Hace ya unas semanas que quería escribir sobre una noticia que se conoció en agosto. Se trata de un movimiento en el tablero que pone en jaque nuevamente a la identidad trans: la decisión de la FIDE (Federacion Internacional de Ajedrez) de prohibir a las ajedrecistas trans participar en pruebas femeninas. Esta resolución generó, obviamente, polémica, como todo lo relacionado con la identidad de género, pero el ruido no alcanzó para que el prejuicio y la misoginia de esta institución cedieran. Cuando leo estas noticias es inevitable pensar ¿hasta cuándo vamos a tener que seguir dando examen para ser aceptadas? ¿Nadie considera el impacto de noticias como estás en las infancias trans, en un mundo globalizado, donde la información está al alcance de un click?

Ya es difícil habitar un universo construido sobre una estructura binaria que todo el tiempo intenta dejar afuera a las disidencias y a todo lo que atente contra su norma. Por suerte, para muchas personas, la discriminación es algo inaceptable en muchos ámbitos, pero sigue colándose en algunos: hoy le toca el turno al deportivo. Como lo he comentado en varias oportunidades, en diferentes publicaciones o artículos en este medio: el mundo modifica sus paradigmas dando pasos gigantescos y algunas instituciones deportivas están muy por detrás de las necesidades y los cambios culturales que contemplan la diversidad humana.

Las cifras siempre son importantes; en este caso, evidencian la desigualdad de género. En la actualidad, la FIDE contaría con un millón setecientos mil jugadores registradxs en todo el mundo. Solo hay un 10% de mujeres y entre ellas, 37 están entre los mil mejores jugadores del mundo. Solo una mujer ha logrado ingresar en el top 10; ella fue la húngara Judit Polgár que, según los que saben, ha sido una de las mejores jugadoras de todos los tiempos.

Una de las voces más críticas frente a esta noticia fue la de la gran jugadora y maestra estadounidense y activista feminista Jennifer Shahade, quien expresó su rechazo y la calificó de retrógrada y discriminatoria. Y agregó que el ajedrez es un deporte diverso e inclusivo que no debería excluir a nadie por identidad de género. Me alivia cuando se pronuncian voces tan importantes y cuestionan decisiones como estas, dejando en claro que el cambio de género no puede suponer una ventaja competitiva.

El rechazo fue generalizado, aunque desde la FIDE sostuvieron su decisión firme. La vicepresidenta del consejo de administración llegó a justificar estas medidas aludiendo que respondían a varias solicitudes de cambio de género que recibió la Federación y esbozó que lo que se busca con la decisión es evitar la ambigüedad. Entre otras declaraciones, desde la institución han manifestado públicamente que el ajedrez es un deporte mental donde no hay ninguna ventaja física del sexo o del género. ¿Entonces en qué quedamos?

Claramente desde la perspectiva de una mujer trans que viene luchando por sus derechos hace más de 20 años, hay planteos que atrasan cinco siglos. Hace dos años, exponía todas las dificultades que tuvo que atravesar Mara Gómez, futbolista profesional. Mara fue sometida a una serie de estudios hormonales que demostraban que su testosterona estaba por debajo de los límites que establece el Comité Olímpico Internacional (COI). Se tomó ese modelo porque hasta el momento, ni FIFA ni AFA tenían una reglamentación propia que prohibiera a la deportista trans ser parte de las ligas profesionales. Algo similar le pasó a la atleta sudafricana Caster Semenya, a quien le exigían bajar sus niveles de testosterona para competir. La pregunta, en ese entonces era: ¿por qué estas instituciones necesitan someter solo a deportistas trans a estos estudios si no se hacen con otros? ¿Por qué a los atletas varones no les hacen pasar por este tipo de tests? ¿Qué pasaría si se descubriera que un atleta masculino, por ejemplo, está por encima o debajo de estos valores en la medición de sus niveles hormonales? ¿Se aplicaría la misma lógica?

La misoginia de la FIDE es muy evidente en el tratamiento que se le da a los títulos obtenidos en su carrera ya que se diferencian según la transición. Una jugadora con títulos femeninos (maestra Candidata FIDE, maestra Internacional, gran maestra, etc.) que haya transicionado a hombre perderá esos títulos femeninos, mientras que si se trata de una mujer trans, los títulos anteriores siguen siendo elegibles. Aunque no lo puedan creer es así.

Con esta resolución, casi se da a entender que las mujeres tras son una amenaza para las mujeres cis en el ajedrez. Sabemos ya que las razones de la desigualdad en participación y performance de mujeres en este deporte pueden ser diversas, pero que en su complejidad son claves la influencia de factores culturales, sociales, educativos, psicológicos, etc. ¿Qué sucede entonces que sea una decisión que carga y sigue reproduciendo la discriminación y violencia que viven a menudo las deportistas trans? ¿No piensan que esta medida puede generar angustia, dañar la autoestima y hasta causar depresión en las jugadoras trans?

¿Será que la FIDE cree en su fuero interno que las mujeres son inferiores mentalmente o menos inteligentes que los hombres? En tiempos de ampliación de derechos, deberían patear el tablero.