Mientras equipos de rescate intentaban ayer recuperar los restos del avión Mitsubishi que había desaparecido hace 27 días, autoridades de la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC) confirmaron que aún no habían rastros de los tres tripulantes, sostuvieron que “la prioridad ahora es dar a los familiares una respuesta lo más pronto posible”, y aseguraron que “se cumplió con los protocolos de búsqueda”.

“Buscamos en el lugar donde teníamos la última información del radar, pero no hay rastros aún de los tripulantes”, explicó en conferencia de prensa en el aeropuerto de San Fernando el titular de la ANAC, Juan Irigoin, y especificó que el hallazgo fue el sábado alrededor de las 17.30, en la costa norte del Paraná Guazú, a unos 40 kilómetros de la localidad bonaerense de Zárate, “un lugar que había sido sobrevolado mucho durante los últimos días”.

“La bajante del río y las condiciones climáticas de ayer permitieron que los restos que estaban sumergidos en el agua ahora estén a la vista”, aclaró Irigoin e informó que la Junta de Investigaciones de Accidentes de Aviación Civil (Jiaac), a partir de ayer comenzaría a emitir un parte diario con las novedades del caso y “está indagando las causas que provocaron la caída”.

“Es muy difícil, está en una zona que se inunda mucho y es muy dificultoso acceder”, agregó.

“Es una zona muy complicada y hay poca información”, coincidió por su parte Pamela Suárez, presidenta de la Jiaac, quien informó que hay un equipo técnico trabajando para retirar los restos de la aeronave, proceso que está siendo vigilado por los abogados de las familias de los tripulantes, el fiscal y la jueza Sandra Arroyo Salgado.

Por su parte, el director general de Infraestructura y Servicios Aeroportuarios de la ANAC, Alejandro Álvarez, consideró que tuvieron “éxito en encontrar el avión” y enfatizó que “fue una búsqueda muy compleja dadas las condiciones geográficas y climáticas”.

“Logramos el cometido de encontrar la aeronave, que estuvo bajo el agua todo este tiempo. A esta altura la prioridad es dar una respuesta a los familiares”, agregó Álvarez y precisó que en la búsqueda, que comenzó el 24 de julio e implicó la coordinación de la Fuerza Aérea, la Armada y la Prefectura Naval argentinas, Gendarmería Nacional, Policía Federal y Bonaerense, Fuerza Aérea y Armada uruguayas y aeronaves civiles, “se cubrieron más de 360.000 kilómetros cuadrados por vía aérea y más de 17.000 kilómetros cuadrados por barco”.

Asimismo, una fuente aeronáutica que participó del operativo de búsqueda dijo que “el avión cayó en una zona que se rastrilló muchísimas veces, precisamente porque era la ruta probable para el retorno solicitado por la Torre de Control para su aterrizaje en San Fernando”.

“El piloto hizo lo que la torre de control le pidió, giró para regresar, y al parecer allí ocurrió algo que colapsó la aeronave tornándola incontrolable”, explicó.

“Era imposible verla por más que se voló la zona muchísimas veces, porque además es un sitio inaccesible por tierra y porque está rodeado de vegetación. Era una de las hipótesis que manejábamos, que hubiese caído en un lugar y estuviese oculto”, apuntó al recordar “el mal tiempo que imperó durante estos días”.

En ese sentido, el ingeniero aeronáutico Ricardo Runza aseguró que “por el cráter que la aeronave dejó al caer y la ausencia de rastros de recorrido en la vegetación, debe haber caído de panza, tal como indicó un testigo, lo que abona la sospecha de que hubo una falla total en el avión”.

Otro experto piloto afirmó que se trata de un tipo de aeronave “dúctil, fuerte y veloz, pero muy difícil de controlar cuando entra en pérdida”.

“El avión es muy bueno, confiable en vuelo, veloz y firme, pero si se presenta algún problema hay que tener mucha práctica y experiencia para dominarlo”, afirmó el especialista y aclaró que “nunca un accidente aéreo es por una causa en particular, sino por la suma de una serie de eventos que culminan en la catástrofe”.

En la aeronave viajaban los pilotos Matías Ronzano y Facundo Vega, ambos oriundos de la ciudad bonaerense de Lincoln, y Matías Aristi, oriundo de Bragado e hijo del dueño de la compañía agropecuaria Aibal S.A., propietaria de la avioneta.