Más allá de los matices en las propuestas de gobierno que ensaya el candidato Javier Milei para las diferentes áreas, el achicamiento al máximo de las funciones del Estado destaca como gesto ideológico transversal. La mirada a futuro se oscurece en una nación como Argentina en que la salud y la vida de la población depende de la intervención estatal. En su plataforma, el referente de La Libertad Avanza plantea “arancelar todas las prestaciones de salud y autogestionar el servicio de salud en trabajos compartidos con la salud privada”. En concreto, si accede al Ejecutivo Nacional, quienes no estén en condiciones de pagar medicina privada, no ejercerán un derecho humano fundamental. Una persona con diabetes sin obra social, según los precios actuales, debería abonar entre 9.539 y 78.867 pesos al mes para cubrir su tratamiento; alguien con hipertensión, 19.540 pesos mensuales; y quien quisiera, por caso, cumplir con todas las vacunas del calendario obligatorio, tendría que desembolsar 1.017.198 pesos.
Si luego de octubre Milei es presidente, Salud sería uno de los tantos ministerios que degradaría. De acuerdo a sus planes, pasaría a formar parte de una Secretaría dentro del Ministerio de Capital Humano y quien pica en punta para ser su secretario al frente es Eduardo Filgueira Lima. En declaraciones con diversos medios, el médico (UBA) siempre insiste con dos premisas. Por un lado, asegura que las instituciones de salud son ineficientes y, por otro, alienta a “que la gente pueda elegir”. En Libertad y Progreso (portal del Centro de Investigación en Políticas Públicas), a partir de un artículo de 2021, el exsecretario de Salud de La Pampa señalaba: “En nuestro sistema de salud se gasta demasiado (en particular para los resultados que tenemos), porque mucho de ese gasto se pierde en los vericuetos e ineficiencias de las organizaciones del sistema, que otorgan privilegios a quienes viven de ellas y no a quienes debieran servir”.
Como respuesta, propone un seguro de salud por provincia con libre elección del usuario. Así, las personas devenidas en clientes, podrán escoger atenderse mediante una prepaga o una obra social y, de no contar con recursos, hacerlo con el Estado. Al respecto, en diálogo con Página/12, la ministra Vizzotti plantea: “Nosotros impulsamos una red de atención de distintos niveles de complejidad, en articulación con las provincias. Con un planteo como el de Milei, la perspectiva sanitaria dejará de ser homogénea y pasará a depender del presupuesto, la gestión y las decisiones de cada quien. Inequidad asegurada en la política pública y el acceso”.
Luego, consultada por el enfoque que define a la salud como mercancía, la funcionaria expresa: “Es muy difícil someter la salud a las leyes del mercado. Si se cambia el rol del Estado en función de la oferta y se comienza a focalizar según la demanda, se generan muchas asimetrías. Si desaparece el Ministerio se producirían inequidades y se eliminaría esa mirada solidaria que caracteriza al sistema de salud”. Luego destaca: “Este enfoque no tiene nada de novedoso, ya sucedió en el Reino Unido, en la época de Margaret Thatcher y fracasó. Es un sistema que hizo que los equipos de salud de las distintas instituciones compitan entre sí y se pierda el foco de lo que significan las prestaciones sanitarias para brindar salud a toda la ciudadanía”.
Las enfermedades, con y sin Estado
A través de la logística del Programa Remediar, que distribuye medicamentos para atención primaria a más de 19 millones de personas, la cartera que conduce Carla Vizzotti desarrolla diversos instrumentos de política pública con el objetivo de ofrecer cobertura de tratamientos a la mayor cantidad de pacientes posible.
De acuerdo a los cálculos estimados según los precios actualizados al 16 de agosto, si una persona con diabetes tipo 2 (que representan aproximadamente el 90 por ciento de los casos) tuviera que pagar su tratamiento a precio de mercado sin tener obra social, debería desembolsar entre 9.539 y 78.867 pesos; y si tuviera diabetes tipo 1, debería destinar como mínimo 96.719 pesos, solo en medicamentos. Se estima que 1 de cada 10 argentinos mayores de 18 años tiene diabetes, un padecimiento crónico que acompaña a los pacientes durante toda su vida.
Con Remediar, quienes hoy padecen hipertensión arterial acceden a una cobertura de remedios por parte del Estado que equivale a 19.540 pesos al mes y 234.481 pesos anuales. De la misma manera, la cobertura que en el presente se realiza a través del Ministerio de Salud para una persona que realiza tratamientos de salud mental es de 21.016 pesos mensuales, lo que equivale a 252.194 pesos anuales.
A través del Banco de Drogas Especiales para complementar tratamientos oncológicos, la cartera sanitaria cubre distintas terapias para cáncer. Una persona con cáncer de mama accede a esquemas de tratamiento que costarían 68.252.485 pesos al año a precios de mercado, una con cáncer de colon a un tratamiento inicial que vale 3.328.709 y 53.353.563 en un estadio más avanzado, y una con cáncer de pulmón al menos 8.864.647 pesos anuales. Cifras que difícilmente podría cubrir una persona por su cuenta en caso de no contar con la intervención del Estado.
Las vacunas y las Enfermedades poco frecuentes
Algo similar sucede en el caso de las vacunas que corresponden al calendario obligatorio: se calcula que el Estado destina 1.017.198 pesos para solventar los gastos que representan el total de inyecciones que una persona debe darse a lo largo de su vida. Y también con la cobertura que el Ministerio en la actualidad realiza para cubrir los fármacos para los pacientes de VIH. Se calcula que por mes (dependiendo de la combinación de drogas utilizadas), el gasto puede alcanzar los 504.946 pesos.
Las Enfermedades Poco Frecuentes (EPF) merecen un párrafo aparte y el Ministerio de Salud cuenta con un Programa específico destinado a su atención. En el presente, el tratamiento para fibrosis quística costaría a precios de venta al público 1.221.111 y 14.653.333 pesos al mes y al año, respectivamente; en personas con Atrofia Muscular Espinal que se tratan con el medicamento nusinersen (Spinraza) 137.980.048 de pesos al año y las que lo hacen con onasemnogene abeparvovec (Zolgensma) ofrece una cobertura de 729.750.000 de pesos por única vez.
“La Constitución obliga a proveer medicamentos a la población, independientemente del sector al que la persona pertenezca y la provincia en la que viva. No es suficiente que exista la tecnología y que una porción de la población pueda financiarla, sino que es vital que el acceso sea equitativo. Si se comienza a ver a la salud como un gasto, la inversión en prevención y en la atención primaria estaríamos retrocediendo de manera significativa en el objetivo de acceso universal”, detalla Vizzotti.
La libertad tiene su precio
Los precios exorbitantes para las Enfermedades Poco Frecuentes no son el fruto de una alucinación del periodista ni de una mala comprensión de los lectores. Las EPF suelen ser tratadas a partir de los denominados medicamentos de alto precio. Como los laboratorios no tienen una clientela asegurada y para garantizar el recupero de los gastos de la investigación realizada, colocan valores increíbles a sus productos. Es evidente: al no haber individuos que puedan correr con estos gastos por su cuenta, son los Estados los que terminan por afrontar la compra, en procesos que muchas veces están mediados por recursos de amparo.
Los remedios constituyen mercancías que se producen, circulan y distribuyen como cualquier otro producto. Si solo se regulan a través de las leyes de la oferta y la demanda, quienes terminan ganando son siempre los actores más poderosos: las corporaciones. Y quienes terminan perdiendo son los mismos de siempre: los sectores más desfavorecidos. La falacia de la libertad, lo que se oculta detrás de la bandera de que “cada quien haga lo que desea”, es precisamente que en el mundo actual no cualquier individuo está en condiciones de hacer lo que desea. Por el contrario, solo pueden actuar de esa manera quienes cuentan con el dinero para hacerlo. Si el Estado no emerge para regular las desigualdades, la mano invisible del mercado actúa a su antojo. Y tiene la mala costumbre que siempre se le antoja lo mismo.