El recientemente electo diputado nacional, Alberto 'Bertie' Benegas Lynch, propuso “privatizar el mar” para preservar la vida de las ballenas. "Me parece que el tema del medioambiente se resuelve con asignaciones de derecho de propiedad", afirmó el político libertario en la misma entrevista. Luego puso de ejemplo las gallinas y las vacas que “no se extinguen porque hay un propietario, porque hay un uso económico, hay gente que valora eso, que pone sus recursos para tener buenos planteles y vender la carne". Por último relativizó la responsabilidad humana en la extinción de las especies planteando que “todos los días se extinguen 25 especies independientemente de lo que haga el hombre" y "qué vamos a poner una ley del mosquito africano, no se qué, ¿para que no se extinga?”.

El planteo del libertario parte de una filosofía del ambientalismo de libre mercado que presupone que la problemática ambiental surge por la falta de derechos de propiedad sobre el ambiente. Según esta filosofía, si una empresa fuera la dueña del aire o el mar se preocuparía porque no lo contaminen, ya que así conservaría un recurso que le da una rentabilidad. Claro está que dicha solución al problema ambiental implica que los seres humanos tengan que pagar a dicha empresa por respirar o ingresar al mar, ya que en el caso contrario, dicha empresa no tendría interés económico en preservarlo. Por otra parte, si otra empresa está dispuesta a pagar una suma más importante que quienes respiran o disfrutan de ingresar al mar, por realizar una explotación que contamina el mar o el aire, la empresa propietaria de ese recurso natural no tendría incentivo a conservarlo y podría vender los derechos a la contaminación de esos bienes comunes.

Aparte de las desigualdades sociales de acceso a los bienes comunes y el hecho de que la preservación de los mismos pueda ser descartada si un interés económico relevante está dispuesto a pagar por contaminarlos, la propuesta del ambientalismo de libre mercado choca con otras dificultades. Cómo lograr asignar derechos de propiedades a sistemas ecológicos complejos cuya dinámica de funcionamiento no puede ser reducida a recursos apropiables en forma individual por diversas empresas. Por otro lado, toda la naturaleza que no es útil en forma directa al ser humano y que, por lo tanto, nadie estaría dispuesto a pagar por ella, sería arrasable. Las vacas y las gallinas son reproducidas porque son usadas como alimentos por los humanos, pero ¿deberíamos dejar que se extingan todas las demás especies que el ser humano no le da hoy un uso económico?

El ambientalismo de libre mercado tampoco brinda una respuesta efectiva a problemáticas que implican a varias generaciones. La sociedad actual puede estar dispuesta a destruir recursos en nombre de cierto bienestar económico presente pero condenando a las futuras generaciones. La empresa británica La Forestal arrasó con el 90% de los bosques de quebracho de la Argentina antes de abandonar su explotación en 1960. La desertificación que generó aún condena a la miseria a generaciones de campesinos en Santiago del Estero.

@AndresAsiain