El abogado experto en contratos Milton Kees no había escuchado hablar de Wenance hasta hace dos meses cuando, de un día para el otro, comenzó a recibir llamados de gente desconocida, de todo el país, pidiéndole patrocinio legal y asesoramiento. Los inversores damnificados se pasaban su número como la última tabla de salvación. Wenance es -o era- una fintech, una empresa que prestaba dinero por internet a sectores no bancarizados a tasas altísimas, en algunos casos bajo la forma de fideicomisos financieros -con los nombres de fantasía Finup, Fintop y Al río- y en otros, a través de mutuos.

La explicación es sencilla. Este abogado neuquino -"nacido y criado”, agrega con visible orgullo-, de 47 años, profesor de la Universidad Nacional del Comahue y docente invitado de universidades de México, Perú y Colombia, titular de un estudio jurídico con certificación ISO, es el autor de “Liquidación del fideicomiso insolvente”, un libro publicado en 2021 por Editorial Astrea que es, en sus palabras, “prácticamente la única literatura existente sobre el tema”.

Kees representa a un grupo de alrededor de 100 inversores que demandan a Wenance y a su titular, Alejandro Muszak, en el fuero penal por estafa, intermediación financiera y lavado de dinero. Sus denuncias son las que provocaron los allanamientos en las oficinas de Olivos, que él mismo presenció por orden del juzgado. “Encontré muchísimas irregularidades”, anticipa, aunque por ahora no puede detallarlas para no entorpecer el avance de la investigación.

Por las denuncias de Kees, tanto Muszak como su socio, el ex funcionario macrista Santiago Hardie, se encuentran procesados, debieron entregar sus respectivos pasaportes y tienen prohibido salir del país. Muszak toca "el pianito" dos veces por semana. En la última audiencia, ante la fiscal Mónica Cuñarro, se negó a declarar. 

La vocación docente de Kees aflora a poco de comenzar la charla. Lo primero que llamó su atención es el alcance de la operación de Muszak. “Hay 8 mil damnificados. Algunos pusieron algo y están calientes. Algunos pusieron todo y están desesperados. Pero los que están peor son los que tomaron créditos en otro lado a tasas menores para colocarla en Wenance y ahora tienen que hacer frente a esas obligaciones. Evidentemente, acá entraron inversores de distinto tipo, de distinto perfil, algunos de ellos claramente vulnerables. El problema radica en que para la ley civil la figura del inversor no es vulnerable. Ahí hay un hueco, algo a resolver”.

Pero no sólo hay personas físicas afectadas. “Algunas empresas colocaron dinero porque entendieron que era una manera de preservarse de la inflación y tenían toda su operación y su cadena de pagos calzada con los beneficios de Wenance. Esos negocios corren peligro porque ahora no tienen cómo afrontar sus pagos, tienen a sus proveedores golpeando la puerta, que a su vez necesitan ese dinero para cumplir sus propias obligaciones. Se rompe la cadena de pagos y hay puestos de trabajo en juego”, detalla.

Otro daño colateral de la voracidad de Muszak son los llamados team leaders. “Son entre 30 y 40 profesionales del mundo de las finanzas, con trayectorias importantes, que trabajaban para él. Pusieron plata propia y convencían a los inversores de entrar. Hoy están sin su plata, sin trabajo, recibiendo toda clase de reclamos y amenazas y con el CV destruido. Con este antecedente, no pueden ni salir a buscar empleo. Se volvieron leprosos.”

La única duda de Kees es si el negocio fue ilegal desde el origen o empezó legal y se volvió ilegal más tarde. “Más de uno me planteó la misma objeción. A mí me funcionó, durante tres años cobré los intereses sin problemas. ¿Cómo duró tanto tiempo? Yo creo que siempre hubo alta o altísima mora porque eran créditos basura, que no estaban sujetos a ningún control. Ocurre que un esquema Ponzi obliga a ampliar la base de la pirámide: para pagarle al primer inversor, necesito dos, para pagarle a esos dos, necesito cuatro, para pagarle a esos cuatro necesito ocho y así sucesivamente. Un día no queda a quién más engañar. Lo que cobraron los inversores en concepto de interés no era el producido de la administración del patrimonio fideicomitido, sino directamente los aportes de capital de los nuevos inversores. Eso tiene un límite.”

A diferencia de otros abogados consultados por Buenos Aires/12, Kees no cree que sea indispensable modificar la ley de entidades financieras, pero cree que sí “tiene que existir algún control sobre los fideicomisos financieros privados, que hoy es entre laxo y nulo”.

Desde el principio

“Un fideicomiso crea una especie de dique, que pone un determinado patrimonio a salvo de reclamos de deudores, tanto del fiduciante, que es el que opera, como del fiduciario, que asume la responsabilidad de controlar. ¿Quién podría reclamar entonces? Exclusivamente, los acreedores que surgen de la operación del propio fideicomiso. Entonces, la única opción posible es que los acreedores planteen su reclamo, que el juez nombre un síndico que tome el control de la operación y reúna los activos que están dispersos. Sobre eso, los que se presenten cobrarán proporcionalmente. Eso es la liquidación, un procedimiento comparable al de quiebra.” Procedimiento en el que, como demuestra su libro, Kees es experto, uno de los pocos en la materia en el país. 

“Hay fideicomisos públicos y privados. Los públicos los audita la comisión nacional de valores. Los privados, nadie. Luego de armado el negocio, lo que hicieron fue emitir y vender los títulos que compraron los inversores. Comprar un título o valor de deuda es como comprar un auto usado. ¿Quién te certifica que no estás comprando basura? A la agencia de autos vas con un mecánico de confianza, pero acá nadie califica. Compraron a ciegas.”

“Otro de los problemas acá es que quien debía controlar, la sociedad de bolsa Promotora Fiduciaria, fue al menos complaciente. Todos los controles los aplica ahora, ex post, con el daño hecho y antes nada. El fiduciario también tiene la potestad de nombrar un garante y un agente de cobro. En este caso, el garante y el agente de cobro nombrado es… la propia Wenance. Estaban de los dos lados del mostrador. Como contrapartida, Promotora Fiduciaria tenía cero control de los movimientos.”

Para Kees, la demora de Promotora Fiduciaria en reaccionar es llamativa. “Hay casos de gente que puso plata los primeros días de julio, cuando Wenance ya había dejado de pagar. Un daño absolutamente evitable.