“Las joyas, ¡finalmente coronadas!”, celebran en Francia ante la llegada de Medusa, bijoux et tabous: exposición que rinde loas a las siempre controvertidas joyas, vilipendiadas y reverenciadas por igual, desandando preconceptos y clichés, sin por ello desatender el bling bling esencial. Exhaustiva propuesta del Musée d’Art Moderne de la Ville, en París, que para la ocasión saca más de 400 lustrosas piezas de sus respectivas cajitas, intenta la muestra “mover a la joya de los géneros marginales, las prácticas artesanales o la categoría esnob de objeto decorativo y colgarla en un espacio moderno y contemporáneo”, en palabras del periódico Libération. Lo hace con objetos que van desde la Prehistoria y el Medioevo hasta piezas avant-garde de renombrados artistas (Niki de Saint Phalle, Anni Albers, Meret Oppenheim, Man Ray, Salvador Dalí, Louise Bourgeois, entre ellos), de diseñadores y primeras marcas. Qué va: ni siquiera falta el guante con cristales Swarovski que Michael Jackson usó en la gira Victory Tour; el Collar Serpiente (con 2473 diamantes) que María Félix encargó a Cartier; joyas varias de Liberace… 

“Aunque una de las más antiguas y universales formas de expresión humana, la bijoux mantiene un estatus ambiguo, a medio camino entre la moda y la escultura, y rara vez es considerada una obra de arte. De hecho, es frecuentemente percibida como demasiado cercada al cuerpo, demasiado ‘femenina’, demasiado preciosa, demasiado primitiva, demasiado ornamental”, se indigna la curadora Anne Dressen, e invita a repasar su capacidad subversiva e insurrecta (para renegar, por caso, de la dicotomía femenino/masculino), su cualidad de fetiche, de amuleto para el ritual, su potencial performático, su ¡utilidad! ¿Un ejemplo? El anillo vinagre, con aroma afín para despertar a mujeres que antaño se desmayaban por llevar corsés demasiado ajustados. Más en mam.paris.fr