“El arte siempre es político”: apenas abre la boca, Brian Eno tira una sentencia inapelable. Y es bastante difícil estar a la altura de contradecir a esta leyenda de la música –tanto como creador y como productor– que también tiene un tránsito venturoso en las artes visuales. De hecho, son sus instalaciones 77 Million Paintings y The Ship, que se exhibirán en el Centro Cultural Kirchner (Sarmiento 151) desde mañana, las que trajeron al ex Roxy Music por primera vez a Buenos Aires.
También será la primera ocasión en la que estas instalaciones estén en un mismo lugar al mismo tiempo. Y se las podrá visitar gratis: para 77 Million Paintings habrá que retirar hasta dos tickets por persona (de antemano y para el día, de miércoles a domingos y feriados, de 12 a 19). No así para The Ship, la instalación que acompaña su último disco.
El primer contacto de Eno con el público local fue una charla abierta en la que recordó su trabajo junto a David Bowie, su inspiración para crear el ambient, su forma de producir discos y su interés por las artes visuales, así como la actualidad política y social. “Hay dos modos de aglutinar a la gente: la esperanza y el miedo, y éste último es el que usan los políticos, especialmente cuando hay medios tan estúpidos como los de hoy”, dijo.
El productor, que trabajó con Talking Heads, U2 y Coldplay, se plantó con la frase “Quejarse no es una acción política” e instó: “Tuitear contra Trump no es una acción política. Podés sentirte bien diciendo que es un idiota, pero no hace la diferencia. Si querés hacer algo, hazlo, no tuitées”.
“No existe el arte apolítico”, había manifestado al comienzo. “Claro que si escribís una canción que dice ‘Aplastá el sistema capitalista’ es política, pero también sirve pensar las estructuras de la música. Las orquestas del siglo XIX tienen estructura política: el control de arriba hacia abajo es una declaración política. Y la orquesta se compone de individuos entrenados para tocar una partitura igual que la del que tienen al lado, pues nadie quiere que un segundo violín improvise en plena Quinta Sinfonía. Es el modo organizativo de los ejércitos e iglesias. En cambio, los grupos de rock están construidos desde sus diferencias y eso también es una declaración política, porque es otra forma de hacer”.
Luego, Eno habló de su trabajo con Bowie en los álbumes Low, Heroes y Lodger, gestados en Berlín en la última parte de los ‘70. “Lo que más recuerdo es cuánto nos divertimos trabajando”, aseguró. “Era la persona más graciosa que conocí. Adoptábamos dos personajes de la televisión inglesa, tipos de clase trabajadora, y hablábamos como ellos. Seguro ustedes esperaban que dijera que nos metíamos en el estudio y nos lo pasábamos torturados, pero no, nos hacíamos bromas todo el tiempo”.
Con Bowie, como con otros artistas con los que trabajó, Eno usó su célebre mazo de cartas Estrategias Oblicuas, que creó accidentalmente y que sirve para pensar otras maneras de aproximarse al trabajo en el estudio, aunque no se limitan a la música. “Para el primer disco de Roxy Music estábamos en un estudio muy caro, así que trabajábamos muy rápido. Tanto que olvidé todo lo que había aprendido, así que para no tener que pensar todo cada vez, empecé a anotar pequeñas ideas.”
Eno se lo mencionó a su amigo Peter Schmidt, pintor y teórico de la plástica, quien había hecho algo similar llenando un cuaderno con sus frases. “Se nos ocurrió armar un mazo que aún sigue vendiéndose. Con David hacíamos cosas como sacar una cada uno y trabajar todo el día en base a ellas, sin que el otro supiera qué decía la tarjeta de uno. Era un juego interesante, porque una vez él sacó una que decía ‘No cambies nada y continuá con consistencia inmaculada’, y la mía decía ‘destruí lo más importante’”, redondeó entre las carcajadas del público.