Una vez por año, la FIFA, junta a un equipo de cada continente y juega un Mundial. Es una mirada amplia y global que permite mostrar el alcance que el deporte tiene en el planeta. Pero es simbólico, sin competitividad ni gran sustentabilidad económica. Por distancias e intereses monetarios, sería imposible sostener un calendario prolongado de un campeonato así. Es como la gran fiesta anual que se desarrolla en una semana. Nada más.

Hay en ese sistema una parte romántica que hace creer que no todo está perdido. Un equipo amateur de Nueva Zelanda u otro semiprofesional de Congo pueden terminar jugando con Real Madrid o Barcelona. El aire de igualdad que se genera por ese tipo de disputa permite que todos se sientan parte de ese circo encantador.

La globalización es un gran negocio y el deporte busca la manera de aprovecharla. Más con las nuevas herramientas tecnológicas que comienzan a introducir en el negocio con las redes sociales.

Lo que ocurrió con el Super Rugby fue un paso revolucionario. Se trata de un certamen de equipos regular y anual que cruzará cuatro continentes. Sudamérica, África, Oceanía y Asia estarán representados.  Según medios especializados, el período 2016/17, con la inclusión de la Argentina y Japón en la Sanzaar, reportó una recaudación de entre 400 y 500 millones de dólares por derechos televisivos.

Pero cuidado, no siempre los planes salen bien. La ampliación del certamen a 18 equipos resultó un problema con el calendario y no dio la rentabilidad esperada de acuerdo al crecimiento de los ingresos por los nuevos equipos.

El comité de Sanzaar (el ente organizador de los torneos de Australia, Sudáfrica, Nueva Zelanda y Argentina), decidió eliminar tres equipos, dos sudáfricanos y uno australiano, para la próxima temporada. Se reducen los costos de viajes y se consigue un programa más compacto. Entonces, ¿así quedará esto de manera definitiva? Por supuesto que no. La intención es sumar franquicias en los Estados Unidos. El mayor mercado mundial todavía no está involucrado. Collin Smith, analista australiano, aseguro que el ingreso norteamericano en el rugby permitiría duplicar los ingresos por contratos de televisión y llevarían el monto a los mil millones de dólares. Cómo dejar pasar la oportunidad...

Mientras tanto, ¿qué ocurre hacia adentro? Para la Argentina, el orgullo que significa que los Jaguares hayan llegado a la meca del rugby genera también quejas porque la Unión Argentina de Rugby privilegia la mayoría de sus inversiones en el profesionalismo y se olvidó de los clubes amateurs, que son el principio de todo. Ecuación simple: los chicos afuera y los grandes adentro.

Correr detrás del dinero

Los clubes poderosos empiezan a observar la nueva realidad multinacional. El básquetbol europeo logró hace años escindirse de la estructura tradicional. FIBA Europa perdió el control del torneo europeo de clubes que pasó a manos privadas. Los socios son los principales equipos del continente y el torneo se llama Euroliga. No es completamente cerrada, hay equipos que se clasifican cada año por méritos deportivos, por ahora… Los grandes sueñan con hacer una Superliga en la que se garanticen todos clásicos. Real Madrid, Barcelona, Panathinaikos, Olympiacos, Milano, Estrella Roja, los equipos poderosos creen que no necesitan del resto. Entre ellos las recaudaciones serían mayores. Algunos creen que ni siquiera será necesario participar en la liga local.

FIBA está en conflicto permanente con la Euroliga, que ahora también le creó un segundo torneo cerrado (Eurocup seven days), y el certamen oficial (la Champions League del básquet), sólo pudo captar a los equipos de Francia y de tercera línea de España e Italia.

Así como Europa libra su batalla interna, observa cómo los negocios externos pueden afectar el suyo. Por eso todos están interesados en alcanzar la interacción con la NBA, que firmó hace dos años un contrato televisivo de 24.000 millones de dólares por 9 años. La cifra parece ridícula pero es real. ¿Cómo afecta eso al básquetbol europeo? Las franquicias de la NBA aumentaron un 43% el dinero que destinan a salarios. El éxodo de las figuras que juegan en Europa fue inevitable este año: el MVP del último Final Four de la Euroliga, el nigeriano Ekpe Udoh se va a Utah, y la principal figura de la competencia, el serbio Milos Teodosic, a Los Angeles Clippers. También se marchan los turcos Furkam Kormaz (a Philadelphia) y Cedi Osman (Cleveland), el serbio Bogdan Bogdanovic (Sacramento), los alemanes Maxi Kleber (Dallas) y Daniel Theis (Boston), el croata Ante Zizic (Boston) y hasta se alejan los norteamericanos que antes preferían Europa, como Mike James (Phoenix).

¿Es tiempo de pensar en algo más grande? Ya está pensado. Medios españoles informaron que Florentino Pérez le comentó a Adam Silver, comisionado de la NBA, su intención de que en el futuro Real Madrid se integre a la competencia norteamericana, que hoy tiene un solo equipo extranjero (Toronto).

La revista Forbes informó la lista de los equipos deportivos más valiosos en 2017: primero Dallas Cowboys, de la NFL (US$ 4200 millones), segundo New York Yankees, de la MLB (3700), luego entra el fútbol con Manchester United (3690) y los españoles Barcelona (3640) y Real Madrid (3570).

Real Madrid, con 3260 millones, encabezaba la lista en 2015, cuando comenzaron los contactos para unir fuerzas. Si esa locura de ver a Real Madrid en la NBA se concretara, el conjunto español pasaría a ser la “franquicia” más valiosa de la competencia. Claro que el principal aporte viene del fútbol. No importa, la alianza haría felices a todos.

Pensar cómo se coordinarían los traslados de los equipos y cómo será la adaptación y la aceptación de los simpatizantes es algo que no tiene mucho sentido. Si el negocio funciona, se hará. El rugby demostró que es posible.

Volviendo a la Euroliga, lo que consiguió el básquetbol es algo que también desean los poderosos del fútbol. En 2008, se creó la Asociación de clubes de Europa. La coordina Karl Heinz Rummenigge. Planean una nueva Champions League. Si la UEFA está de acuerdo, bien. De lo contrario, también parecen estar dispuestos.

La primera medida es que esta Superliga garantice la participación de los poderosos (Barcelona, Real Madrid, Bayern, Milan, Juventus, etc.). Adiós méritos deportivos, bienvenidos los méritos económicos. Los únicos que todavía no están convencidos son los ingleses, ya que con la Premier League tiene los mejores ingresos por derechos de TV en el continente.

“Los grandes equipos de las cinco mejores ligas son cada vez más fuertes y veo un nuevo torneo en el que participarían los mejores de Inglaterra, Francia, Alemania, Italia y España. Se generaría mucho más dinero”, propuso Rummenigge. En 2015, Andrea Agnelli, presidente de Juventus avisó: “La Champions League gana 1500 millones de euros al año (ingresos totales) y la NFL recauda 7000. El fútbol tiene 1600 millones de fans y la NFL 150 millones”.

Hoy la Champions League acaba de firmar un nuevo contrato para la temporada 2018/19, con la firma BeIN Sports y Mediapro por 1000 millones de euros (1185 millones de dólares). Hasta aquí, en Europa podían ver un partido semanal por televisión abierta. Ahora todos serán por el sistema de pago. Las empresas que contrataron ese servicio querrán los mejores ratings. Esos que se aseguran con los grandes clásicos europeos y no con la participación de equipos chicos con un ocasional presente deportivo merecedor de ese espacio.

La tendencia de los mejores negocios globales cierra el círculo de los clubes poderosos y exclusivos. Rummenigge y Agnelli ya lo dijeron: la relación de los grandes con los chicos cada vez tiene menos sentido comercial.