Ana Prada y Pata Kramer dicen que hacen canciones de ambas y de ninguna. Que son un dúo que en realidad es un trío, junto a Ariel Polenta. Que logran un show bastante divertido con canciones bastante tristes. Que son dos mujeres que parece que se llevan mal, pero se llevan bastante bien. Dicen también que hacen Canciones yeguas, y que esta idea como nombre del espectáculo, que nació como un juego, terminó dándoles impulso para plantar bandera. No es la primera vez que son Kramer vs Prada: quince años atrás ya mostraron este recorrido de canciones compartidas. Y como durante todo este año estuvieron trotando sus Canciones yeguas por más de treinta lugares de la Argentina, preparan un concierto que imaginan como una suerte de cierre de ciclo, en lo que quizás sea otra etapa que se abre. Será hoy a las 21 en Caras y Caretas (Sarmiento 2037).

  Prada, Kramer y Polenta –“el tercero en discordia”– vienen girando desde enero, por las capitales de provincia y los teatros importantes del país, y también por localidades y lugares pequeños, salas comunitarias, centros culturales autogestionados. En esta experiencia, cuentan, ganaron no sólo la experiencia de una forma de trabajo –“nos subimos a un auto y allá vamos, con este formato tan portátil”, describen– sino también una cantidad de amigos a lo largo y ancho del país. “Nos dimos el lujo de recorrer y conocer, combinar un poco el trabajo y el placer, bañarnos en ríos maravillosos del sur, por ejemplo. Y también de conocer gente que hoy consideramos amiga. Gente que se mueve un montón para hacer un concierto, se copa, sabe muchísimo, muchos de ellos también músicos, gente divina”, comentan las uruguayas.

 –¿Fue un poco como volver a un modo de trabajo de otro momento en sus carreras?

Ana Prada: – Sí, y estoy muy feliz por cómo se fue dando. Lo siento muy justo en la repartija final además, no sólo económica, de los créditos, de por qué suceden las cosas. Y está buenísimo que los tres que nos subimos al escenario seamos los responsables de todo, absolutamente: si las cosas salen mal o si, como casi siempre, todo funciona.  

Pata Kramer: –Ana no lo dice porque es humilde, pero mi lugar es otro: yo vengo con mis canciones que no son conocidas en la Argentina, mientras que ella es muy querida aquí. ¡Y les cae conmigo! (risas). Así que en ese sentido, este es el único modo en que he conocido la Argentina, y me encantó. Y lo que he conocido es gente preciosa, públicos geniales, con ganas de escuchar, de conocer cosas nuevas, comprometidos con las canciones y, a través de  la canción, comprometidos con otras cosas. Fueron momentos verdaderamente compartidos con la gente, muy reconfortantes y necesarios.

–¿Y de dónde viene lo de Canciones yeguas?

A. P.: –Vino de un lado y se fue para el otro, se fue transformando. Empezó como un chiste: buscando cuál podría ser el paraguas que uniera las canciones de una y otra, nos dimos cuenta de que todas eran bastante yeguas (risas).  

P. K.: –¡Porque nosotras somos yeguas! (risas). De alguna manera con el correr del tiempo, los toques y la devolución de la gente, ese nombre se fue convirtiendo en una especie de reivindicación. Una reivindicación femenina, si se quiere, pero no sólo eso. Un modo de interpelar y cuestionar: ¿qué es lo que representa una yegua y qué es lo que molesta tanto de eso que representa? ¿Cuál es la libertad o la fuerza que molesta tanto como para convertir esta palabra en un insulto?

–Varios años atrás ya habían hecho Prada vs. Kramer. ¿Qué cambió y qué se mantiene?

P. K.: –Fue en el 99, 2000, en Uruguay, sobre todo con canciones de otros, Ana todavía no componía, no había discos de ninguna. Lo que había de igual era el entendimiento sobre el escenario, lo que nos divertimos en aquel momento, y la generosidad de Ana. Porque si bien no había hecho el carrerón que después hizo, ella ya estaba en el ambiente, ya tenía un nombre en el medio, ya había hecho el cuarteto vocal La Otra, había cantado con gente importante del Uruguay, ya era conocida. Yo no, cantaba en mi casa. Hasta ese momento para mí la idea de grabar un disco, de cantar en vivo, era inviable, lo veía como algo lejano, imposible, de esas cosas que les pasan a otros. Prada Vs. Kramer me hizo ver la música como algo posible.