Desde Barcelona

UNO La buena noticia es que ya pasó. La más o menos buena mala noticia es que ahora mismo sigue. La mala noticia es que recién comienza a pasar y que no va a pasar en mucho tiempo.

DOS Ayer, antes de ir a votar, Rodríguez se puso a leer la entrada correspondiente a Democracia en la Wikipedia. Era muy larga, como todo lo que parece tener más pasado que presente y que futuro. No importaba: tenía tiempo. Y no quería llegar primero por miedo a que el juego de la mesa electoral no se hubiera "constituido". Y que entonces, por obligación y reglamento, fuese abducido y obligado a pasar allí, seguramente sin aire acondicionado, la "fiesta de la democracia". Y se sabía que muchos habían huido o se habían negado a recibir carteros o fingido algún nuevo síntoma de covid para no participar del asunto. Así que Rodríguez se dijo que allá iría, más tarde, por la tarde.

TRES Por suerte, para hacer/matar tiempo le quedaba por ver la última temporada de Peaky Blinders. De un tiempo a esta parte, Rodríguez no empieza a ver una serie hasta que termina. Recién comienza con lo ya concluido, como si las leyera más que verlas. Mejor así y así debería poder ser, también, en el amor o en, sí, la política. Saber qué va a pasar antes, saber pronto cómo termina. Y la verdad que, episodio tras episodio en dosis de a tres (empezó a verla con el inicio de la campaña de estas elecciones adelantadas) Rodríguez admiró cada vez más al gitano-gangster-político Tommy Shelby. Un fuera de la ley, claro, pero también un fuera de serie de una gran eficacia. Muchos políticos son lo primero, pero nada de lo segundo. Y están muy lejos de ese andar de Shelby en cámara lenta por ese callejón en llamas de Birmingham. Puesto a elegir, Rodríguez votaría a Shelby porque (trabaja como hormiga, en comparación Michael Corleone es una cigarra) está seguro de que es alguien que actúa según sus propios intereses pero, también, además, soluciona algunos de los muchos problemas de su barrio.

CUATRO Pedro Sánchez camina cual Ken maduro por pasarela; pero, desde hace un par de semanas, perdía el paso como atormentado Oppenheimer. Con todas las encuestas (menos la suya) en contra, apelando a frases repetidas ("Me rebelo", fue una de las últimas, como si fuera la Jeannette de "Yo soy rebelde" y de "Por qué te vas"), y repitiendo una y otra vez que "contra todo pronóstico" iba a ganar del mismo modo en que ganó tantas veces que lo dieron por perdido. Y recitó logros sociables (muy atendibles) y mejoras económicas (más de lo macro que de lo micro). Y que, claro, este iba a ser un verano en el que apuntan a romperse todos los récords de turismo extranjero y servilismo nacional y que "España va como una moto". Y paseándose acelerado y sin frenos por toda tertulia televisiva Sánchez no paró --incluso en Bruselas-- con eso de la "película tenebrosa". También repitió --simultánea y contradictoriamente-- que iba ganando pero que se venía "la remontada" y "una grata sorpresa". Y que --mecánica y cuántica-- "la realidad es dinámica". Sí, Sánchez es el hombre que supo volver de la muerte (política) pero ahora todo indicaba que la muerte (política) iba a volver a por él. Y su sonrisa ya no era la de un Tom Cruise en Risky Business o en Cocktail sino en Misión: Imposible donde las escenas de acción son tan complicadas y es el propio Cruise quien las hace y cualquier día de estos... ¡Sorpresa non grata! Pero no: Sánchez cayó de nuevo, pero más o menos parado. Y Feijóo ganó pero salió perdiendo.

CINCO Y Santiago Segura arrasa en taquilla (superó en entradas vendidas a Ethan Hunt y a Indiana Jones) con otra de sus comedias blancas y familiares. Pero, claro, le preguntaron por el retorno de José Luis Torrente y comentó que le rondaba idea recurrente para el regreso del facha más querido del reino: Torrente presidente. Sí: falta menos para más, pero no aún.

SEIS Y en su lucha más de duelistas a muerte que de vitales estadistas, Sánchez y Feijóo venían escoltados por añejos comediantes (no González o Aznar, quienes ya no se meten en estos asuntos, pero son un poco como ubicuos Moriarty o The Joker) sino por un entre vehemente y místico Zapatero en modo Salvatore de El nombre de la rosa aullando aquello de "¡Penitanciágite!" y por Rajoy en modo Rajoy diciendo cosas como "Los trans no le interesan a nadie". Y el PP condenaba la continuación de un mal coalicionado "gobierno Frankenstein" mientras que el PSOE temía el regreso de un "Gobierno Franconstein". Peleando por el tercer puesto con el que pactar para conseguir mayoría parlamentaria estaba, a la proto-izquierda, la frustrada Yolanda "Sumar" Díaz proponiendo medidas inviables como repartija de euros a la juventud, "acuerdos políticos" con Catalunya, e instalar número telefónico para "hombres en crisis". Y, a la ultraderecha y menguado, Santiago "Vox" Abascal, quien cada vez parece un personaje del recientemente fallecido Francisco Ibáñez. Y Rodríguez quería preocuparse por su entrada en el gobierno; pero --también-- se decía que era como acusar a Benny Hill de machista. No puede evitarlo: Abascal y los suyos son, para Rodríguez, unos desgraciados de lo más graciosos. Hasta que recuerde que la cosa viene pandémica y continental/mundial y que al principio Hitler también parecía muy payaso.

SIETE Al caer la noche se vino la desanimación suspendida. Y mea culpa y memento mori y vini, vidi, vici. Para unos, se suponía, vino veritas y cicuta para otros. Pero no tanto. Todo en ya beberemos, ya veremos. Y más de un deprimido independentista catalán rezaba por recuperar su perfil de hobbit ante el retorno de Saurón entronado a ese Mordor madrileño que para ellos es Moncloa y otro soñaba con un my precious plebiscito. Y los siempre calculadores vascos del PNV volvieron a sacar su calculadora. Y adivinen quién dijo "al menos puedo decir que soy un político que cumplió sus promesas". No fue Sánchez y no fue Feijóo. Fue Tommy Shelby. Y, oyéndolo, Rodríguez enjugó una lágrima. Y Rodríguez se dice que debería existir algo llamado demosgracias o "acto de agradecerle a un político los servicios obsequiados y no prestados o cobrados". Pero no existe y, en cualquier caso, su entrada/listado en la Wikipedia sería tan breve como un "no hay por qué", como un "de nada".

OCHO La buena noticia es que ya pasó la mala noticia (aunque esté para quedarse, porque aquí y ahora pasó es sinónimo de sucedió pero no de terminó). La mala noticia (que se suponía cuál sería) es que la buena noticia (que nunca se puede estar del todo seguro cuál debía ser) no va a pasar (y ahora y aquí pasar no es sinónimo ni de terminar y ni de suceder). Empate técnico y a pactar como sea y tal vez bloqueo y a quién señalará el Rey para que intente formar gobierno y... ¿abstención de gentilhombre o repetición de elecciones en el horizonte?

En cualquier caso, parece que nadie está muy contento y muchos están muy tristes, pero todos se dicen alegres.

 

Y esta es la noticia de verdad y no habrá teléfono para comunicar su crisis de saberse outsider y no representado ni a diestra ni a siniestra: a Rodríguez, viendo Peaky Blinders, se le hizo tarde, demasiado tarde. Podría haber llegado de salir corriendo. Pero estaba tan cansado de correr... Así, por primera vez en su vida democrática, Rodríguez decidió ejercer su democrático y torcido derecho de no ir a votar.