Las mujeres implicadas en esta historia hablan de feminidad, de una feminidad disidente y revanchista, porque a ellas la violencia médica las empujó al rodete y la pantufla en años en que la revolución feminista ya nos había empujado a las calles de un modo irreversible. Lo hizo el emporio de la salud heteropatriarcal con la misma impunidad que violenta nuestros partos e intenta convertir al embarazo en una enfermedad y al parto y nacimiento en un ritual de quirófano. Estas “mamitas”, sin embargo, resisten el embate, y se plantan en el mundo con un descubrimiento revolucionario que vieron en la mirada de sus hijxs. Nada más ni nada menos: en el corazón de sus hogares, allí donde la medicina las mandó a dar psicofármacos como caramelos a sus crías patologizadas hasta el hartazgo, ellas transformaron en ventana a un mundo nuevo una cosmovisión que tiene a la paciencia como filosofía y al cannabis como reina Madre, producto de la naturaleza, sistema de valores que incluye el amor, la solidaridad y la sororidad feminista. Estas mujeres reemplazaron los hospitales por el Congreso y las comisarías, desde donde militaron por la ley y desde donde resisten cada nuevo allanamiento que las lleva presas. No les importa. Van por más, transformando la maternidad abnegada en una pulsión política tan fuerte como sus convicciones. Van a dar la vida porque se sepa: el cannabis les cambió la vida, los vínculos intra familiares y sus relaciones con el mundo práctico que manda mini pymer para hacer puré: ellas la usan para hacer funguicidas naturales a base de cebolla que protejan sus auto cultivos. Y también hacen puré, y también se calzan el traje de mamis cuando tienen que trajinar los pasillos del Congreso para explicar una y otra vez por qué tienen que ser despenalizadas, porque le guste al arco político o no, su camino no tiene vuelta atrás. 

“Teníamos los ojos inundados de tristeza e impotencia cuando conocimos el cannabis como tratamiento para nuestros hijos, y al ver su reacción, su sonrisa, su mirada chispeante, su dulzura gestual... nos vimos empoderadas de una verdad Universal. Nos vimos en la obligación de salir a declarar que volvemos desde la más oscura de las soledades a la feminidad que habíamos perdido, que no es una feminidad cualquiera. Es una feminidad extrema, feminista, combativa, exaltada y política. Esta es una declaración de amor. Y también de revancha. Acá estamos. Nosotras pudimos. Todas podemos” dice el Manifiesto de Mamá Cultiva Argentina y está redactado por mujeres que hoy se juntan para conversar con Las12. 

No son solo mujeres las implicadas en esta historia. Niños y niñas que durante años estuvieron medicadxs con drogas de altísima potencia adictiva y efectos secundarios que van desde alucinaciones hasta el bloqueo total de la capacidad motora son ahora tratados por sus madres con los cultivos que ellas mismas producen en sus casas. La acción terapéutica de los cannabinoides incluye el alivio del dolor, el tratamiento de la psoriasis, la supresión de espasmos musculares, el aumento del desarrollo óseo y la inhibición de las células tumorales, entre otros tantos. Y el descubrimiento reciente de que nuestro cuerpo tiene un sistema endocannabinoide, es decir un sistema de receptores del cannabis que responde a su consumo con acciones puntuales, que van al corazón del problema que se intenta tratar, resultó en una revolución total de la medicina alternativa. Ya no se trata de fumarse un porro para relajarse, estamos hablando de una planta medicinal, que llega allí donde la ciencia hegemónica no tiene respuestas e incluso, quiere ocultar este poder para no perder en ventas farmacológicas.

Pero vayamos al corazón de una familia. Valeria Salech tiene 43 años y su hijo Emiliano, 11. Una de las fundadoras y la Presidenta actual de Mamá Cultiva Argentina dio a luz un niño que, en sus primeras 24 horas, tuvo más de veinte convulsiones tónicas, es decir que su bebé se ponía duro como un muñeco cada vez que las padecía. Estuvo en terapia intensiva porque en cada convulsión se quedaba sin oxígeno, y esto lo comprometía mucho a futuro. Cada día tenía más convulsiones y llegó un momento en que Valeria y su marido perdieron la cuenta de cuántas cada día: de hacer una por hora de repente eran 15. Estuvo en coma farmacológico y cada vez que intentaban sacarlo de ahí, volvía con este cuadro. Le dieron el alta del Hospital Italiano con casi tres meses de edad y un tubo de oxígeno a cuestas. “La verdad es que los médicos no sabían nada de lo que pasaba, lo único que sí me aseguraban es que no iba a tener una vida normal y que podía tener un daño neurológico importantísimo. Empezó a mejorar con una medicación con la que pudieron sacarlo del coma pero tomaba cuatro anticonvulsivantes a los tres meses” cuenta Valeria. Emiliano estaba mucho tiempo dormido, no podía tomar la teta, apenas aprendió a tomar la mamadera. Empezó a mejorar pero cuando cumplió dos años todo el cuadro de manifestó de vuelta. “Estuvo varios meses internado en el Fleni y ya cuando salgo de esa internación vengo a casa con otro niño, porque mi hijo hasta ese momento se sentaba, tomaba mamadera, tomaba en vasito después, decía ‘mamá’, ‘papá’, ‘Ari’, que es la hermana y volvió mudo, con más anticonvulsivantes en dosis muy altas, muy dopado, me costaba mucho que hiciera cosas, lo tenía sentado en una sillita e iba del sillón a la sillita sin ningún interés en ningún juguete, no lloraba, no se reía. Todos los padres y madres en general tenemos muy marcado como mandato que el médico tiene la verdad absoluta y una tiene que hacer lo que él o ella dice. El diagnóstico era una epilepsia de difícil control” explica.

A este mazazo que recibió la familia se sumaron los síntomas de autismo pero era un autismo provocado por la medicación. No pudo ser escolarizarlo, pasó de jardín maternal a jardín de infantes con maestra integradora pero no se relacionaba con otros nenes y fue muy difícil para todxs en ese hogar adaptarse. “Una vez que empezamos a relajarnos y a no depender tanto del médico empecé a probar otras cosas. Probé reiki, que le hizo muy bien, flores de Bach y terapias alternativas, y mejoró mucho en la parte social”. 

¿En ese momento te relacionabas con otros padres o madres en la misma situación?

No, no me interesaba para nada. Porque los grupos que encontraba partían de una conmiseración absoluta, victimizarse a sí mismos. Yo soy una persona fuerte, no tengo por qué victimizarme. Y nosotros lo íbamos aceptando como es, que es una parte importante del trabajo a hacer en una situación así. Un día veo un video en Facebook de una chica que en Estados Unidos tiene una convulsión y la madre le pasa algo por la planta del pie y ella deja de tener la convulsión. Y habla de cannabis. Ahí empiezo a relacionar la planta y sus efectos con la enfermedad de Emiliano. Si esto realmente provocaba una relajación y estos son chicos que están con hiperactividad cerebral, empecé a pensar que era lógico que la planta sirviera para ayudarlos. Me pude comunicar con esa mamá y me contó que ahí ya estaban desarrollando no solamente aceite sino otras formas de administración. La que ella usaba era un roll-on, y también le daba aceite de cannabis, usaba vaporizador y el roll-on en las convulsiones. La nena tenía 14 y Emi tenía 9. Después vi en la tapa de la THC (revista argentina dedicada a la cultura cannábica) a Mamá Cultiva: mujeres chilenas que cultivan para sus hijos e hijas. Y ese momento fue la manzana de Newton, pensé “claro, lo que hay que hacer es cultivar, ¿qué estoy esperando yo?”. Empezamos con mi marido a buscar variedades que pudieran servirle a Emiliano. Nos pusimos en contacto con Mamá Cultiva de Chile (allá nace en 2012) y nos cuentan que ellas cultivan muchas variedades, porque no hay una variedad por patología sino que a cada chico le sirve una diferente. 

Valeria y su marido se pusieron a cultivar entre quince y veinte plantas en el patio de su casa de Parque Patricios. Entraron en contacto con muchxs cultivadores de Argentina, los que hoy conforman otras agrupaciones pero que en ese momento estaban en la única que había que era la Agrupación de Agricultores Canabicos Argentinos (AACA). En este último tiempo hubo un crecimiento exponencial de las agrupaciones, en todas las provincias hay por lo menos una: a nivel federal pueden contarse al menos 30 que están en contacto permanente, en una cadena que incluye solidaridad y afecto colectivo por la planta y por quienes la necesitan o simplemente la adoran y que activan redes que se parecen mucho a las que están encendidas por la sororidad feminista, como la que se puso en marcha en febrero de este año cuando detuvieron a Adriana Funaro, quien cultivaba en su casa de Ezeiza para paliar sus dolores provocados por la artritis y regalaba aceite a familias con niñxs con diversas patologías. Funaro estuvo detenida tres días en la comisaría de Luis Guillón hasta que obtuvo la prisión domiciliaria y fue sobreseída recién en el mes de abril, gracias a la presión del colectivo cannábico, la tarea de su abogada Victoria Baca y la ley 27.350 de legalización del uso medicinal del cannabis, que todavía no está reglamentada pero que constituye un paso fundamental, ya que fue votada por unanimidad en Diputados y Senadores.  

Sebastián Freire
Claudia Pérez

 

El camino del autocultivo

Mientras Valeria relata su itinerario otras mujeres llegan a Mamá Cultiva, en pleno centro de Buenos Aires. Claudia Pérez tiene 45 años y su hijo Darian, 24. El nació con una parálisis cerebral leve y con el tiempo le diagnosticaron síndrome de Asperger, porque a la parálisis cerebral le correspondía un retraso madurativo. A los 3 años leía y a los 6 usaba la computadora pero también tenía ciertas descargas cerebrales mientras dormía, lo que llevó a la familia a obedecer la indicación de medicarlo a los 8 años. “No queríamos pero por las convulsiones que tenía sentí que tenía que hacerlo aunque no iba conmigo. Si hubiera sabido esto que sé ahora no hubiera caído en los anti convulsivos. Tomó hasta los 16 años y ahí en teoría se normalizó. A los 20 reapareció todo de vuelta y empezamos a medicarlo de nuevo sumando los anti-psicóticos por cuestiones conductuales. Y a los dos años empezó a tener caída de cabello, sangrado de encías y otros síntomas que nos hacían sentir que nuestra resistencia a medicarlo estaba bien. Un día me crucé con una mamá en uno de los centros de La Plata donde yo lo llevaba a Dari y ella me dice por lo bajo que está en tratamiento de cannabis. Me lo dijo y se fue. Su hijo tenía epilepsia refractaria y me parecía lógico, pero me quedó dando vueltas. Empezamos a investigar por Internet y empezamos a ver que podíamos tratar un montón de cosas que nuestro hijo tenía también con el cannabis. El año pasado nos acercamos a uno de los talleres de MC y ya nos fuimos con la idea de empezar. Cultivamos, conseguimos flores que nos regalaron, hicimos nuestro propio aceite. Obviamente al principio teníamos miedo de hacerlo mal pero la primera noche que le dimos durmió de corrido. Yo me quedé despierta, mirándolo, y no podía creer que él estaba planchado. Pasó de estar dos horas gritando antes de dormir a acostarse y dormirse como cualquiera. Sus niveles de ansiedad se redujeron un montón, su diálogo creció. Estamos todavía probando a ver cual es la fórmula para él y le sacamos la medicación alopática. Fue un trabajo de hormiga pero ahora hace dos semanas le sacamos el anticonvulsivo, con mucho tiempo y paciencia” cuenta y Darian al lado de ella la mira. Sobre aquello de la paciencia, Valeria tiene su propia teoría, un camino que va de la planta a quien la cultiva y de allí a lxs que reciben sus beneficios. “Es importante que las familias aprendan a cultivar porque el cultivo te enseña a ser paciente. Hay que esperar a la planta, entender que es un ser vivo que tiene necesidades, que le gusta el sol pero no tanto, que le gusta tal o cual clima, y todo eso que vas aprendiendo de la planta después aprendés a aplicarlo en el tratamiento. Es como un eco-sistema, la planta te da y eso vos se lo das a tu ser querido aprendiendo a observarlo, a acompañarlo, a ver que alguna variedad le va a hacer mejor que otra” explica y se une Fernanda Ledesma al grupo, todas con las remeras de Mamá Cultiva en el pecho y el corazón y la militancia cannábica como prioridad de vida. Fernanda tiene 30 años y es mamá de Juana, de 7, quien tiene el síndrome del triple x y un retraso madurativo global del desarrollo. “Nos mandaron al psiquiatra porque ella se autoagredía mucho, y nos agredía a nosotros también, la medicaron, y cuando empecé a ver el prospecto de la risperidona dije no, es muy chiquita. Iba a un colegio común con integradora, pero me dijeron que la mandara a un colegio especial donde tampoco me la tomaron por estas mismas agresiones que la hacían estar muy desequilibrada. Recién ahora está yendo a un Centro Educativo Terapéutico. La búsqueda para no medicarla me llevó a hacer un taller de Mamá Cultiva en La Matanza, y ya estamos cultivando. Probamos con un aceite y se conectó re bien pero siguió con las agresiones: no es tan fácil porque hay 300 variedades de cannabis pero seguimos probando. Los testimonios de otras mamás me dan fuerza, sé que está la solución y que hay un cambio. Ahora está más tranquila con un aceite que hice yo y la veo mejor. Lo hago en mi casa en un indoor que fabricó mi marido y metí a mi mamá y mis hermanos, que ahora cultivan en sus casas. Hacer la medicina nosotros es nuestro objetivo, y una satisfacción” dice.

Sebastián Freire
Fernanda Ledesma

 

El ocultamiento de la medicina tradicional    

Todas coinciden en que el proceso que va desde que conocen las ventajas del cannabis al presente incluyó muchos cambios en su relación con la medicina tradicional. Argentina avanzó gracias a su activismo sostenido pero sigue habiendo muchos prejuicios. “Primero me enojé con la medicina hegemónica y pasé mucho tiempo despotricando. Después entendí que hay un mandato cultural y que los médicos ya la tenían estigmatizada a la planta antes de estudiar medicina. Esto no lo saben, en la facultad no se enseña. Sí hay un grupo en el Centro de Estudiantes de la Facultad de Medicina que está trabajando para que la fitoterapia sea una materia pero eso es lo único que hay. Y no es solo cannabis: te cambia tanto la cabeza que estamos todas cultivando orégano y otras plantas curativas. Cuando entendés que la salud no es medicina, se rompe algo en tu cabeza, es como que se cae una pared. La salud no pasa por una pastilla que te haga sentir mejor. 

Tanto Valeria, como Fernanda y Claudia no se pudieron desarrollar profesionalmente, tuvieron que dejar de trabajar para cuidar a sus hijxs. “Soy profesora de yoga –dice Valeria–. Trabajé como secretaria en relación de dependencia 20 años y tuve que dejar de serlo. Todo ese ir para atrás y quedarte en tu casa encerrada es un bajón. Además de la maternidad dolorosa, como mujer es perder un espacio importante y volver a la madre que está en la casa, al rodete y la pantufla y no saber cuando fue la última vez que te bañaste es denigrante. Por eso, empoderarte del tratamiento de tu hijo, saber que la solución la tenés vos en tus manos, en las macetas, en la tierra, meter las manos y trasplantar, preparar los funguicidas orgánicos y demás es fabuloso. Todo eso que vos le das a la planta, la planta te lo devuelve en la mirada de tu hijo, en la sonrisa, en palabras nuevas. Hoy me levanté y Emiliano había pintado toda la pared con marcadores, algo que es la primera vez que ocurre en su vida y en sus dos años de tratamiento cannábico, que ha pasado de ser un bebé de pañales y babero a ser un nene que ya no usa pañales, no usa baberos y está dibujando las paredes de casa. No solo controla esfínteres sino que dice ‘quiero ir al baño a hacer pis’. No es que señala, te arma la oración, y antes no hablaba”.

¿No toma más la medicación antigua?

Nada. Le sacamos la medicación psiquiátrica por lo del autismo, después le fuimos sacando los anticonvulsivantes que son tan fuertes que hay que sacarlos de a poco. Tuvo crisis de abstinencia, esto es muy lento, tardás un año en sacar una medicación. Siempre supe que la planta me iba a dar lo que yo esperaba y el proceso no me importó. Pero hay padres y madres que están muy desesperados porque los efectos secundarios de las medicaciones son tremendos. Ellos de repente ven que se puede sacar la medicación entonces la quieren sacar rápido y eso genera problemas porque los chicos a determinada altura son adictos. 

¿Cuándo se funda Mamá Cultiva Argentina?

El 23 de marzo de 2016, AACA pone un flyer en Facebook diciendo que Diana Conti presentaba un proyecto de despenalización de cannabis para uso medicinal en el Congreso. Me dije “tengo que ir”. Ya había hablado con Mamá Cultiva Chile. Fui y me encontré en la puerta del Congreso con otras mujeres que hacían lo mismo que yo y fue una revelación. Había cultivadores, estaba Nacho que es el fundador de Mamá Cultiva Argentina. El experimenta con cannabis hace muchísimos años, hace mucho tiempo que hace aceite, es conocido en el mundo cannábico porque regala aceite a personas con cáncer hace cinco, seis años, de hecho ese día llevó al Congreso aceite para regalar, y él me las presentó. Yo soy de armas tomar. Participé en la comisión directiva de Huracán, voy y te milito lo que haya que militar, como hice con mis amigas con el matrimonio igualitario y creo que como ciudadana hay que participar de todas las construcciones colectivas de adquisición de derechos. Y cuando estaba ahí en el Congreso vi que al lado de Diana Conti eran todas mujeres: Myriam Bregman, Victoria Donda, Carolina Gaillard... Acá está pasando algo que tiene que ver con las mujeres, pensaba yo, porque todas las que estábamos de oyentes éramos también mujeres.  Ahí pensé que teníamos que agruparnos y Nacho ya había hablado con Paulina Bobadilla, la fundadora de Mamá Cultiva Chile. Esa noche que lo conocí lo invité a cenar a casa. Las madres decían “hay que hacerlo” pero yo necesité hacerlo urgentemente. A esta causa hay que ponerle el cuerpo y como decimos desde ese momento si nos allanan tenemos que ir todas y estar. 

¿El peligro existe?

Yo les expliqué a todos mis vecinos que iba a cultivar y si vos vas con el corazón la gente entiende. Voy a la cancha todos los fines de semana, estuve en el club, la gente mas o menos sabe. Pero sí, el peligro existe. Puede haber una denuncia anónima y me llevan presa, se llevan las plantas y me como un proceso. Estábamos muy expuestas, más antes que ahora, pero decidimos formar Mamá Cultiva y el 7 de abril del año pasado lanzamos MC Argentina en la UMET. Eramos 7 familias y Nacho. Nos ayudó la revista THC, Nacho pagó el pasaje de Paulina que vino a presentar la organización y el 7 de mayo firmamos el estatuto las madres que éramos: Asociación Civil Mamá Cultiva Argentina y ahí empezamos a dar talleres en todos lados. Y estábamos en el Congreso apoyando la ley. Dejé de tener vida porque era la única mamá de Capital entonces hacía todo, iba a todas las reuniones y demás pero valió la pena.

Y mientras tanto Emi mejoraba…

Sí, si no fuera por la planta no lo hubiera podido hacer nunca. Esto lo construimos entre todos: con los trabajadores de los medios, con algunos diputados, con algunos apoyos externos que tuvimos. Y con el apoyo de algunos médicos muy jugados como Marcelo Morante y Carlos Magdalena, no había otros que pusieran la cara en las reuniones de comisión. Y las agrupaciones cannábicas que tuvieron la madurez de dejarnos al frente, porque entendieron que lo medicinal es prioritario. Nosotras ahora entendemos que la palabra droga no es mala, que nosotras drogamos a nuestros hijos durante años y que pudimos sacarlos  de su drogradicción a través del cannabis, pero para hacer ese proceso pasó mucho tiempo. Entendemos la lucha de quienes pelean por los derechos individuales de las personas de usar cannabis, y la apoyamos, pero acá hay una prioridad que es el derecho a la salud y está siendo vulnerado.

¿Están conformes con la ley?

Sí, es a lo que apuntábamos. Pero fuimos también con una meta que era que dejen asentado quién es cada una y el nombre de los y las niñas y que cultivamos en nuestras casas para ellos. Nosotras queremos que nos blanqueen. No fuimos a pedir que nos den aceite, ni que nos traigan nada de afuera, sino que plantamos para nuestros hijos y que queremos seguir haciéndolo sin ser criminalizadas. Eso no se cumplió todavía. Se legitimó el cannabis como solución medicinal para determinadas patologías, eso es una diferencia sustancial con lo que pasaba antes. Generamos un cambio de visión en la opinión pública sobre la planta, que es nuestra inspiración. La ley se votó por unanimidad en Diputados y fue la primer sesión de Senadores este año. Y por unanimidad también se aprobó. Y eso es lo que nos avala. Si bien no está claro lo del autocultivo, está en el artículo 8, y la reglamentación está planchada. Entonces la ley está pero no está. La seguiremos peleando. No voy a dedicarme a otra cosa.Y

El sábado 7 de octubre Mamá Cultiva se planta en La Comedia (Rodríguez Peña 1062, CABA) para recaudar fondos y seguir manteniendo la estructura que sostienen a pulmón y seguir llevando los talleres a distintos puntos del país. Habrá charlas de cultivadores, la presencia estelar de Señorita Bimbo, conferencia y encuentro a cargo del Dr. Marcelo Morante. Entradas en venta en la boletería del teatro y por Plateanet.

Más info: mamacultivaargentina.org