A seis años del crimen de Johana Ramallo, la mujer que desapareció el 26 de julio de 2017 en un contexto de trata de personas y cuyo cuerpo sin vida y mutilado fue hallado en agosto de 2019 en las costas de la ciudad de Berisso, la Cámara Federal confirmó dos procesamientos que restaban en la investigación judicial. De esta manera, la causa quedó a un paso del juicio oral, informaron fuentes judiciales.

La decisión de la Sala I de la Cámara Federal recayó sobre Carlos Omar "El Cabezón" Rodríguez y Federico Hernán "El Ruso" D'Uva Razzari, acusados de encubrir el asesinato de la joven.

Voceros judiciales informaron a Télam que, tras el fallo de los camaristas Jorge Eduardo Di Lorenzo y Roberto Agustín Lemos Arias, quedaron ratificados los procesamientos, dictados en el transcurso de la investigación, de las once personas que se encontraban cometiendo una serie de delitos en la zona roja de La Plata cuando desapareció Johana.

"El juez de primera instancia realizó una adecuada reconstrucción de los hechos materialmente acontecidos a través de estos antecedentes; en su resolución devela de modo puntilloso la forma en que ocurrieron las maniobras ilícitas", expresaron los camaristas. De esta forma, la investigación quedó muy próxima a su elevación a juicio oral.

Los dos procesamientos confirmados por la Cámara habían sido dictados el 7 de febrero de 2023 por el juez federal Alejo Ramos Padilla. El magistrado había ampliado el procesamiento que ya pesaba sobre Rodríguez por "comercio de estupefacientes", "facilitación y promoción de la prostitución ajena" y "explotación económica de la prostitución" de mujeres mujeres y personas trans en el barrio, entre cuyas víctimas se encontraba Johana Ramallo.

Durante el trámite de la investigación judicial, se lo acusó por los delitos de encubrimiento agravado y falso testimonio.

Los imputados por el crimen de Johana Ramallo

"El Cabezón", que trabaja como taxista y mantenía una relación sexo-afectiva con Johana, había sembrado pistas falsas sobre el paradero de la joven e inducido a otras personas a hacerlo, tratando de instalar la falsa idea de que estaba viva y se ocultaba por propia voluntad.

Por las mismas figuras penales, Ramos Padilla procesó en aquella resolución de febrero a D'Uva Razzari, a quien le atribuyó, además, la explotación económica de la prostitución de su pareja de entonces, una mujer que se prostituía en la zona.

El "Ruso" ejercía el papel tradicional de "8/40" dentro del esquema delictivo de la "zona roja" que fue develándose con la pesquisa: alguien que brinda "seguridad" a las prostitutas y luego se queda con gran parte de las ganancias, bajo coacción, agregaron las fuentes.

Cómo fue el crimen de Johana Ramallo

Johana Ramallo fue vista por última vez el 26 de julio de 2017, cuando salió de su casa, donde vivía con su madre y su pequeña hija, con la promesa que regresaría a las 20.30 de ese día, lo que nunca ocurrió.

Casi dos meses antes de desaparecer, Johana se había separado del padre de la niña, había regresado a la casa de su madre Marta y los problemas económicos la habían puesto en situación de prostitución.

La última imagen suya fue tomada por la cámara de seguridad de una estación de servicio situada en las calles 1 y 63 de La Plata, en la que se la ve entrando a un baño ese mismo día, poco después de salir de su hogar.

Los restos mutilados de su cuerpo fueron hallados en las costas de la ciudad de Berisso en agosto de 2018, aunque no fueron identificados como pertenecientes a la joven hasta el año 2019.

En el marco de la causa ya estaban procesados Nicole Guerra Guerrero; Sayuri Valentina León; Andrea Barreto Clavijo; Celia Noemí Giménez; Carlos Linares, conocido como "Carlitos" o "El Peruano"; Mirko Galarza; Celia Andreza Benítez, apodada "La misionera", y Paola Erika Garraza, llamada también "Tormenta".

Según la hipótesis del juzgado de instrucción, la explotación sexual y la venta de drogas crearon el escenario propicio para que la joven desapareciera.

Para los pesquisas, "El Peruano" era uno de los dos grandes proveedores de drogas del barrio y le vendía cocaína, principalmente, a un grupo de mujeres y personas trans al momento de la desaparición de Johana, quienes a su vez la comercializaban con sus clientes.

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