El cuerpo travesti es por antonomasia un cuerpo anónimo. La conciencia política de ello crea, genera, causa respuestas y expresiones insospechadas; ya sea en las instituciones sociales, o en el cuerpo social total o en parte de ese tejido, o en el resto del movimiento de gays, lesbianas, transexuales e intersex, o ante uno o varios cuerpos travestis, o en el cuerpo colectivo travesti, o en el cuerpo que dejó de ser travesti y se suma simulando lo conocido. Desandemos esto para llegar a ver el trasfondo político de los hechos sucedidos en la XXV Marcha del Orgullo partiendo de algunos otros hechos políticos travestis de nuestra reciente historia.

Los hechos o según se cuentan los hechos

El 26 de noviembre pasado se realizó la XXV Marcha del Orgullo en CABA, que al llegar al Congreso se dividió en dos escenarios, el uno mucho mejor que las primeras que se hicieron desde el 92 sobre la vereda y con megáfonos y auxiliado por la Carroza Loca, entre otras expresiones, pero no con la parafernalia oficial del escenario, las luces, los altavoces que a 25 años de las primeras Marchas se va desluciendo y perdiendo sentido. La Colectiva Lohana Berkins desembarcó sobre Rivadavia entre los dos Congresos y desplegó su acto disidente, con Hiedra, Vicio y Perversión y otros grupos anárquicos y personas que quisieron desmarcarse de lo que se lee como oficialoso. Otro espacio fuera de ese marco fue la Columna Trava-Trans Latinoamericana que había logrado ubicarse tras la cabecera y puso asiento frente al escenario. Luego de esa marcha que avanzó sobre una Avenida de Mayo obscenamente oficialista, según definió una torta de izquierdas, se inició el acto oficial. Llegó el momento de aparecer en el escenario de Vida Morant, a quien le comenzó a caer una lluvia de huevos. Los organizadores, entre ellas Marcela Romero, intentaron en vano detener la furia y sólo consiguieron enardecer el acto de escarnio público, hubo corridas tras el escenario y mientras ligaron Rocío Rocha, Tango Fifi. Y las chicas de Artetrans, que tenían que salir a bailar de espaldas al público, decidieron preservarse para cuando María Rachid tomara el micrófono. Ahí se produjo más rechazo. Entre los incontables objetos que fueron supliendo a los huevos que se terminaban volara una botella de whisky, vacía, claro. Cuestión que generó la suspensión del acto que el diluvio no logró frenar. Las Bandana, a sus casas con un cachet suculento y sin canciones.

Fuenteovejuna   

Desde el mítico Stonewall hasta hoy la energía que creó, causó y generó cambios sustantivos en relación a las condiciones políticas de convivencia de la Diversidad en las sociedades del continente fue la de los anónimos cuerpos travestis. Estos cuerpos llamaron la atención con sus tres jornadas de batalla campal contra la policía que nuevamente pretendía cagarles otra noche, sin contar que era una noche triste con las locas de luto por Judy Garland. Hasta el duro núcleo del Black Power se conmovió y puso por primera vez su respetuosa mirada sobre estas maricas latinas y tortas butch en lucha. Uno de los contados cuerpos que trascendió el anonimato fue el de Sylvia Rivera al que el poder gay blanco logró sortear incontables veces hasta su muerte para lograr hacer de Stonewall la parade mas higiénica posible. Sin la furia de esa noche no podríamos imaginar nada de lo que tenemos en el escenario actual.

Travestis Argentinas de exportación

Es el cuerpo colectivo travesti anónimo quien fue logrando que se caigan los edictos policiales, sobre todo con ese cuerpo como campo de batalla, con la policía cuerpo a cuerpo. De allí empiezan a surgir nombres propios como Lohana Berkins y Nadia Echazú. Ser dirigentes a ellas las salva de la desaparición. El resto pone la furia travesti contra la policía, contra los vecinos. Y este movimiento va a terminar desencadenando a principio de la década del 2000 aquella toma de la Legislatura que luego llevó a que se terminara con los edictos policiales. Cuando se toma la Legislatura de la Ciudad la furia travesti consigue que se frene el tratamiento de los edictos. Ellas, que eran la parte más interesada en que se tratara el tema, no podían ingresar al recinto. Eso genera un acto político de furia que hasta causa que Gustavo Béliz. Por supuesto el precio de esto fueron muchas detenidas. Veníamos del 2001. Decir que la persecución a venderos ambulantes, piqueteros, artistas callejeros era anticonstitucional parecía una obviedad y eso habilitaba a la ciudadanía a armarnos en contra del Estado. La suspensión de los códigos contravencionales se logra por el acto de violencia de este cuerpo travesti anónimo contra el poder. Un cuerpo travesti que en su anonimato es defenestrado, todas las travesti sufrimos el mismo prejuicio: no ser ciudadanas. Volviendo a la marcha del sábado. Creo que lo que pasó tiene que ver con que en los últimos diez años se ha venido trabajando de manera violenta con la representatividad, quienes representan al movimiento lgbti son un par de agrupaciones, una con carácter histórico como la CHA y otra por imposición, la Federación. 

Cuando los gays y las lesbianas entran en relación con el Estado policiaco adquieren nombre y apellido. El resto de nosotras no puede zafar del anonimato. Y eso tiene una sola ventaja: que desde la pobreza estructural absoluta al no tener nada que perder no tenemos nada que nos frene. Hace tiempo que se habla en los pasillos de la violencia ejercida cuando gays y lesbianas se burocratizan. La burocracia destruye la democracia. Lo que hicieron las travestis en la marcha fue rápidamente devaluado como acto violento. Todos preguntan quiénes fueron y no se preguntan por qué este acto se generó. No es espontáneo. Todos se quejan por los pasillos pero nadie se hace cargo de construir un espacio que sea realmente democrático. Las travas miran desde afuera porque son las que menos herramientas políticas tienen. Las muertes de las más débiles hoy se multiplican por seguir sosteniendo paradigmas que no son los nuestros. No tiene sentido preguntar quién fue. Somos Fuenteovejuna.