con el test que se hace para diagnosticar el SIBO, el test de aire espirado.

“Las bacterias producen hidrógeno, es un gas liviano, fácil de medir. Producen también el metano, pero el hidrógeno es el más abundante. Se mide la fermentación del intestino en el ayuno. Hay que soplar en una pipeta. Después se da a tomar una solución de agua con glucosa y se repite cada 20 minutos”, explicó Grimoldi.

Y añadió: “Si vos tenés un basal en ayunas de entre 0 y 10 partes por millón de hidrógeno y cuando terminas el estudio tenés 20 puntos más, hablamos de un crecimiento”.

El SIBO y las preguntas que faltan responder 

De todos modos, Nachman marcó algunos puntos grises en este proceso, y empezó explicando que, más específicamente, el estudio para el diagnóstico es el cultivo por aspirado mediante endoscopia y medir la cantidad de bacterias.

“El test mide la cuerva que se genera de hidrógeno después de la administración de un azúcar. Ahora, el medio se metió el metano. Pero cuando tiene metano de entrada, antes de darle el sustrato, ¿quién dice que hay un aumento de bacterias? Puede estar en el colon. ¿Por qué interpretar que está en el intestino delgado?”, apuntó algunas dudas.

Y añadió: “Las prepagas no están autorizando estudios que son esenciales, pero hacen colas para hacerse este test y no tienen una indicación. Si un paciente no tiene diarrea, ¿por qué le pediría un test? Alguien que es intolerante a la lactosa, no tiene SIBO. Pero si genera metano, ¿lo tiene?. Hace falta conocer más la flora intestinal para poder decir si todo el mundo tiene SIBO.