Al apagarse a los 94 años la vida de Milan Kundera se silencia una de las voces más singulares de la literatura mundial contemporánea.

En efecto, este escritor de origen checo, disidente del régimen despótico instalado en su país luego del aplastamiento de la Primavera de Praga por los tanques de la URSS cultivó un estilo en el que el sarcasmo y la ironía fueron la nota característica.

Novelas tales como La broma exhiben cómo el control estatal y la dominación tornan sórdidas e irrespirables las vidas de hombres y mujeres sometidos al poder de la tecnoburocracia.

El movimiento de la Primavera de Praga fue el intento de lo que sus gestores llamaron "socialismo con rostro humano". Milan Kundera apoyó con entusiasmo esa gesta popular aniquilada por los jerarcas de la URSS, que no toleraban la disidencia al capitalismo de Estado.

Kundera fue más conocido por su libro La insoportable levedad del ser, que refleja la alienación social, la incomunicación interpersonal, los malentendidos y el absurdo que acechan en la vida cotidiana. "Proyectar una luz sobre los problemas más serios y a la vez no pronunciar una sola frase seria, estar fascinado por la realidad del mundo contemporáneo y, a la vez, evitar todo realismo", así se describe en una reseña a la novela La fiesta de la insignificancia. Hizo convivir en su libro La inmortalidad nada menos que a Hemingway y a Goethe, quienes pasean, conversan intensamente y se divierten a su manera.

Con la lectura de las obras de Kundera comprendemos en parte nuestra paradójica vivencia en un mundo grotesco, tragicómico, que ha perdido en gran parte el sentido del humor. Kundera ya no está entre nosotros pero su legado de inconformista, rebelde e iconoclasta nos seguirá acompañando desde las páginas de sus libros plenos de lucidez e irreverencia.

Carlos A. Solero